Populismo Noticioso Mr. Media 24 julio 2001 Casi invariablemente

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Populismo Noticioso
Mr. Media
24 julio 2001
Casi invariablemente, día tras día, la pantalla de nuestros dos principales canales
de televisión—TVN y Canal 13—nos está entregando una cuota creciente de populismo.
Así, una vez más, el canal público y el privado, el católico y el laico, convergen en un
mismo terreno y traban ahí su competición.
¿En qué consiste el populismo? En la pretensión de un partido, movimiento u
organización de conocer, representar y expresar al pueblo entero o, al menos, a la gran
mayoría de él.
Antiguamente el populismo era monopolizado por los partidos y sólo tenía lugar en
la esfera política. Así, el populismo de origen agrario era opuesto a la ciudad y el
populismo radical buscaba movilizar a las masas pobres contra los poderes establecidos.
Latinoamérica tuvo, durante el siglo XX, su cuota de movimientos populistas. Quizá el
más conocido fue el peronismo, con el General de los pobres a la cabeza y, a su lado,
Evita, hoy sustento de mitos y leyendas. Pero también la culta Europa debió soportar la
enfermedad del populismo, bajo formas mucho más graves y agresivas: el nazismo y el
fascismo.
Nunca el populismo fue exclusivamente político, sin embargo. Siempre hubo, a su
lado, corrientes populistas en la cultura. Por ejemplo, desde su origen la prensa ha
mostrado una vertiente de alta cultura, el diarismo que a sí mismo se llama “serio” y, a su
flanco, una vertiendo popular, la llamada prensa “amarilla” o “roja”. Mientras aquel se
identifica con las formas burguesas, los símbolos del poder, la inteligencia ilustrada y la
alta sociedad, esta otra, en cambio, apela más a la vida popular, a las pasiones, los
sentimientos y el sentido común de las masas.
Hoy el populismo comienza a adueñarse de la televisión abierta. Pero, ¡cuidado!,
no se trata sólo de que la pantalla esté dominada por el gusto y las preferencias del
pueblo. A fin de cuentas, la televisión abierta—acicateada por el rating y la publicidad—no
puede hacer otra cosa que regirse por la demanda plebeya. De allí, justamente, que los
adalides de la alta cultura suelan acusarla de “vulgar” o, incluso, de “chabacana”,
olvidando que ella está al servicio del estado llano. Y no de los señores o la sociedad
encumbrada. No. No se trata sólo de eso. Cuando decimos que el populismo se ha ido
haciendo cargo de la pantalla noticiosa, hablamos de un fenómeno nuevo.
¿En qué consiste?
Primero, para partir por lo más obvio,
en que ese estilo, modalidad o actitud
propios del populismo se ha ido moviendo desde la periferia de la parrilla programática
hacia el centro de la misma y el prime time, hasta instalarse medio a medio en el corazón
de los noticiarios. Es decir, ha escalado desde los márgenes hasta alcanzar la cúspide.
Segundo, en que allí, en las noticias, su efecto no opera sólo a nivel de las
imágenes y del discurso, aunque en esos ámbitos impone su dominio sin contrapeso. En
efecto, la hora de noticias se ha llenado de la materia de que está hecho el periodismo
populista: hechos de sangre, accidentes, sufrimiento, violaciones, cuerpos a mal traer,
robos, desgracias, estafas, mujeres golpeadas, gente sencilla humillada, niños
abandonados.
Desde un cierto punto de vista, esa pantalla amarga y deprimente es más real o
realista, sin embargo, que aquella otra que vive sólo de las formas opulentas y de la
exaltación de lo establecido. Pero el populismo de la televisión va más allá; consiste en
algo más que el dominio de las imágenes y los temas populares.
Tercero, efectivamente, dicho fenómeno se hace acompañar por una suerte de
ideología que ha ido apoderándose de los media, y que consiste en levantar—abierta o
veladamente—la pretensión de representar al pueblo entero o, al menos, a la gran
mayoría de él. Premunidas de esa voz, de ese enfoque, las noticias de la televisión
abierta adquieren entonces un especial status. Hablan “a nombre de” los desheredados
de la tierra. Y, a la vez, le enrostran a los demás su-estar-allí-cómodamente, ya sea
echados en su mullido sillón o tendidos en la cama, como si por ese acto, el de ser
públicos consumidores, carecieran de conciencia y hubiese que interpelar directamente a
su culpa.
Allí reside la fuerza oculta de las noticias transmitidas por la televisión populista: en
que pasan un juicio sobre la sociedad del bienestar.
La sientan en el banquillo,
acusándola de los males que nos aquejan. Y todo esto en nombre de la supuesta (y por
cierto inexistente) identidad entre los media y el pueblo, los editores y las masas, el
periodista y la miseria del mundo.
Es fácil, desde esa posición, disparar contra casi todo. Contra la política y los
políticos en primer lugar. Pues, ¿qué hay más alejado de una joven asesinada en un sitio
abandonado que las rutinarias y vacías palabras que balbucea el diputado de turno?
Contra el gobierno enseguida dado que no es difícil crear la concepto subyacente de que
las cosas están así de mal por lo mal que lo hace el gobernante. Luego contra la empresa
y los ricos ya que nadie dejará de asociar esos infortunios que vemos en la pantalla con
el hecho de que unos pocos gocen de gran poderío y el resto viva sumido en condiciones
tales de pobreza.
Los noticiarios de TVN y de Canal 13 se han ido deslizando imperceptiblemente
por esta pendiente durante las últimas semanas, como si ahora les tocara competir en el
campo del populismo. Hay un tono nuevo ahí, una nueva ética. El juego se llama: asumir
la situación de las masas más golpeadas por la sociedad capitalista y convertirlas a éstas,
sin más, en portadoras de la verdad y la moral sobre los defectos de dicha sociedad.
¡Alas!, la televisión vuelve a asumir un rol crítico-perturbador, aunque nadie lo reconozca
así por hallarse entretejido con su imagen comercial y lúdica.
Hay una parte de ese juego que debe ser bienvenido, pues llama a escándalo vivir
en una comunidad que esconde tantas desigualdades y miserias. ¡Bienvenido sea,
entonces, el populismo noticioso! Mas, al mismo tiempo, sus impulsores deberían saber
que no en vano se golpea sobre la parte más débil de una sociedad. Quizá queriendo
cosechar rating terminen sembrando tormentas.
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