Homilía para Adviento P. Juan Dumont Chauffour Lima, 1° de diciembre, 2013 Leer Romanos 13, 11 – 14 a Este texto nos dice el sentido de Adviento. “Estén pues vigilantes” “Ven casa de Jacob, caminemos a la luz del Señor” **** Una vez más, entramos en el tiempo de Adviento. En una época de Crisis mundial, de decepción, corrupción nacional. Una vez más, vamos a vivir una especie de “Triple Embarazo”, para llegar a una triple celebración “De Nacimientos” La de Jesús en el pasado, en el pesebre de Belén… nos dará esa alegría, pureza, vivencia, iluminación que nos regalan más de una vez los bebitos, ¡qué bello limpiarse en el dialogo con los bebitos La de Jesús al final de los tiempos, cuando la humanidad, la creación entera serán totalmente iluminados con Cristo, Transfigurados por Cristo: Fraternidad universal, paz universal, alegría universal…. Vamos anticipar ese nacimiento total en Dios. Es lo que dice Isaías: “Conquista la tierra que yo te doy” dijo Dios a Josué delante de la tierra prometida. Celebramos el futuro; pero tenemos que preparar y construir ese futuro por nuestra vida en coherencia con el evangelio. La de Jesús en cada uno de nosotros: si vivimos lo que dice Pablo, si participamos en la construcción de una humanidad humana, donde crece el Reino, seremos un pesebre de carne, la casa de la paz, de la luz, Seremos morada de Dios. **** Adviento, tiempo de tensión amorosa, no tiempo de penitencia, tiempo de marcha, de procesión: los Patriarcas, Profetas, pobres, justos de la Biblia, Maria y José, Juan el Bautista, y todos los seres humanos de buena voluntad, judíos y paganos en la medida que fueron constructores de buena humanidad fraterna. Ellos también han preparado la venida del Señor; y siempre habrá gente para preparar la venida del Señor **** Adentro de esas tres venidas, el niño, Cristo divinizando totalmente la creación (el punto omega de Teilhard de Chardin), Cristo en nuestra morada de Carne nos ubicamos. Pero según nuestra historia, nuestra edad quizás somos más sensibles a tal o tal venida. No sé por qué este año entrando en Adviento me atrae la persona del viejo Simeón: era bueno, piadoso, el Espíritu estaba en él; esperaba ese tiempo en que Dios vendrá a su pueblo y el sabia por revelación del Espíritu Santo no moriría antes de haber visto al Cristo del Señor. Viene al templo, encuentra a Jesús niño, se llena del Espíritu de Cristo (“El anciano cargaba al niño y el niño guiaba al anciano” dice una antífona) así Simeón vive también el encuentro total final y canta “Señor ahora ya puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has dicho porque mis ojos han visto al salvador que tu preparaste para presentarlo a todas las naciones, luz para iluminar a todos los pueblos y gloria para tu pueblo Israel” Ese canto debería ser el último canto de nuestra vida. Si creemos en ese encuentro divinizador sería normal desearlo como dice San Pablo. Pero se necesita pasar por la muerte; yo amo vivir; yo tengo miedo a la muerte y quizás en ese momento una especie de miedo a Dios; hemos caminado tanto, tenemos polvo y barro en los zapatos. ¿Por qué morir? ¿Por qué mueren las civilizaciones? Yo no puedo imaginar que tal catedral tan bella va a desaparecer. Vivir con apetito nuestra vida humana, dejando crecer en nosotros la vida divina El Amor: Palabra de Dios, Sacramentos, Comunidad, el Servicios a los pobres rostro de Cristo. Y algún día pasaremos totalmente a la victoria del Amor sobre todas las muertes; nosotros, la humanidad que gime en dolores de parto.