EL DERECHO AL AFECTO

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CARLOS ALBERTO JIMÉNEZ V.
Magister Comunicación y Educación
PHD Profesor Titular Universidad Libre Seccional Pereira
EL DERECHO AL AFECTO
Una de las demostraciones más tristes de “analfabetismo afectivo”, sucedió a finales
de la década de los ochenta, cuando los niños de los orfanatos rumanos fueron
adoptados por familias occidentales. Hasta ser adoptados, se les estimuló poco o nada,
no habían sido individualmente atendidos por adultos , y lo peor del caso, no habían
recibido nada parecido a la ternura, al afecto o el amor fraternal de los padres.
De esta forma por mucho que hayan recibido amor en sus hogares adoptivos gran
número de ellos se hicieron adultos con problemas emocionales y sociales que
repercutieron en comportamientos violentos, otros desarrollaron un cuadro de atraso
mental; algunos presentaron un gran retroceso en el lenguaje y en la apropiación del
conocimiento; mientras que otros murieron, debido a que fueron propensos a desarrollar
infecciones de toda naturaleza, pues la ausencia del afecto bloquea el sistema
inmunológico. Hoy sabemos que para que se desarrollen las defensas del cuerpo, son
fundamentales todos los sistemas de apoyo afectivo que necesita el ser humano (caricias,
abrazos, cariño, estimulaciones táctiles .etc )
El ser humano no sobrevive a la ausencia de afecto, ni mucho menos a la indiferencia,
pues todos necesitamos que se nos reconozca como seres incompletos y dependientes
de amor y de afecto. En este sentido podríamos afirmar que se puede sobrevivir sin una
adecuada alimentación, sin música, sin visiones y olores; pero no podemos sobrevivir sin
afecto ni caricias. He ahí nuestra fragilidad humana. ( Un niño prematuro, cuando se
acaricia el peso aumenta en mas del 50%)
El desarrollo afectivo y emocional es la base biológica, sobre la cual se fundamenta el
desarrollo cognitivo, pues filogenéticamente del sistema límbico (emociones),
evolutivamente surge la corteza cerebral (racionalidad). Desde esta perspectiva es
necesario, el aporte de actividades y ambientes propicios para el desarrollo adecuado de
estos procesos, en los cuales es fundamental la mediación humana. Tales ambientes
corresponden, proporcionarlos inicialmente la familia y luego la escuela. En el espacio
familiar es necesario que la madre se identifique naturalmente con el niño en sus
primeras fases de desarrollo, para tener la capacidad de ponerse en su lugar y
comprenderlo en sus necesidades naturales de dependencia afectiva, es decir, los
abrazos, el calor, los gestos, los halagos, los silencios y en especial el contacto directo
como caricia son esenciales. De esta forma la mano al acariciar tantea y es incierta, no
tiene propósitos, no es violenta, sirve para acariciar de igual forma como se hace con el
gesto, con el balbuceo, con los susurros del lenguaje, con el calor humano.
Los procesos afectivos anteriores son indispensables, no sólo para que el niño crezca
sano, sino que dichas interacciones sociales fortalecen todas las vías de interconexión
neuronal que viajan desde el tálamo hasta el córtex frontal, originando de esta forma una
potenciación de los procesos sicológicos superiores del hombre como son: la memoria, el
aprendizaje, la percepción y el pensamiento de alto nivel.
Recordemos que estas actividades se dan dentro de ambientes naturales, en los cuales
no es necesario un proceso de instrucción para las madres. La comprensión intuitiva de
la madre, basta para cuidar a su hijo sin haber aprendido a hacerlo; en realidad la
riqueza esencial de esa comprensión intuitiva consiste en que es natural y no ha sido
alterada por el aprendizaje. Como afirma el pediatra inglés Donald Winnicott "La madre
no puede aprender lo que debe hacer ni de los libros, ni de las enfermeras”. Puede
haber aprendido mucho de su propia experiencia infantil y también de la observación de
otros padres con sus hijos o de haber participado en el cuidado de sus hermanos, y
fundamentalmente ha aprendido cosas de vital importancia jugando a la mamá cuando
era niña.
Si no existe afectividad y amor en los procesos de desarrollo humano, no existe la
posibilidad de ser creativos, ni la probabilidad de la socialización. Por consiguiente,
nuestros niños deben de crecer en una relación madre-bebé de total aceptación corporal
y esto se hace a través del amor y del afecto. El investigador chileno Humberto Maturana
nos dice : “Todo sistema social humano se funda en el amor, en cualesquiera de sus
formas, que une sus miembros, y el amor es la apertura de un espacio de
existencia para el otro como ser humano, junto a uno". De esta forma ocurre en el fluir
de conductas relacionales a través de las cuales la otra, el otro, o lo otro, surge como
legitimo otro en convivencia con uno.
En lo relacionado con la influencia de lo afectivo en la Educación, es necesario
argumentar que la escuela fuera de ser un centro de saber, debe de ser un espacio
atravesado en toda su dimensionalidad por el afecto. La teoría pedagógica debe de estar
impregnada de amor, comprensión y compasión y no de un cúmulo de manifestaciones
frías de tipo académico.
En conclusión todos los comportamientos que se producen en el desarrollo afectivo,
como: los gestos del rostro, la respiración de la madre, el latido del corazón, las caricias,
los masajes, los olores y colores de la piel, la mirada cara a cara (en la cual el bebé se ve
a sí mismo en la cara de su madre), los abrazos, el juego con su cuerpo y movimiento, las
canciones de cuna, los gestos y otra cantidad de formas silenciosas de comunicación,
repercutirán en su corporalidad, en su lenguaje, en su imaginación, en la fantasía y en la
construcción del conocimiento .
CARLOS ALBERTO JIMENEZ V.
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