“Todo parque constituye una obra humana realizada con elementos de la naturaleza y representa un intento estético y plástico donde la planta es el gran artista del paisaje. No solamente una planta rara, inusual, ordinaria o condenada a su desaparición, es también un color una forma un volumen, texturas, aromas. Del manejo de la luz y de la sombra y de la variación en el tiempo, diario o estacional, resulta el ritmo secreto que nos seduce y cautiva. Es así como cada parque representa una expresión propia y nos permite transportarnos a un deleite con la naturaleza.” Lo arriba mencionado corresponde a una definición esbozada por Roberto Burle Marx, el gran paisajista brasileño del siglo XX, creador de infinidad de parques en el mundo entero. Qué lejos estamos en nuestro medio de entender así los parques. Los pocos que así fueron concebidos, han sucumbido o están en peligro de desaparecer. Ejemplos cercanos como el Parque Salazar, donde se privatizó el paisaje y se entregó abiertamente a la sociedad de consumo, deberían hacernos recapacitar. A la voracidad mercantil que invade áreas verdes con publicidad agresiva sin frontera alguna, que impone su contaminación visual, se suman los temores y pobrezas de un segmento de la población que ve en los parques refugio de marginales o de roedores o un inminente peligro para sus propiedades, entre otros miedos. A la inacción de nuestras autoridades municipales en la defensa de los atropellos que sufren las áreas verdes se añade su propio aporte depredador motivado por intereses subalternos. En este como en otros temas de nuestra realidad tenemos un doble discurso: uno legal y otro real. Para el caso de Lima, la ironía es tal que desde hace veinticinco (25) años se declaró “la ciudad en emergencia y se prohibió la tala y poda de árboles en toda la provincia", tal como lo establece el acuerdo Nº 207 (23.04.80). La gestión de Castañeda Lossio, lo actualiza mediante la Ordenanza N° 525 (26.06.03), pero la falta de reglamentación de esta última y la desidia mostrada al respecto por la máxima autoridad edilicia deja abierta la puerta falsa para administraciones corruptas que lucran con el encementado de parques. Ignorancia, incomprensión de las autoridades municipales que priorizan sus esfuerzos por su supervivencia política a la supervivencia real de la población a la que condenan al caos y a la polución. Dentro de este panorama, las últimas gestiones municipales en todo el país han insertado al ya deteriorado urbanismo un innecesario monumentalismo deforme. Se pretende sembrar cemento donde la naturaleza de por sí fue la protagonista de la estética del distrito. No han tenido mejor criterio las autoridades municipales al pretender perennizarse en la historia de sus pueblos. Ejemplos abundan: el Pachacutec erigido por Daniel Estrada en el Cusco, El beso instalado como un exabrupto en Miraflores, el monumento a la familia en Chorrillos, el Cristo Blanco en Chosica, El Mariátegui en San Juan de Lurigancho, el homenaje al foco en la plaza central de Ate y al camarón en Camaná..., ejemplos sobran. A ello se ha sumado la necedad de imponer absurdas lagunas y humedales como es el caso del Parque Mariscal Castilla –el tercero más grande de la ciudad– que sirven como prueba contundente de la malversación de fondos por parte de precarias administraciones que declinan la atención de muchos servicios aduciendo la escasez de los recursos que prodigan para obras no sólo inútiles sino además contraproducentes. Seamos claros, la vocación ecológica de la mayor parte de nuestras autoridades es nula, su ignorancia en el tema radical y su comportamiento (en el mejor de los casos) ambiguo. La educación en este campo y la sensibilización de la opinión pública son fundamentales para lograr preservar los árboles existentes y revertir en algo el grave déficit de áreas verdes de Lima. La escasez de parques y vegetación frente al crecimiento esquizofrénico de construcciones, cables aéreos y anuncios, nos exige una cerrada defensa de los pocos espacios que aún nos quedan para la recuperación del medio ambiente. Todo ser humano tiene derecho a ser educado en el descubrimiento constante de su relación con la naturaleza, y a vivir el disfrute, la tranquilidad y el sosiego que el contacto y deleite de la misma le brinda. Manuel Mendieta Cárdenas Presidente Asociación Tierra Viva