Ciudad de plomo: la Oroya, en Perú, es un caso extremo de los problemas que puede generar una deficiente regulación ambiental. Cecilia Niezen America Economia News Service (Spanish) 341.B (May 25, 2007): pNA. Todos los días hábiles, a las 8:30 de la mañana, 100 niños dejan sus hogares en la ciudad peruana de La Oroya y se suben a un bus para dirigirse al poblado de Casaracra, a 10 kilómetros de distancia. Allí, los niños reciben alimentación, educación y, sobre todo, bocanadas de aire limpio. A las cinco de la tarde, cuando la chimenea de 160 metros de altura de la fundición metálica de La Oroya baja sus niveles de emisión de gases y la mayor parte del polvo de plomo, de cadmio y de arsénico que expulsa al aire yacen depositados en las calles de la ciudad, los pequeños retornan a sus casas. El traslado de estos niños, seleccionados por tener los más altos niveles de plomo en la sangre, es una de las medidas que se han tomado en La Oroya para facilitar la convivencia de sus habitantes con el principal motor económico de la ciudad, el Complejo Metalúrgico de La Oroya. La fundición de minerales en este antiguo complejo, hoy propiedad de la multinacional estadounidense Doe Run Company, genera empleo directo e indirecto a buena parte de los 33.000 habitantes de la ciudad. Pero, a la vez, ha convertido a la pequeña urbe en uno de los 10 lugares más contaminados del planeta, según un reciente estudio de la organización conservacionista Blacksmith, con sede en Nueva York, la cual lista a la ciudad andina junto a Chernobyl. Según un informe de 2005 de la Universidad San Luis de Missouri (EE.UU.), el 99,9% de los niños de La Oroya tienen niveles de plomo en la sangre que exceden ampliamente los estándares recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las concentraciones de dióxido de azufre en el aire, otro compuesto emanado por la chimenea, también exceden los estándares de la OMS, sostiene Blacksmith, y a causa de ello la lluvia ácida ha destruido la vegetación de las laderas adyacentes a la ciudad. el plan incumplido El de La Oroya es quizás el resultado más extremo de un problema que se repite en varias ciudades de América Latina: la incapacidad de generar una normativa ambiental que incentive proyectos productivos con respeto al medio ambiente. Aunque la planta funciona desde 1922, las primeras medidas para resolver el problema ambiental recién se tomaron en 1996. En ese entonces, Centromín Perú, la empresa estatal que operaba la fundición, elaboró el Plan de Adecuación y Manejo Ambiental, conocido como PAMA, que implicaba inversiones de US$ 107 millones para acabar con la contaminación en 10 años. En 1997, cuando Doe Run, una de las mayores productoras de plomo del mundo, adquirió el Complejo Metalúrgico de La Oroya, se comprometió a cumplir con el plan ambiental. Hoy el complejo metalúrgico es un negocio expansivo: compra concentrados de minerales que refina y vende a todo el mundo, reportando ventas sobre los US$ 1.000 millones en 2006. Pero ya se han cumplido los 10 años del plazo original, y si bien algunos proyectos del PAMA, como la construcción de una planta de tratamiento industrial para evitar la contaminación del río Mantaro, han sido concluidos, el proyecto central --la construcción de una planta de ácido sulfúrico para reducir la emisión de gases contaminantes-- sigue sin ejecutarse. Valorizada en US$100 millones, esta planta es el punto más costoso del PAMA y ha sido considerada por el Consejo Nacional del Ambiente (Conam) como clave para reducir la emisión de gases y metales pesados de la fundición a la atmósfera. "Heredamos un plan inapropiado", sostiene Víctor Andrés Belaúnde, director de asuntos corporativos de Doe Run Perú. "Uno de los principales problemas del PAMA es que no tenía ninguna medida para reducir las emisiones fugitivas de plomo". Según el vocero, la empresa propuso un nuevo plan que invertiría US$ 240 millones, más del doble de la suma inicial, y que incluía la construcción de tres plantas de ácido sulfúrico en lugar de una. El detalle es que ejecutar el PAMA ampliado requiere más tiempo. La decisión de la empresa no cayó bien. "El PAMA se refiere a objetivos ambientales logrados en un período de tiempo más que a montos invertidos", dice María Chappuis, ex directora de minería del Ministerio de Energía y Minas del Perú. "Además se está