Qué es el Sumak Kawsay? César Hermida (médico, escritor y periodista ecuatoriano) El notable aporte cultural ancestral indígena del Sumak Kawsay o Buen Vivir (Vivir Bien en Bolivia), de acuerdo con muchos autores que ponen por escrito la antigua tradición oral de diversos pueblos de Nuestra América, tiene cinco principios: Sin conocimiento o sabiduría no hay vida (Tucu Yachay), Todos venimos de la madre tierra (Pacha Mama), La vida es sana (Hambi Kawsay), La vida es colectiva (Sumak Kamaña) y Todos tenemos un ideal o sueño (Hatun Muskuy). Estos se sustentan en tres principios de la filosofía andina: Reciprocidad como solidaridad entre los seres humanos (el “prestamanos” individual y familiar al construir una vivienda o la “minga” como acción colectiva de interés comunitario), incluyendo los mandamientos de no ser ladrón, ni mentiroso, ni flojo. Complementariedad de lo dual, contraria a la “dicotomía” occidental que todo lo divide, referida a los opuestos complementarios de un “ente” integral (el paradigma oriental del Ying y Yan) que se aplica al cielo y la tierra, el Sol y la Luna, lo claro y oscuro, verdad y falsedad, día y noche, bien y mal, masculino y femenino, contraposiciones de una misma entidad, y, correspondencia del todo con las partes, inclusiva, en donde el todo es más que la suma de las partes. Para el pensamiento andino la “individualidad” no existe, un hombre solo es un vacío, el cogito ergo sum individual es un absurdo, no solo un vacío en relación con los otros sino también un “no ser” en su relación armónica con la naturaleza. Los principios ancestrales se resumen en la armonía colectiva entre los seres humanos y con la naturaleza, sin hegemonías ni dominaciones, con una vida austera alejada del consumismo. Este último punto es crucial porque explica la búsqueda de un cambio civilizatorio, una alternativa propia del Abya Yala (Nuestra América) cuando la civilización occidental eurocéntrica de la modernidad capitalista decline. El consistente aporte del Sumak Kawsay se basa en principios éticos, que se entienden mejor en la ciencia occidental con la sistematización de la óptima calidad de vida sustentada en el derecho a la satisfacción de las necesidades humanas, tanto del cuerpo biológico de la herencia individual animal, como del grupo cultural y la sociedad con el rol del Estado. No se trata de un “modelo de desarrollo” basado en enfoques economicista, como productor de bienes de valores monetarios, sino en la realización del ser humano de manera colectiva con una vida armónica sustentada en valores éticos. De lo ancestral colectivo César Hermida Las sociedades ancestrales andinas son gregarias, tienen un pensamiento colectivo, “en donde todo tiene que ver con todo”. Son solidarias, fraternas, buscan el equilibrio con la naturaleza. Consideran al tiempo como circular y contemplan al pasado como que se hallara adelante mientras el futuro viene desde atrás, que es hacia donde caminamos, pero de espaldas. Queda mucho por conocer en Occidente sobre las características rituales y la cosmovisión de estas culturas ancestrales andinas, cuya riqueza se ha mantenido, a pesar de la explotación y subyugación ejercida por el poder y la cultura europeos durante cinco siglos. Catherine Walsh (en “Estudios culturales latinoamericanos”) cree que la “visión holística” es la condición básica del “buen vivir”, “que ha orientado las cosmovisiones, filosofía y prácticas de vida de los pueblos de Abya Yala y de los hijos de la diáspora africana durante siglos”. Dice que “son justamente estos pueblos, excluidos por el Estado, los que proponen el cambio intercultural y plurinacional del Buen Vivir o Sumak Kawsay, al reconocer y promover (…) un sistema de vida -que incluye la espiritualidad y todo lo vinculado con la madre tierra- (…rompiendo) radicalmente con el marco filosófico-político que orienta el Estado y la sociedad neoliberal”. Del planteamiento ancestral del “nosotros” solidario del Sumak Kawsay, debe tomarse la subjetividad individual del “alma”, la grupal de la “cultura” y la “espiritual” de la sociedad general. La operacionalización de la satisfacción de las necesidades humanas subjetivas es un proceso difícil; tener en cuenta la tranquilidad como calidad de vida, por ejemplo, que lleva a la emoción pasajera de la felicidad, es importante. Un niño de las favelas de Río, una barriada de Lima o un suburbio de Guayaquil, que se siente feliz porque su equipo de fútbol se coronó campeón, puede sin embargo tener una “calidad de vida” deficiente por la limitación en la satisfacción de sus necesidades objetivas del alimento, la vida familiar con la vivienda, la falta de medios, para no mencionar las deficiencias de servicios de responsabilidad del Estado. El reto es “validar” la satisfacción de las necesidades, afrontando las restricciones de la ciencia “oficial”, y proponer una ciencia propia que entienda mejor la migración, la identidad, la segregación por etnia, género, generación, la libertad, la protección familiar frente a la inseguridad, las condiciones de la creación artística, el espacio del ocio y la recreación. Salud, Buen Vivir y carreteras César Hermida Mucha gente piensa que tener salud es no tener enfermedades, y piensa, así mismo, que para el caso de las emergencias relativas a las enfermedades las carreteras son esenciales para llevar a los pacientes al hospital. Pero estas son verdades parciales, pues la salud no es solo la ausencia de enfermedades, ni las carreteras sirven solo para esos traslados o solo para el comercio y el turismo. La Organización Mundial de la Salud señala desde hace más de cincuenta años que “la salud es el bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de enfermedades”. Para entender mejor este concepto hoy se propone que “la salud es la satisfacción de las necesidades humanas, objetivas del cuerpo (lo físico), subjetivas de la cultura (lo mental) y sociales a cargo del Estado, entendidas como derechos”. Esta satisfacción da la óptima calidad de vida, que es el Buen Vivir. El concepto ancestral del Sumak Kawsay trae aparejados los cinco principios de “el conocimiento o sabiduría sin los cuales la vida no es posible, el respeto y cuidado de la Pachamama como madre de todos, la certeza de que la vida es sana, la comprensión de que es colectiva, y la esperanza de que todos tenemos sueños o ideales”, así como los tres principios de la filosofía andina: la reciprocidad (o solidaridad), la complementariedad (de la dualidad del cuerpo y la subjetividad, de lo masculino con lo femenino, etc.) y la correspondencia (del todo con las partes). La salud es entonces el Buen Vivir, o viceversa, como satisfacción de las necesidades del cuerpo (nutrición, sexualidad y trabajo sanos), de la subjetividad cultural (el conocimiento, los afectos, la libertad, la identidad, la protección, la creación, la recreación) y las obligaciones del Estado, entre ellas los servicios generales (agua, electricidad, medios de comunicación y vías de comunicación) y aquellas sociales (salud, educación, vivienda, bienestar social). Todas ellas entendidas como derechos. Las carreteras son vitales, no solo para la producción económica, el comercio, el turismo, sino para la movilización e intercambio de los productos esenciales para el uso como los alimentos, las relaciones familiares, el trabajo, las necesidades culturales, es decir, para una concepción integral del todo con sus partes, como propone el nuevo Plan Nacional del Buen Vivir 2013-2017, cuyos contenidos deben enseñarse en las escuelas, los colegios, las universidades, y con los medios de comunicación.