La Obra social y misionera de San Antonio María Gianelli en la Cuenca del Vara. Obra social Fidel Luxardo, en la biografía de Gianelli, publicada en el diario “La Liguria”, entre 1861 y 1864, resaltaba la caridad ejercitada por Gianelli en Génova durante sus años de docencia en el Seminario. Don Santiago, sobrino del Santo, que estudió a fondo esta biografía, a la que fue acotando amplias y minuciosas informaciones, observaba a propósito de esta afirmación: Es necesario decir “en Génova y más allá”,porque la caridad del Santo sobrepasaba los límites de esa ciudad, y narra dos episodios. En 1814, la gente de Cerreta estaba terminando el campanario de la pequeña Iglesia del pueblo, iniciado entre 1805 y 1806, y habiendo agotado todos los recursos, no podían comprar las campanas adecuadas para el campanario. Algunos habían sugerido que se colocaran las pequeñas y antiguas campanas, colocándolas sobre la fachada de la Iglesia, pero muchos no veían bien esta solución. Eran demasiado pequeñas y habrían deslucido en el nuevo campanario. Gran sostenedor de este proyecto fue un tal Vicente Gianelli, junto con toda su familia. Se suponía que llegado el momento, también colaboraría con el monedero. Pero a la hora de ponerse con los gastos, don Vicente se borró. Antonio Gianelli, sin decir una palabra, se hizo cargo de todos los gastos. Estas cosas las contaba, Santiago Gianelli, Padre del Santo, a sus nietos y bisnietos. Y estas cosas él las sabía bien y por vía directa, porque era el primer responsable de la administración de los bienes de la Iglesia de Cerreta. Otra intervención de Gianelli en favor de Cerreta y de la Cuenca del Vara, se tuvo en momentos muy dramáticos. Recrudecía la carestía de 1816-17. De lo que nos llegó por las memorias de los contemporáneos, parece que fue la más grave carestía de los últimos cincuenta años. Por falta de fuentes o memorias directas para la zona de la Cuenca del Vara, uno se puede hacer una idea de lo que pasó, por lo que Ángel Della Cella, en sus Memorias, escribió de Chiávari y de sus alrededores. Era tanto el hambre que reinaba en la zona, que las naves de Chiávari, se llegaban hasta Odesa, en el Mar Negro, en busca de trigo. “Los pobres, los hambrientos, que se volcaron sobre Chiávari desde los valles vecinos, giraban por la Ciudad en busca de ayuda; sus gritos enfurecían a los otros hambrientos, que prefrían rumiar en silencio el propio sufrimiento. Autoridades y simples ciudadanos ponían a disposición todo lo que les era posible para hacer llegar víveres. A esta masa humana que se había volcado sobre Chiávari, se le dio hospitalidad solamente hasta la primavera de 1817, cuando los víveres comenzaron a escasear y la situación se hizo sumamente crítica. El 6 de mayo, después de entregarle a cada uno, una discreta ración de pan, los pobres de otros municipios, fueron despedidos. La carestía dejó sus huellas: comenzó el tifus exantemático. La mortandad era tan elevada, dicen las memorias, que se dejó la antigua y piadosa costumbre de tocar la agonía (la campana). Esto en Chiávari y en las zonas más cercanas. En el interior el drama debe haber sido aún mayor, porque la carestía encontraba una situación de pobreza endémica. En la Cuenca del Vara como en otras partes, en Cerreta y zonas aledañas, la situación se hizo desesperante. Antonio Gianelli asumió, desde dentro, el sufrimiento de su gente y quiso dar su contribución. El, desde siempre proveía a muchos pobres en Génova. Buscó la colaboración de algunas señoras (de caridad y de la misericordia) que conocía bien, escribe don Santiago, y se apresuró a mandar “ayudas copiosas en trigo, maíz , arroz y porotos” destinados no solamente a Cerreta, sino también a los pueblos vecinos. Estas ayudas partían de Génova, por mar, hasta Sestri Levante. Aquí Santiago Gianelli, padre de nuestro santo, se ocupaba de hacer llegar la carga a destino y se servia de mulateros, porque no había caminos para los carruajes. Antes de emprender el regreso, hacía moler el trigo y el maíz en Sestri Levante. Para Chiávari estaba Odesa y había un municipio rico y ciudadanos pudientes. La parte pobre de la Cuenca del Vara, contaba con la solidaridad de su gente; estaba, sobre