confundiendo la inversión del PAMA con el plan de modernización del complejo, siendo que son dos compromisos diferentes que asumió la empresa hace 10 años". menos emisiones Con todo, el Estado peruano aceptó la extensión de los plazos a Doe Run por tres años más, hasta fines de 2009. "Para entonces el problema de emisiones tiene que estar resuelto", dice Juan Valdivia, el actual ministro de Energía y Minas. La posición de José Gutiérrez, alcalde de La Oroya y ex trabajador del complejo, no es tan entusiasta. "El Estado ha hipotecado el aire de La Oroya hasta fines de 2009", dice. Gutiérrez afirma que el presupuesto municipal, de US$ 2,5 millones anuales, tras gastos administrativos y obras de saneamiento, queda algo corto para invertir en salud y mitigación ambiental. De acuerdo a Doe Run, la empresa ya muestra algunos avances ambientales, por ejemplo, el plomo en la sangre de los trabajadores de la fundición se redujo en un 36%. Conforme a sus propias mediciones, la empresa afirma que en 10 años la emisión de material particulado ha caído de 147 a 72 microgramos por metro cúbico, siendo 100 microgramos el límite permitido. El plomo, en ese mismo período, pasó de 38 microgramos a 23, con un límite de 25, mientras el arsénico pasó de 28 a 12 microgramos, con un límite de 25. En el logro de estas metas habrían ayudado proyectos como la instalación de un sistema de filtros que impide que el polvo de plomo salga del ámbito de procesamiento. También la pavimentación de 60.000 m2 del complejo, inhibiendo que el polvo de los metales pesados se mezcle con la tierra y luego se esparza por la ciudad. "En total, hemos invertido US$ 110 millones en mejoras con el objetivo de resolver los problemas", dice Belaúnde. "Y seguiremos invirtiendo en planes como el traslado de niños". Para la parlamentaria peruana Gloria Ramos, sin embargo, "el asunto es que deben reducirse las emisiones". Ella propone que, hasta que se construyan las plantas de ácido sulfúrico, la zona sea declarada en emergencia ambiental y de salud, y que "el Estado ordene reducir la producción de Doe Run hasta que se culminen las inversiones necesarias para reducir la contaminación a niveles aceptables para la salud". José de Echave, director de la ONG Cooperación, que elabora un proyecto de vigilancia en la zona, señala la gravedad de la situación, al punto que, según él, no se debe descartar la opción de reubicar a los pobladores, propuesta que ya fue recomendada en los 90 por algunos organismos internacionales, pero que no se ha discutido debido a los costos que singifica tratar con cerca de 5.000 propietarios de casas y comercios asentados alrededor del complejo. "Sería otra forma de terminar con La Oroya, que vive principalmente de la fundición", dijo un poblador que prefirió no ser identificado. Por ahora, la principal línea de acción de la municipalidad y ONG gira en torno a la educación ambiental --promoviendo el barrido de casas o el lavado de manos en los niños-- y la búsqueda de mecanismos de vigilancia, para apoyar la fiscalización del Estado en el cumplimiento del nuevo cronograma de inversiones ambientales de Doe Run. Un grupo de ONG ha interpuesto ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una demanda contra el Estado peruano por haber incumplido su deber de velar por la salud de los pobladores de la zona al ampliar el PAMA de Doe Run. "La petición busca que el organismo intervenga para que los pobladores tengan atención médica inmediata", dice Carlos Chirinos, abogado de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental. Y es que, para muchos, el retraso en la construcción de las plantas de tratamiento no son sólo dos años y medio. Para los oroyinos, son 30 meses más de minerales pesados acumulándose en el cuerpo. El 99,9% de los niños tiene en su sangre niveles de plomo que exceden los estándares de la OMS. Cecilia Niezen, Lima Source Citation: Niezen, Cecilia. "Ciudad de plomo: la Oroya, en Peru, es un caso extremo de los problemas que puede generar una deficiente regulacion ambiental." America Economia News Service (Spanish) 341.B (May 25, 2007): NA. Informe. Thomson Gale. University of Florida. 7 Aug. 2007 <http://find.galegroup.com/itx/infomark.do?&contentSet=IACDocuments&type=retrieve&tabID=T003&prodId=IFME&docId=A164424188&source=gale&sr cprod=IFME&userGroupName=gain40375&version=1.0>.