A Benjamin debemos también una original concepción de la revolución... rescatar para este momento. La revolución sería una interrupción en...

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Organizar el pesimismo
A Benjamin debemos también una original concepción de la revolución que necesitamos
rescatar para este momento. La revolución sería una interrupción en un proceso catastrófico
en que estamos ya inmersos. "Marx dijo que las revoluciones son la locomotora de la historia
mundial. Pero tal vez las cosas se presentan de muy distinta manera. Puede ser que las
revoluciones sean el acto por el cual la humanidad que viaja en tren aplica los frenos de
emergencia".
Sabemos que la crisis que estamos viviendo es mucho más que una crisis pasajera del
sistema, de la que saldremos pronto. Sabemos además que no hay retorno a un pasado que
no volverá. El verdadero problema no es el déficit o la deuda. El problema es que el sistema,
además de estructuralmente injusto, es inviable, insostenible. Es sencillamente absurdo creer
en un progreso material continuado a través del aumento incesante del consumo en un mundo
de recursos finitos.
Y esto, tan inquietante y tan perturbador como obvio, es de lo que no se quiere hablar. No
cabe la pregunta por el futuro. Vivimos en la hipertrofia del presente, amplificada hasta la
saturación por los medios de comunicación, una verdadera 'ideología del presente' que nos
impide imaginar el futuro (Marc Augé).
A este fracaso de la imaginación política apunta el poeta Jorge Riechmann: "Vivimos en una
sociedad / donde resulta más fácil imaginar el fin del mundo / que el final del capitalismo / Y
sin embargo / el capitalismo no tiene siglos por delante de sí: / solamente decenios. / Hay que
pedir a nuestros contemporáneos / un vigoroso esfuerzo de imaginación".
Sabemos que nuestro modo de vida no es generalizable. Si para los antiguos, como señaló
Hans Jonas, la naturaleza humana era limitada y el mundo infinito, hoy la potencia humana es
casi ilimitada frente a una naturaleza débil y amenazada. Tenemos que cambiar radicalmente
el paradigma de civilización por una cuestión de responsabilidad con las generaciones
siguientes, para asegurar la permanencia de la vida humana sobre el planeta.
Somos la única especie que ha intentado mejorar sus oportunidades de supervivencia a
través de la transmisión de la cultura, una capacidad única en la evolución. Pero hay sobradas
razones para dudar de nuestro éxito. Como dice el sociólogo Harald Walser, este experimento
lleva apenas 40.000 años, su variante occidental 250, y en ese ínfimo lapso se destruyeron
más las bases para la supervivencia que en los últimos 39.750 años anteriores. El futuro está,
pues, seriamente amenazado para los humanos.
Si alguna certeza tenemos sobre ese futuro es que va a estar lleno de violencia. Conforme
empeoran las condiciones de vida del presente disminuye nuestra capacidad de anticipar las
oportunidades y amenazas futuras. Finalmente "las comunidades humanas de supervivencia
también son siempre comunidades de exterminio" (Norbert Elias).
Es difícil pensar en esto cuando los efectos de desposesión de la crisis están tan encima que
sólo admitimos argumentos que no den una salida inmediata, un alivio de las formas agudas
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de necesidad. Pero hay una coincidencia muy amplia entre los científicos en asegurar que los
próximos veinte años serán decisivos, y que verán surgir un mundo muy diferente. El tiempo
no es mucho pero sí las resistencias. No podemos seguir como hasta ahora, pero las
dificultades para producir un cambio parecen insalvables y sus posibilidades mínimas. Basta
mirar el ciego comportamiento de las élites de poder en la crisis actual. Los únicos cambios
-impuestos- son para desequilibrar cada vez más una sociedad ya muy polarizada. Es esta
entropía social la que hay que detener.
El que no haya razón para el optimismo no es una razón "para callar lo que debe ser dicho y
puede ser hecho" (Reyes Mate).
Sabemos que el futuro será necesariamente más ético, más sostenible y más justo en el
reparto de los recursos (ahora ya a escala planetaria) o simplemente no será. En esta
encrucijada es el pesimismo de la inteligencia el que nos obliga a organizarnos para la acción,
sabiendo que no podemos repetir la forma de pensar y actuar que nos ha traído hasta aquí.
Hay que abrir un nuevo espacio mental, y plantear democráticamente cómo queremos vivir en
el futuro. Organizar el pesimismo es ahora y aquí organizar la indignación y la desesperación,
articularlas social y políticamente para producir los cambios radicales -es decir, desde la raízque necesitamos.
(Arículo publicado en diario La Opinión de Murcia el 18/5/2013:
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/05/18/organizar-pesimismo/470161.html)
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