todo, el corazón de Gianelli y de sus familiares; ¿la diferencia? Chiávari, a un cierto punto cerró las puertas a los necesitados. En Cerreta, Casa Gianelli no las cerró nunca. Compartió hasta el último puñado de maíz y de trigo, porque esa era la voluntad de Antonio Gianelli en Génova, y esta era la sabiduría cristiana de Santiago, en Cerreta. En las cartas que el Santo escribía a los Párrocos, les pedía que mandaran sus pobres a Cerreta, en días determinados de antemano; habían establecido una rotación de turnos para que la distribución fuese más ordenada. “Estos pobres, anota don Santiago, venían en tropel o en pequeños grupos, y todos en aquellos dos años bendijeron la caridad de Antonio y de la familia Gianelli”. Esta ayuda a los pobres de la Cuenca del Vara por parte de Gianelli continuó como subvención ordinaria también después de los años de carestía, sobre todo durante los meses de abril y mayo, cuando comenzaban a escasear las reservas invernales y no estaba todavía madura la nueva cosecha. Ultimas anotaciones de don Santiago: “Siendo la carestía de 1816-17 gravísima, los habitantes de Cerreta empeñaron en Génova su hermosa lámpara de plata y uno de los cálices también de plata. Además contaban con la ayuda de la Señora Rebisso. Estos no habrían sido suficientes si no hubiese intervenido, generosamente nuestro don Antonio”. “La necesidad… sugirió…”. Es la atención al hombre, la sensibilidad social, la solidaridad humana, la filantropía, la caridad cristiana la que brota ante la situación. ¿Aparece la necesidad? La mente y el corazón buscan y dan la respuesta. En Antonio Gianelli, la fe interroga incansablemente la acción política, entendida como atención al otro, intervención en las urgencias, y la acción política interroga la fe, la despierta y le provee, en cierto sentido, la materia de la que debe nutrirse. ¡Fe operativa! Fe que se hace respuesta concreta, dada con amor, con inteli- gencia y profesionalidad. Gianelli pone cabeza y corazón en todo aquello que hace por sus hermanos. Esto es lo que leemos en su preocupación y solicitud por la gente de su tierra y por todos los pobres encontrados a lo largo de su vida. No basta ofrecer… Es necesario saber ayuda, saber ofrecer, como sugería a su sucesor en la Parroquia de Chiávari. Esta fue su gran capacidad organizativa: comprometer a los laicos, a los párrocos, a su familia. Donde no podía llegar por si mismo, sabía hacer llegar a los otros. Era un artista de la colaboración. ¿La confianza en su padre? Estaba más que motivada. Hablando de sus padres, solía decir que cuanto su madre lo superaba en agudeza de ingenio, otro tanto su padre lo superaba en el ejercicio de la caridad. ¡Santiago de Cerreta! Era un hombre incapaz de engañar. Era la persona justa, en el puesto justo. (Traducción del original italiano ANTONIO GIANELLI, UNA VOZ EN LA CUENCA DEL VARA, escrito por Sor María de la Natividad Tarquini, Capítulo I, p-3-6). SAN ANTONIO MARÍA GIANELLI Nació en Cereta el 12 de Abril de 1789, fue bautizado el 19 de Abril de ese mismo año. Mientras crecía era como todos los niños, corría, jugaba; le gustaba rezar, ir a misa e ir a la catequesis. Recibió a Jesús por primera vez en 1799. Antoñito ya grandecito y sueña con ser Sacerdote y misionero. Ingresa al Seminario en 1807 y a los 23 años de edad es ordenado sacerdote en el año 1812. Lleva a todos la luz, la alegría y el amor, ayuda a los pobres, visita a los enfermos, va por el campo y la ciudad con Jesús en el corazón. El 12 de Enero de 1829 doce jóvenes con sus corazones palpitantes y sus ojos iluminados con el reflejo de los ojos paternos, escuchan del Arcipreste Gianelli: "OS LLAMAREIS HIJAS DE MARIA SANTISIMA DEL HUERTO". El Instituto Gianellino nacía bajo la mirada de María. Y desde aquel lejano 1829 la semilla no dejó de crecer, formando mentes y corazones. Gianelli fue un visionario que, viviendo plenamente su tiempo, supo mirar siempre más allá. El 7 de Junio de 1846, fiesta de la Santísima Trinidad entró en la luz de la eternidad. Antonio María Gianelli soñó con una realidad maravillosa: lograr que sus brazos, su corazón y su vida no se acabaran con la muerte, sino que perduraran a traves del tiempo y de la historia.