Jóvenes de convicción Daniel 1:1-20 Aunque las historias de la Biblia son de gran belleza literaria, su propósito no es contarnos simplemente una historia. Su objetivo es compartir principios, enseñanzas y valores prácticos para nuestra vida. Una de esas historias sucedió hace poco más de 2.500 años y nos cuenta la vida de cuatro jóvenes adolescentes judíos (Daniel, Ananías, Misael y Azarías), quienes fueron llevados cautivos de Judá a Babilonia junto a otros miles de judíos. Por su conducta y convicciones, eternizadas en el libro de Daniel, estos cuatro jóvenes vendrían a ser una inspiración constante para la juventud de todos los tiempos. Veamos algo de esa historia de la que todos podemos aprender cosas valiosas en nuestros días. Ellos habían tenido un encuentro con Dios. Era claro que Daniel y sus amigos no tenían simplemente una religión heredada por sus padres, sino que tenían una experiencia con el Dios vivo. De otra manera, a la menor oportunidad, hubieran buscado escaparse de la influencia de sus padres y adoptar los valores de Babilonia. Pero es claro que los padres de estos jóvenes hicieron un buen trabajo y se aseguraron que cada uno de ellos tuviera una relación personal con Dios. Hoy diríamos, “tener un encuentro personal con Jesucristo”. Estos eran jóvenes temerosos de Dios, a la vez que eran “sin tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey” (ver. 4a). Esas características las habían adquirido en su contexto hebreo, igual como los jóvenes cristianos desarrollan esas y otras características positivas cuando tienen una experiencia personal con Jesucristo. Estuvieron dispuestos a ir en contracorriente de los valores del mundo… cuando éstos se opusieron a su fe. La fe y las convicciones de Daniel y de sus amigos fueron puestas a prueba, igual como cada uno de nosotros somos puestos a prueba constantemente hoy día. El rey de Babilonia ordenó que a estos jóvenes se “les enseñase las letras y lengua de los caldeos”, además de que comiesen “de la provisión de la comida del rey y del vino que él bebía” (vers. 4b-5a). Para Daniel y sus amigos, dos cosas estaban en juego en esta orden del rey: Primero, el aprendizaje de la cultura babilónica podía suponer que ellos llegasen a ser babilonios de corazón, una cultura pagana con sus propios ídolos, dioses y creencias, contrarias a la fe de los judíos. Segundo, comer de la comida del rey implicaba que ellos comerían cosas que habían sido dedicadas a los dioses babilónicos. Ambas cosas comprometían el testimonio y las convicciones de estos jóvenes, por lo cual decidieron que no harían nada que dañara sus valores espirituales personales (vers. 8-16). No crea que esa presión es más difícil el día de hoy que hace 2500 años. Siempre ha sido difícil o imposible tratar de ser un verdadero creyente en Dios y a la vez agradar a los que no conocen a Dios. Pero mantenerse fiel a Dios y escoger agradar a Dios antes que a los demás, siempre ha resultado en bien del creyente (ver.20; 2:48-49). Escogieron adorar a Dios solamente. Para los judíos, el problema de estar en Babilonia no era solamente el de no participar en las creencias babilónicas sino en el hecho de que el rey ordenaba adorar su imagen. Los judíos sabían por experiencia propia, las consecuencias terribles de la idolatría. Los jóvenes de nuestra historia decidieron que no se postrarían ante la estatua del rey (3:12). Eso les trajo problemas con el rey y los gobernantes envidiosos. Pero Dios honró su valiente decisión. ¿Cómo actuarían Daniel y sus amigos ante las presiones de la cultura actual? Seguramente no como fanáticos desinformados, porque eran jóvenes muy cultos y preparados. Yo me los imagino (porque conozco tales jóvenes) como personas muy abiertas a oir y ver la realidad alrededor, pero que a la vez disciernen lo que es bueno de lo que es malo y que no participan en nada que pueda hacer daño a su fe en Dios. Buscaron tener una influencia significativa con sus vidas. Dios apreció la conducta y las decisiones de Daniel y sus tres amigos. Dios los honró y fueron colocados en posiciones de importancia en Babilonia, que por entonces era la primera potencia mundial. Daniel llegó a ser el segundo en el reino, sólo después del rey. La fe de aquellos jóvenes no era solamente mantenerse a la defensiva. Su fe fue activa. Ellos pusieron sus valores al servicio de Dios y el Señor los honró y los usó para tener una influencia grande en todos los niveles de la vida social, política y religiosa de Babilonia. Daniel, Ananías, Misael y Azarías no sucumbieron a las presiones de la sociedad que les rodeaba. Al contrario, al declarar lo que eran y creían, Dios los honró y los puso en alto. Ese mismo principio sigue vigente hoy. Asegúrate de vivir de acuerdo a la palabra de Dios y El te honrará delante de los demás. Serás cabeza y no cola. Serás alguien distinto. Serás tú mismo. Serás todo lo que quieras ser en Dios.