Ledesma Anteliz Victoria Grupo 0023. Los dibujos y garabatos llamados clásicos y pedagogía De todas las palabras más discretas y ruidosas, lo clásico, nunca dejará de descansar en la supervivencia espiritual del sujeto. Lo clásico le porta seguridad, como a la vez una sensación de extrañeza, es decir, refleja la inconsistencia de las apreciaciones, la falsedad de la experiencia, pero sobretodo la franqueza de los designios pretenciosos para llegar al hallazgo de una imagen, propiamente una ilustración borrosa de lo humano. Dicha imagen, es trazada de manera en que las paradojas maquilan como pequeñas líneas, cuyas traen consigo tropiezos y percances insaciables, que se pueden presentar de manera espectral o en formatos ensoñadores. Aquellos inconvenientes, más allá del haber nacido, de tan extensa incertidumbre contenida, son los textos clásicos, estos son portadores de belleza y horror. Un texto clásico es aquel que embellece, en sus primeros alcances con ingenua entrega a su lectura y, simultáneamente, horroriza en la madurez de su encuentro y reencuentro, pues esboza las posibilidades de las formas de la tranquilidad y la agonía en el reconocimiento y desconocimiento de uno mismo, sin caer en los excesos de relativismos o escepticismos insostenibles, e incluso, cargados de egolatrías, como estupideces. Un texto clásico deja espasmos en el olvido y en la memoria, también deja en claro los deseos, los esfuerzos y vicios de grandezas que encierran a la intelectualidad. Un texto clásico jamás podrá terminar ni borrar las líneas que ha marcado, precisamente por esto, es requerida su servidumbre en la pedagogía. Aparte de dar los primeros conocimientos y borrar toda doxa dentro de un modo de ser para concebirse como un especialista en algún campo epistémico, es preciso enlazar y ver los garabatos de la educación de uno mismo, con las pocas coincidencias y diferencias, en los trazos sublimes de aquellos que han dibujado anteriormente, pero no por ello con menos valentía y belleza, porque se debe tener la voluntad para crear una forma que posibilité el salto del vacío de la hipocresía y de lo común. Posiblemente, conocer los textos clásicos sea similar al descanso de una mano después de dibujarse y contemplarse, aquella está tan llena de hartazgo, tristeza y rabia por el porvenir de su educación. Como cierre ante todo esto, el texto, o mejor dicho, el autor que desee ser un canon dentro de la pedagogía deberán desdibujarse y dibujarse a sí mismo. Debe extraviarse en su propia imagen, pintar las sublimidades de su educación en las regresiones del nacimiento y destrucción de su presente, de lo contrario, me temo que no podrá llegar hacerlo y sólo será aquello que tanto se temé, el terror más conocido por todos los hombres: el de estar vacíos.