Alain Badiou Por Verónica Gago Cargué el siglo sobre mis hombros y dije: responderé por él. Esta frase de un personaje sartreano es la que Alain Badiou elige para sí, para su compromiso sin resquicios con lo contemporáneo y para su concepción de la filosofía. Una forma de hacerse cargo del mundo y de algunas de sus más grandes palabras: idea, verdad, comunismo, amor. No llama la atención entonces que haya escrito un bellísimo libro de historia y filosofía titulado justamente El siglo(2005): así de simple, así de amplio. Nacido y criado en territorio colonial francés(Rabat, Marruecos, 1937), luego se educó como "provinciano" en el interior de Francia y llegó a París en 1956, durante la guerra de Argelia, contra la que militó decididamente. Con una madre dedicada a la literatura y un padre matemático, confesó en irónico tono autobiográfico que la única síntesis posible era optar por la filosofía. Esa doble herencia se trasluce también en su escritura, que varía entre un registro extremadamente formal y riguroso, por momentos críptico, con una prosa poética, de trabajada sencillez. Con ambos padres compartió también ser un normalien: alumnos de la célebre ÉcoleNormaleSupérieure, de la cual hoy Badiou es profesor emérito. Vivió la convulsión política de mayo del 68, los años rojos, desde las calles. El 68, como irrupción de una nueva forma de hacer política y de una idea de vida política también nueva, fue fundante de su filosofía. A ese acontecimiento aun le es fiel. Porque en esa fidelidad, que es reinvención y transformación, dirá Badiou, hay producción de verdad, despliegue del acontecimiento y alumbramiento filosófico. En esa línea, su ya clásico El ser y el acontecimiento (1988) –en diálogo directo con Ser y tiempo, de Heidegger– propone una ontología que es una teoría de la ruptura: acontecimiento es el nombre que quiebra lo dado para hacer lugar a una posibilidad nueva. Esa reflexión se continúa en el reciente Lógica de mundos. El ser y el acontecimiento 2 (2006). Sus reconocidos maestros son una tríada clave de ese siglo que Badiou elige cargarse al hombro como un estandarte o una bandera: Sartre, Lacan y Althusser. Del primero toma que no hay idea sin elección vital: ésa es la lección de pasión existencialista. Del segundo la pregunta por el sujeto y sus formas: la combinación difícil pero íntima de la poesía de Mallarmé y el rigor del pensamiento formal matemático. Del último, la filosofía como combate perpetuo y como zona específica no exenta de obligaciones: aun cuando la divergencia política fue inevitable a partir del 68, Badiou atesora su fidelidad al maestro del estructuralismo.Tan sólo un año antes, en 1967, Badiou formó parte del efímero Grupo Spinoza, dirigido por Althusser, por entonces ligado al Partido Comunista Francés. Lo hizo junto a otros discípulos también jóvenes de Althusser comoPierre Macherey yÉtienneBalibar. Aunque los maestros se pueden contar, Badiou ha cultivado el don de la multiplicidad: se dedica a componer música, obras de teatro, novelas y guiones de cine, piensa a partir de las matemáticas y el psicoanálisis, hace política y es ferviente escritor de manifiestos. Su filosofía, no podía ser de otro modo, también se trata de multiplicidades: amor, arte, ciencia, política. Y es que hay una apuesta a la inmanencia entre su método y su preocupación filosófica. Agreguemos: es ese concepto nodal –el de multiplicidad–el que abre un terreno común y de divergencia con ese pensador a quien se auguró como el filósofo de otro siglo, el actual: Gilles Deleuze. Es el propio Badiou quien propone aunarse con él, en una trayectoria de oposición frontal, como tándem paradójico (polémica que se despliega en Deleuze. El clamor del ser,1997). Con Deleuze, en todo caso, los mancomuna el combate con los llamados nuevos filósofos, los portavoces de la crítica vulgar al comunismo que mimados por los medios fueron el reverso reaccionario y arrepentido del 68 en las décadas siguientes. Fuetambién allá por el 68, cuando Badiou fue convocado por Michel Foucault –recientemente nombrado al frente del departamento de filosofía de la convulsa universidad de Vincennes-a formar parte del equipo de profesores junto con Jacques-Alain Miller, Jacques Rancière, François Châtelet, Balibar y Deleuze. Cuenta Rancière que junto a Badiou, como representante activo del estructuralismo maoísta militante organizaron “huelgas de hambre en el curso de Deleuze”. Durante unos cuantos años Badiou fue un activo militante maoísta del Grupo para la fundación de la Unión de los comunistas de Francia marxista–leninista (U.C.F.M.L.). A mediados de los años 70 escribía que la verdad de la filosofía radicaba en la relación con el partido y que “la vanguardia obrera maoísta” va por delante de los intelectuales, incluso