José María Avilés, experto en bulling y psicólogo de STEE

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José María Avilés, experto en bulling y psicólogo de STEE
"Los que acosan a sus compañeros de aula pueden ser los agresores sexuales o laborales del mañana"
JESÚS IRIBARREN – Pamplona
-Últimamente se habla mucho de fenómenos acabados en '-ing' como mobbing, burning... ¿Qué es el bullying?
-El término viene de bull, toro, y bully, que es el matón. La traducción literal sería matonismo. Se refiere a situaciones de intimidación y acoso
en todos los ámbitos, incluido el laboral, que toma el nombre de mobbing. Pero con bullying nos referimos a situaciones de acoso e
intimidación entre iguales en el ámbito escolar. Las primeras investigaciones surgen en los años 70 en Escandinavia cuando salta a la prensa
el caso de dos chicos que se suicidan. Uno de sus profesores, que luego ha sido un estudioso del tema, se preocupa por saber qué ha
sucedido y descubre que no podían aguantar la tensión de ser acosados todos los días por sus compañeros. A partir de ahí se suceden las
investigaciones en Europa.
-Cuando hasta ahora se hablaba de "violencia en las aulas" siempre se piensa en profesores que no pueden con alumnos
adolescentes y problemáticos o que un docente se extralimita con un alumno... -El hecho de que la violencia en sentido horizontal, la
intimidación entre iguales haya saltado a la palestra es porque hay una preocupación por parte de una serie de investigadores en todos los
ámbitos por poner al descubierto lo pernicioso y dañino de estas situaciones. Esto ha existido siempre. Todos en nuestro colegio hemos tenido
compañeros acosados o hemos presenciado humillaciones y maltrato a alumnos y alumnas. Ha ocurrido siempre, está pasando ahora y es un
tema que hay que solucionar porque fundamentalmente provoca perjuicio a tres bandas. Existen tres personajes que participan en estas
situaciones y ninguno sale bien parado a futuro: la víctima, el agresor y los espectadores, aquellas personas que contemplan lo que sucede y
actúan o no según su criterio. Las consecuencias son para todos. Por una parte para la víctima es indudable que levantarse todos los días por
la mañana y pensar que tiene que ir a un sitio donde hay personas físicas con nombres y apellidos, con cara, que le van a acosar, agredir...,
no es ningún plato de gusto. Incluso padece estados de situación anticipatoria que hacen que sufra antes incluso de que suceda eso. Puede
provocar estrés, dolores de cabeza, vómitos, diarreas... Somatizan la presión de tal manera que la consecuencia inmediata es que no vuelvan
a clase. Ese es el momento en el que los padres terminan de enterarse que algo les sucede a sus hijos e hijas. Pero es demasiado tarde.
-¿Y las consecuencias para los agresores?
-La persona que agrede sistemáticamente, que impone su voluntad por la fuerza y de manera dañina ante sus compañeros está aprendiendo
que puede conseguir objetivos en la vida a partir de la violencia, sometiendo y machacando a los demás. Esto es muy dañino para la
conformación de la personalidad. Como padres debemos preocuparnos de que nuestros hijos no tengan un perfil así. Y luego hay otra
cuestión poco estudiada pero muy preocupante: las consecuencias que tiene en aquellos que contemplan esto y no hacen nada para evitarlo.
El tramo 12-16 años que yo he estudiado, la adolescencia, es una etapa decisiva a la hora de conformar el desarrollo moral de los sujetos. Es
decir, que sepan diferenciar qué está bien, qué está mal, qué es bueno, qué es malo y por qué hago yo las cosas que hago. El hecho de vivir
cotidianamente situaciones de injusticia, contemplarlas y no hacer nada supone un proceso de habituarse, acostumbrarse que eso sucede y
que no pasa nada. Conformar la moral así, para nuestros hijos espectadores, es muy pernicioso.
-Se suele decir que la escuela sirve para formar futuros ciudadanos... ¿Qué harán cuando salgan del colegio estos personajes tipo?
Está en juego algo más que la mera convivencia en un aula, quizá gran parte del futuro de la sociedad que queremos...
-Sin embargo hay que encuadrar el tema en su justo término. Efectivamente en la escuela se puede estar aprendiendo eso. Pero la escuela,
¿qué reproduce? ¿Los valores imperantes en la sociedad? Los niños vienen a las aulas, pasan cinco horas pero, ¿dónde transcurre la mayor
parte de su tiempo? ¿En el ámbito familiar? ¿Qué valores incorporan? Hay que buscar las causas de esto y muchas veces no están en la
escuela sino en el ámbito familiar, en cómo se conforman las relaciones entre padres e hijos. Desafortunadamente para los docentes que
estamos tratando de que esto cambie es así.
