DIEGO JIMÉNEZ

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La naturaleza libro abierto. (La Opinión, 10/08/04)
DIEGO JIMÉNEZ
Hice una escapada por carretera a las tierras del norte de España en la
primera quincena de julio. Y, como Don Quijote, me tropecé frecuentemente
con molinos. Pero si el Ingenioso Hidalgo alzara hoy la cabeza, es seguro
que no arremetería contra esas enormes torres blancas con molinos de tres
aspas que extraen del viento, ese don gratuito de la Naturaleza, la energía
que vorazmente consumimos. Hay algunos, pocos, en nuestra Región. Hay
bastantes en Castilla-La Mancha. Pero se ven, a centenares, en Navarra, la
comunidad autónoma que ha apostado fuertemente por la energía eólica en
España.
La Unión Europea fija como objetivo para el año 2010 la producción de hasta
un 12% de energía de fuentes renovables. A España, dentro de ese plan, le
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correspondería producir el 29,4% del total. En los últimos años, muchas
comunidades autónomas han hecho un esfuerzo notable para disminuir la
factura petrolera. Y así, Galicia, con 1.549 megavatios (en adelante, MW) de
potencia instalada, está a la cabeza. Le siguen: Navarra, precisamente, con
953; Aragón, con 952, y Castilla-La Mancha, con 910. Murcia, con 11 MW, está
a la cola de todas las autonomías, sólo superada por Baleares, Cantabria,
Extremadura y Madrid, donde la energía eólica es inexistente o simplemente
testimonial. Y con 0,07 MW de potencia instalada, Murcia está a la cola
también en energía fotovoltaica.
Cito esas cifras a tenor de la polémica desatada por el informe reciente de
la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), cuestionando
los costes de la desalación en comparación con los del Trasvase del Ebro
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previsto en el PHN. Ya dije en un artículo anterior que, desde luego, la
desalación no es la panacea que resuelva nuestra secular falta de agua.
Pero cargar las tintas en contra de la propuesta ministerial actual,
evidenciando la falta de recursos energéticos y el alto coste
medioambiental, ignora lo poco que se ha hecho en esta Región para
disminuir, con energías limpias, la dependencia energética exógena. Además,
si nos atenemos a las emisiones de CO2 a la atmósfera, el análisis de FAES
se ha hecho teniendo en cuenta que la electricidad necesaria procedería de
centrales termoeléctricas de carbón, hoy obsoletas. Y, además, omitiendo
que, en contra de las estipulaciones del Protocolo de Kioto, las emisiones
en España de CO2 aumentaron de 1996 a 2002 en un 31,4%, cuando nuestro país tenía fijado
un límite del 15% respecto de los niveles de 1990 para el
periodo 2008-2012.
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Algunos expertos afirman que con centrales de ciclo combinado de gas las
emisiones a la atmósfera no superarían los 0,8 millones de toneladas de CO2
-el 0,2 % del total de emisiones de GEI (gases de efecto invernadero)-. Y si
se añade una potencia eólica adicional de 1.000 MW para compensar el consumo
de electricidad de la ósmosis inversa de las desaladoras, las emisiones de
GEI serían nulas. El problema es que, en esta Región, el mito del
crecimiento a toda costa nubla las mentes, incapaces de ver que son
compatibles crecimiento y respeto al medio. Pero mucha gente tiene clara esa
cuestión. Por eso, el pasado día 24 de julio, unas 300 personas, desafiando
a ese sol inclemente que castiga nuestras tierras, hicimos una marcha desde
el viejo poblado de Atamaría, junto al campo de golf de La Manga, hasta
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Portmán. Queríamos llamar la atención sobre la desclasificación de parte del
parque natural protegido de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del
Águila con fines urbanístico-especulativos. Al ir a recoger los coches, nos
encontramos con que cuatro de éstos, entre ellos el mío, tenían las ruedas
pinchadas. Alguien no admitía que nuestra actuación siguiera la máxima de
ese gran maestro de la Ilustración, Rousseau: “Hay un libro abierto para
todos los ojos: la naturaleza”.
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