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3 de Diciembre de 2011
REFLEXIÓN TELEVISIVA DE MONS. HECTOR AGUER
“EL ADVIENTO Y LA ESPERANZA”
“Estamos viviendo el tiempo litúrgico de Adviento, que son las cuatro
semanas en las cuales nos preparamos para celebrar la próxima Navidad”.
“La Navidad representa para nosotros el acontecimiento central de la historia
humana que es la venida de Cristo. Pero el Tiempo de Adviento no solamente se
refiere a ese hecho pasado, que es siempre presente, sino que también nos dirige
hacia el acontecimiento futuro que es la segunda venida de Jesús. En el Credo
profesamos que volverá, con gloria, para juzgar a vivos y muertos y su Reino no
tendrá fin”.
“Entonces, el Adviento tiene esta doble dimensión: por un lado celebramos el
primer nacimiento de Jesús, su primera venida, y por otro lado, aguardamos su
segunda venida, la afirmamos en la fe. Pero de uno y otro Adviento recogemos la
actualidad de la presencia del Señor, que ha venido, viene continuamente con su
gracia y vendrá definitivamente al fin de los tiempos”.
“Por la fe nosotros creemos en la vida eterna. Creemos que Jesucristo nació
en Belén, vivió, murió y resucitó para abrirnos las puertas de la vida eterna. Creemos
que en su segunda venida, precisamente, concluirá la historia humana e introducirá
a su Iglesia en la bienaventuranza.”.
“Nosotros por la esperanza aguardamos ese dichoso final que será nuestra
plena realización. Lo deseamos, confiadamente, lo aguardamos y lo deseamos con
pasión, apoyados en la gracia que nos da el Espíritu Santo, en la misericordia
omnipotente de Dios. Por la esperanza teologal nos situamos especialmente en el
nivel, a la altura, de aquel premio definitivo, de la auténtica felicidad que es la vida
eterna en la comunión con Dios para siempre”.
“¿Cómo podemos desear eso? ¿Cómo nos hacemos capaces de aguardarlo
como algo realmente posible, que debemos conquistar con la ayuda de la gracia de
Dios? Precisamente por esta especie de elevación que produce en nosotros la
Esperanza”.
“Los antiguos, los filósofos paganos, decían de la esperanza concreta del
hombre, de la esperanza humana, que es la elevación del ánimo”.
“Creer en la vida eterna no es una quimera, no es una fantasía. Nosotros
creemos en la vida eterna por la fe, pero estamos ordenados a ella, la deseamos y la
aguardamos por la esperanza. Quiere decir que la esperanza teologal nos pone en
comunicación, en comunión con Dios. Es en nosotros una facultad, una función de la
gracia de Dios, que nos eleva a ese plano divino”.
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“Santo Tomás de Aquino decía, respecto de la Esperanza teologal, que de
Dios no podemos esperar menos que a Dios mismo. Es decir que por la Esperanza
esperamos de Dios y esperamos a Dios”.
“Ahora bien, para un cristiano, desde esta cima de la esperanza teologal, se
esclarecen y adquieren sentido y consistencia todas las legítimas esperanzas
humanas. Con esta esperanza orientada a la vida eterna nosotros esperamos
muchas cosas buenas para nuestra vida temporal. Pero ¿por qué podemos
esperarlas así? Precisamente porque las conectamos con aquello que es nuestro
último fin. “Decía yo: “todas las legítimas esperanza humanas”. Todas las rectas
esperanzas humanas tienen que ser medios, instrumentos, para alcanzar aquel
último fin, y en ese sentido son asumidas por la esperanza teologal. Así el talante
espiritual, psicológico, afectivo, de la esperanza colorea la vida del cristiano. En este
tiempo de Adviento, sin duda, pero de algún modo siempre porque podemos
interpretar el Adviento como una especie de parábola litúrgica de la existencia
cristiana. Por eso el Apóstol San Pablo a las primeras comunidades, sobretodo a los
Romanos, les decía que debían estar alegres por la Esperanza”.
“A pesar de las muchas cosas que tengamos que afrontar y que no son nada
agradables, a pesar de que muchas de nuestras pequeñas esperanzas cotidianas no
se cumplan e incluso se frustren dejándonos una buena cuota de dolor, sin embargo,
nos alegramos por aquella esperanza fundamental que da sentido y orientación a
nuestra vida. Así también aprenderemos en qué cosas debemos poner nuestra
esperanza”.
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