Queridos amigos: No hay futuro posible sin libertad. Nuestro continente ha buscado afanosamente una alternativa al ser libres, ha apostado al caudillo y más de una vez se ha entregado en los brazos del “hombre fuerte” para conseguir como único resultado la desesperanza y el malestar de haber perdido el tiempo y la capacidad productiva de generaciones enteras. En estos doscientos años de nuestra historia republicana hemos invertido muchos de nuestros esfuerzos en buscarle viabilidad a esa mezcla de romanticismo y socialismo utópico que narramos con tanta belleza en el mito de El Dorado. Fue infructuoso. Cada vez que lo intentamos salimos escaldados, extraviados en un laberinto de desencuentros, crueldad y miserias que siempre terminaba por colocarnos en el mismo sitio, frente a ese Minotauro feroz que se alimenta de los tiempos sociales mal invertidos, acumulando no solamente pobreza sino también decepción y resentimiento. No hay libertad posible sin propiedad y sin que se reconozca a la propiedad como un derecho humano imperativo, inalienable, innegociable y no interpretable desde las ganas del poder autoritario de los gobiernos. La propiedad es esa pretensión legítima que tiene todo ser humano de reclamar como propio la vida, la libertad, sus opiniones, y los resultados de su capacidad para crear. Es esa convicción de poder ser y hacer con la única condición de no ser siervo de nadie, pero también de evitar la servidumbre de alguien. En estos doscientos años de búsqueda vehemente vivimos muchas épocas en las que el emprendimiento y las ganas de realización han tenido que subordinarse a la fatal equivocación de querer alimentar las ganas inagotables de ese monstruo colectivo que niega al individuo, que niega sus poderes y sus haberes, y que puede llegar a ser capaz de sojuzgarlo solo para mantenerse vigente. Los seres humanos siempre han aspirado a vivir bien. En eso consiste la prosperidad. En tener más, en ser más y en disponer de más capacidades para tomar las decisiones apropiadas y regir nuestras vidas. No es posible el disfrute de la prosperidad a la sombra de un gobierno ilimitado que pretenda tomar las decisiones que solo a nosotros nos corresponde. Es infructuoso intentar siquiera un mínimo de autonomía si es otro el que planifica nuestras vidas e incluso está dispuesto a imponernos por la fuerza sus convicciones morales. Pero la vida buena, además de ser una aspiración indeclinable, debe ser también el resultado de un esfuerzo constante y sistemático. Por esa razón no es viable la libertad cuando se ve intoxicada de populismo. Nos equivocamos cada vez que sustituimos el trabajo productivo por el ansia de distribuir una renta que primero no hemos transformado en riqueza. Pero no ha sido fácil superar de una vez por todas ese “canto de sirena” engañoso y fraudulento que promete encargarse de nuestra felicidad a cambio de entregarles nuestro poder de realización. El populismo latinoamericano es esa tentación constante, es ese tatuaje fiel y auténtica de las pretensiones mesiánicas de los socialistas. No hay otro futuro que la decepción cuando se impone el populismo y la demagogia. Los resultados del populismo latinoamericano están a la vista de todos. No solamente en la explotación del resentimiento que envilece las relaciones sociales y anula la convicción que relaciona la riqueza con 3 el esfuerzo personal. También se aprecia en la pobreza que exhiben nuestras ciudades, que está estrechamente imbricada de ese falso mensaje que ofrece y cumple a través de la expoliación de las oportunidades del presente y la negación de las posibilidades del futuro. El populismo nos ha hecho creer que el problema es la pobreza como resultado y no la riqueza como propósito social. Por eso el mensaje populista confisca esa fortaleza que tienen todos los seres humanos para empinarse sobre sus propias circunstancias y hacer de la vida de cada uno el legado que deja a las generaciones futuras. Por eso el populismo termina convirtiéndose en un ídolo falso, en el fraude que lo exige todo a cambio de mendrugos de presente y ningún futuro. No hay libertad si uno solo es el dueño de todo. No hay libertad cuando un gobierno es la única opción para consumir un bien, demandar un servicio, o buscar un empleo. Ese estado omnipotente es una tentación perenne de sumisión y