Mis queridos amigos, profesores de los Colegios Corazonistas: Desde que me enteré de vuestro Encuentro, tenía muchas ganas de conoceros, de saber lo que pensabais y, sobre todo, cómo vivíais vuestra misión educativa corazonista. He seguido con gran atención lo que habéis dicho sobre la figura de nuestro Fundador, el buen Padre Andrés. En particular quería saber cómo la veíais y sentíais desde vuestra condición de profesores seglares. Yo, cuando conocí a Andrés, ya era Hermano; lo mismo ocurre con todos los Hermanos de hoy, que han seguido conservando la memoria del Fundador. Vuestra visión, os lo aseguro, puede ser muy enriquecedora. He aquí un resumen de vuestras aportaciones. Así habéis visto a Andrés Coindre: Hombre de gran carisma para la predicación. Un gran comunicador, pero supo dedicar lo mejor de su vida a una tarea que en, aquel tiempo, era considerada de segunda o tercera categoría: la educación de los niños. Dedicación plena hacia los demás. Generoso y bondadoso, su entrega sin límites por atender a las necesidades de la infancia y juventud pobre manifiesta su gran corazón, así como su sensibilidad social. Esta entrega le lleva a renunciar a una vida más cómoda y a un futuro brillante como gran predicador y se traduce en una inmensa capacidad de renuncia y sacrificio. Podríamos decir que la felicidad de los demás fue su propia felicidad. Esta dedicación a los demás llegó a tal extremo que le provocó la enfermedad y la muerte prematura. Conocedor de que él no podía llegar a todo ni a todos, y que no tenía todos los carismas, buscó colaboradores y los formó como educadores cristianos. Les otorgó toda su confianza y no tuvo ansias de protagonismo. Hombre de gran carisma supo siempre ser humilde. Persona “adelantada a su tiempo”. Una muestra palpable de ello es su relación con Claudina Thévenet y sus compañeras, otorgándoles toda su confianza y dándoles responsabilidades en una sociedad y una Iglesia en que la mujer contaba para muy poco. Esto se manifiesta también en su relación con los seglares, acudiendo a ellos para dar respuesta a las necesidades de los niños y jóvenes pobres y en necesidad. Hombre apasionado; un luchador, valiente y constante, que lucha por lo que cree que está bien, aun encontrando adversidades por el camino. Nunca se rindió por cumplir con su misión, a pesar de todos los obstáculos que tuvo que superar. Su perseverancia y constancia ante esas dificultades, manifiesta una gran determinación para conseguir los proyectos que se había trazado. Hombre de Iglesia. A pesar de tantas trabas como encontró, la amaba como a su familia. Prefirió saber retirarse, quedar en segundo plano antes que criticarla. Pienso que es una muy buena síntesis. Se la presentaré al Padre Andrés, pero sé que no le gustan mucho las alabanzas y que me dirá que se dejen de hacer documentos y que se pongan a trabajar. Pero, al mismo tiempo, puedo aseguraros que se sentirá muy orgulloso de todos vosotros. Y no digo nada lo satisfecho que va a sentirse el Hermano Javier que, desde que llegó a las moradas eternas, no para de hablar y hablar de lo bueno que era el Padre Andrés. Quisiera deciros dos pequeñas aclaraciones: ¿Os habéis dado cuenta que de todas estas cosas que habéis encontrado en el Fundador sois ahora vosotros, junto con los Hermanos, los responsables de hacerlas vivas en los colegios Corazonistas de hoy? Habéis hablado de sus virtudes pero quizás no habéis insistido en lo que estaba en la fuente de todo ello: su inmenso y ardiente amor de Dios, su contemplación del Corazón traspasado de Jesús. Nunca habría tenido los ojos abiertos a las necesidades de los niños y jóvenes si antes su corazón no se hubiera inflamado de Dios, toda Bondad. Estad atentos porque, a veces, vuestras múltiples ocupaciones y preocupaciones, os pueden hacer olvidar el acudir a esta Fuente, de donde manan todas las gracias para vosotros y para vuestros alumnos. Mis mejores saludos. Continuad con generosidad y creatividad, aquella aventura educativa y evangelizadora que comenzamos Andrés, Javier y yo mismo, vuestro amigo, hermano y colega Hermano Policarpo