-¿Qué pueden hacer los padres? Ya comenta que es difícil que se percaten de lo que pasa y también puede haber casos en los que
incluso se refuercen actitudes negativas. Esos comentarios de "tienes que espabilar", "si te pegan, defiéndete"...
-Los padres tienen que luchar y funcionar siempre pensando en el niño y en lo mejor de su desarrollo. Tienen que tener claro desde un
principio de qué lado están. A la víctima hay que ayudarla de múltiples maneras. De entrada la primera y de emergencia es separarla del
agresor. Pero además hay que ayudarla a que sea capaz de defenderse de forma asertiva, no de forma agresiva. Que pueda encontrar
alternativas, salidas para que no se hunda en ese pozo. Como padres de agresores es vital que les dejen claro sus hijos/as de qué parte
están. Suelen cometerse errores. El hecho de ponernos incondicionalmente de parte de nuestro hijo no siempre es correcto. En cualquier caso
hay que discriminar claramente dónde está lo moralmente correcto. Como padres tenemos que entender si hacer sufrir a otro chico o chica es
algo admisible o no. Entonces hay que ser claros con nuestros hijos hasta el punto de que o cambian de conducta o nosotros vamos a ser los
primeros promotores de la denuncia de esa situación. Y, finalmente, en el caso de los espectadores, exactamente igual. Es un tema con dos
ámbitos. El espectador se mueve pensando que si denuncio esto puedo ser tildado de chivato o si lo hago puedo pasar a engrosar la fila de
las víctimas. La situación es difícil. Hay que ayudar a nuestros hijos a que se pronuncien y a que militen de alguna manera del lado de las
víctimas, del lado moralmene más correcto desde nuestro punto de vista. Pero esto es complicado y es algo que, además, no debemos hacer
por ellos, tomar decisiones en su nombre. Incluso cuando sea una víctima. Si denunciamos que nuestro hijo es objeto de este acoso lo
debemos hacer siempre de acuerdo con él y apoyándole. Lo mismo en los otros casos. Siempre con su conocimiento y consenso, nunca
suplantando porque esto significa quitar responsabilidad. Y los chavales necesitan ser educados en la responsabilidad.
-¿Pero cómo se da cuenta un padre o madre de que tiene un hijo en cualquiera de estas tres situaciones?
-Normalmente cuando la situación es ya insalvable. Pero las investigaciones dicen que incluso la mayoría del profesorado no se da cuenta de
eso. Sobre todo porque estas situaciones suceden en los espacios y tiempos donde no hay adultos presentes: pasillos, recreos, comedores,
aseos... Los padres terminan enterándose demasiado tarde. Todo esto hay que saberlo y aprenderlo. Es importante que en los lugares de
riesgo existan monitores, educadores.... Cuando los adultos están, aunque no intervengan, los casos disminuyen mucho. Ésta es una medida
sólo de dinero en manos de la Administración, ni siquiera de formación. Además entre la víctima el agresor se restablece una relación muy
dañina: la víctima está condenada a encontrarse con el agresor y éste busca encontrarse con ella.
-Habla de los padres y Administración, pero los profesores también tienen un papel importante ya que son casi los únicos adultos
en ese mundo...
-No es fácil abordarlo como un profesor sólo. Es muy importante trabajar en equipo y en estrecha colaboración con los padres. La comunidad
educativa tiene una asignatura pendiente. Lo primero es determinar en qué proporción sucede. Una vez sabido qué pasa se pueden tomar
medidas para trabajar con planes sobre bullying. Un recurso que ha dado buen resultado ha sido el teléfono amigo, un teléfono anónimo al
que pueden llamar víctimas para denunciar su situación. Es muy importante que sean los propios alumnos quienes se involucren y es clave
dar con mediadores. También existen técnicas específicas para tratar a víctimas y agresores individualmente, aunque es un asunto global que
requiere soluciones entre todos. Los profesores no podemos admitir que en colegio haya gente que sufra, esto choca con todo concepto
educativo. Los padres también deben formarse adecuadamente. Muchos estudios demuestran la importancia del grado de afectividad y
emotividad que hay en casa, el modo de afirmar su autoridad... Si los padres la afirman pegando los hijos aprenden que ésa es la manera y la
trasladan al colegio. Este país tiene un asunto pendiente como es el de dotar a las familias para educar a sus hijos. En muchos casos no
saben o no tienen tiempo. Delegan en la televisión. Es un asunto institucional no particular ya que las consecuencias no son privadas, sino
sociales. Los acosadores de la escuela pueden ser los acosadores sexuales, laborales o agresores sexistas del mañana.
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