entrega que nos niega y que termina repudiándonos. Se nos ha querido vender una falacia contumaz en esa contradicción entre el Estado y los mercados. Cada uno tiene su espacio y su propósito. Lo que resulta un error aparatoso es que los gobiernos pretendan sustituir los mercados. Cuando esto ocurre terminamos atorados en la escasez, el desempleo, la inflación y los excesos impositivos que solo sirven para alimentar a una burocracia que se paga y se queda con el vuelto. El capitalismo de estado no ha funcionado en ninguna parte y en ninguna época. No funciona ni siquiera cuando los gobiernos cuentan con renta petrolera. No funciona para los propósitos de los países, pero si ha servido para esas transferencias indebidas de las posibilidades sociales a través de los trasvases de la corrupción. 4 Por eso debemos decirlo con claridad: No hay alternativa a la competencia, las sociedades abiertas, los mercados respetados en sus propias reglas y los gobiernos que se confinan a ser socios afables de millones de emprendimientos exitosos. Estimados amigos. Me gustaría que dejáramos de soñar con la libertad y que comenzáramos a vivirla con plenitud, confianza y consistencia. El ser libres es a la vez una vivencia y un inmenso compromiso moral porque nos coloca en la responsabilidad de construir y reconstruir las bases de convivencia que permita a todos los que se atrevan el ser los héroes de su propia vida. Esos héroes discretos que no están dispuestos a la inmolación ni a la entrega. Esos hombres que se entienden como una increíble circunstancia de realizaciones, que saben que no solo se trata de la plata, sino como bien lo plantea Felícito, uno de los personajes de la última novela de Mario Vargas Llosa, consiste esencialmente en que “un hombre no se debe dejar pisotear por nadie en esta vida”. Se trata de eso, no más, pero no menos. Todos los que estamos aquí sabemos que la libertad no ha dejado de ser uno de esos retos inextinguibles que unos viven con mayor esplendor y otros con más oscuridad. Algunos estarán en la capacidad de afirmar que el camino del bienestar está adosado de libertades que hoy se disfrutan y se cuidan con cautela. Desde la contracorriente otros no tendremos más remedio que decir que la ausencia de la libertad se vive en forma de ruina, carencias y represión crecientes. Desde el penoso contraste a los avances de otros, algunos podremos exhibir el testimonio que surge del retroceso, cuando la libertad no es otra cosa que un anhelo que a veces sentimos lejano, porque los tiempos difíciles también son propicios para demostrar que hay inmensas diferencias a la hora de juzgar por qué vivimos o no vivimos una vida buena. Algunos podrán compartir con nosotros sus temores, al pisar ese hielo quebradizo que supone encarar las tentaciones constantes de ese inmenso ogro que 5 acecha a la vuelta de la esquina para volver a engatusarnos. Otros podremos contar cómo se vive desde las fauces de ese monstruo, cómo disuelve lo mejor del hombre y cómo termina engullendo su claridad de miras para volverlo parte de esa cosa informe y confusa que es el totalitarismo. Cedice Libertad nació para apostar fuerte a la vigencia del valor y la práctica de la libertad. Nunca pensamos que el combate iba a ser tan arduo y tan largo como estos 30 años han demostrado. Tampoco imaginamos que íbamos a tener la inmensa suerte de contar con la presencia, el respaldo y las convicciones de todos Ustedes. Ha sido y seguirá siendo siempre un honor y un inmenso compromiso el sabernos soldados dispuestos a defender la condición más noble, pero también más incomprendida del hombre. Por eso mismo aquí estamos para debatirlo todo y demostrar desde la discusión de las ideas que nunca se apagará en nuestra América esas ganas de realizar nuestros sueños, que seguimos invictos y firmes en las convicciones, que la libertad es ese don preciado y envidiado que tenemos como atributo exclusivo, y que seguiremos dando la batalla para que todos, desde el más modesto hasta el más encumbrado, pueda disfrutarla a plenitud y sumarse a nosotros en su defensa. Porque de lo que se trata es de intentar una sociedad en donde nadie quiera pisotear a nadie, y en donde nadie tenga razones para dejarse pisotear alguna vez. Bienvenidos y muchas gracias. Rafael Alfonzo Hernández Presidente de CEDICE LIBERTAD 6