en lo que se refiere a las cuestiones filosóficas esenciales”. Sus textos de entonces (Teoría de la contradicción) fueron traducidos en España a inicios de los 80. También fue director de la revista militante CahierYenan, que apoyaba “al gran timonel”. En esa trayectoria teórica y política, el compromiso con el pensamiento se vuelve para Badiou pasión de lo real: fuerza subjetiva, voluntad militante capaz de desplegar una idea, de ir más allá –siguiendo a Platón- del régimen de opinión, de lo que existe como dado. Abrir una posibilidad a partir de la potencia de verdad de una idea. En este sentido, el sujeto se crea: depende de un acontecimiento. Es un devenir, no una sustancia. Lo mismo la verdad: no es un juicio, sino una producción. Por esto lo real es discontinuo. No siempre hay política, dirá Badiou. O la política es rara,de secuencias fugaces. Y eso porque este filósofo descree radicalmente de la estabilidad representativa. La política entonces es lo contrario al consenso democrático propio de la globalización del mercado. Para definirla afirmativamente: la política tiene como exigencia la producción de justicia. Desde aquí, hay una idea que Badiou insiste en preservar: La hipótesis comunista (2009). Palabra que porta una síntesis de la política, la historia y la ideología y que, sobre todo, aferra una actualidad o, dicho de otro modo, una eternidad infinita. Es la Idea, con mayúscula, la que para Badiou anticipa los posibles ante lo imprevisible del acontecimiento. Esa Idea, universal, sin embargo se combina con la singularidad de las situaciones, donde se experimenta, de modo local y frágil, eso que se llama verdad. Se desprende entonces otro axioma de lafilosofía badiouista: la política se construye a partir de una distancia con el Estado. Y esto porque la irrupción del acontecimiento político fija al Estado, mide su alcance, rompe la ilusión de su omnipotencia. El Estado, al interior de la máquina conceptual de Badiou, es un sistema que limita los posibles, que prescribe qué es lo imposible/lo posible. El acontecimiento, al tener la proyección de lo infinito como lo propio de una situación, anula esos límites, descubre lo imposible como posible. El momentoacontecimental finalmente es aquel en el cual la lógica igualitaria toma lugar, donde igualdad y libertad dan otro estatuto a la idea de democracia. Aquí las afinidades y diferencias con su colega Rancière son sutiles pero relevantes (puede verse un análisis del propio Badiou al respecto en la compilación argentina Compendio de metapolítica, 2009). Esta otra noción de democracia, la que le interesa a Badiou, tuvo en el siglo pasado nombres concretos: soviets en la Revolución bolchevique y zonas liberadasen la apuesta maoísta. Más cerca, Badiou ha postulado a los colectivos de inmigrantes sin papeles como otro nombre, actual, de esa democracia. Como un acontecimiento que situó en Francia una novedosa condición obrera y un desafío frente a una sociedad que, según Badiou, debe preguntarse ¿Qué representa el nombre de Sarkozy? (2008). Corolario, entonces: la política –tal como la postula el Badiouposmaoista– es sin partido, lo cual noimplica desorganización, sino otras formas. En los años`80 Badiou fundóLa organización política. Una de las tareas principales que se han dado es el trabajo con migrantes indocumentados. Desde esa situación parece surgir uno de los postulados más internacionalistas del filósofo: "No hay más que un mundo". Unidad performativa que rompe la "división artificial y asesina" que organiza al mundo occidental. Ese mundo único -como axioma y principio- es el que no abandona la hipótesis de un comunismo genérico: "Una primera consecuencia es el reconocimiento de que todos pertenecemos al mismo mundo al que yo pertenezco: el obrero africano al que veo en la cocina del restaurante, el marroquí al que veo cavando una zanja, la mujer con velo que cuida de unos niños en el parque. Con ello invertimos la idea dominante del mundo unido por objetos y signos, para hacer una unidad de seres vivos, activos, aquí y ahora". Badiou, un filósofo comunista, aquí y ahora. En Argentina, se destaca la obra de Badiou ya desde hace dos décadas gracias a la tarea de la revista Acontecimiento, dirigida por el filósofo Raúl Cerdeiras, traductor también de El ser y el acontecimiento. Hay muchos libros importantes traducidos al castellano en la prolífica producción de Badiou: Teoría del Sujeto (1982), Primer Manifiesto de la Filosofía (1989), Segundo Manifiesto de la Filosofía (2009), Ética (1993), San Pablo (1999), Breve tratado de ontología transitoria (2002), Condiciones (2003), De un desastre oscuro. Sobre el fin de la verdad de Estado (2006), Pequeño manual de inestética (2009), La filosofía, otra vez (2010), Elogio del amor (2010).