Ricardo Jerez v A mador de los Ríos La educación en los próximos años Aparentemente hablar de los años próximos en relación a la educación resulta cuando menos una exigencia de desarrollar dotes adivinatorias, por las que, casualmente, quien pergeña estas líneas no se ha distinguido nunca. No obstante hay otra exigencia, al menos en apariencia de más valor, por cuanto acometer una tarea de naturaleza tal acarrea la perentoria necesidad de reflexionar sinceramente acerca de lo que es y de lo que puede ser. Obviamente tenemos una realidad para cuyo análisis de coyuntura «in extenso» no es este lugar, aunque no podamos pasar de largo sin aportar las características genéricas que informan la realidad educativa, a nuestro modo de ver auténtico punto de partida para entender lo que será. En primer lugar hay que citar la «disgregación del sistema educativo» como verdadero punto de arranque. Ya se que ésto no es nada original. Que las distintas etapas de nuestro sistema educativo viven en total desconexión es algo que saben hasta los niños de EGB. Nos hallamos en un maremagnum de etapas cuyos objetivos reales y no legales son difusos y cuyas expresiones direccionales apuntan a muy diversos blancos. Si preguntáramos en la calle cuál es el objetivo de la EGB no nos podríamos asustar de la respuesta, que dejo a la imaginación del lector. Lo mismo pasaría con los demás niveles, aunque reconozcamos que las respuestas sobre el nivel universitario tendrían un toque mucho más realista, lo cual no quiere decir que fueran más acertadas. Existe una conciencia, y no sé si en esto habrá una coincidencia de pensamiento, de que la educación, al menos a niveles primarios, es una solución a problemas sociales y familiares en un mayor valor accidental que esencial. Al mismo tiempo esta manera de pensar se ve, en cierto modo, corregida por la idea de que la educación es redentora de situaciones sociales injustas, en lo que se echa sobre las espaldas de los hijos la solución de los complejos de los padres. En otro orden de cosas, el ambiente general respira por cualquier parte la idea de la participación, sin que se sepa muy bien a qué tipo de participación se refiere Cuenta y Razón. núm.25 Diciembre 1986 y hasta dónde llega. La redacción de las nuevas leyes trabaja ciertamente en este sentido, pero no existe hoy por hoy un marco referencial real participativo. Dicho de otra manera, lo que antes era reivindicación se ha desnaturalizado a la hora de hacerse realidad, hecho que ocurre no sólo en el terreno educativo sino también en otras muchas facetas de la sociedad. Desde otro punto de vista y por muchos peros que se pongan a la actual oferta de puestos educativos, lo cierto es que España cuenta con el suficiente número de plazas escolares sea cual fuere este nivel, si dejamos aparte lo que concierne al preescolar. Incluso podríamos afirmar, aunque nunca llueve a gusto de todos, que en algunos niveles los puestos que se ofertan son excesivos, lo cual es causa directa de posteriores falsas configuraciones, a la hora de las demandas, haciéndose populares ideas tan insensatas como creer que niveles no obligatorios de derecho lo sean de hecho. En resumen, podríamos afirmar que hay puestos escolares para todos, sin meternos en el análisis de quiénes son esos todos y para qué son esos puestos escolares. En lo concerniente al profesorado se pueden decir tantas cosas que el simplificar parece una tarea cuando menos implicadora de una falta de valor en el análisis. Las diferentes etapas del sistema educativo español cuentan con un profesorado legalmente suficiente, procedente de un hecho sociológico de avalancha y por lo tanto de regular calidad, dicho sea con el mayor de los respetos, pensemos que la mayor parte de nuestros profesores lo son a partir de 1970 y pertenecen muchos de ellos a grupos que han ingresado en la labor docente más por la necesidad social que por sus propios méritos. Es evidente además que los profesores españoles están mal tratados tanto económica como socialmente y que son en cierta manera la parte del bocadillo que queda comprimida por el empuje de los otros elementos del hecho educativo. Por mucho que se pretenda orientarle, magnificar su labor y dedicarle una atención social resulta a todas luces un esfuerzo vano si realmente no se lleva a cabo una función que consiste en la simple tarea de marcar las pautas de exigencia del propio sistema. Por último, y en un rápido recorrido por el hitos de la educación actual, no podemos dejar de lado el estado de los dos tipos de oferta educativa o, lo que es lo mismo, hablar del estado mismo de la vieja y ya agotadora polémica sobre la libertad de enseñanza. Obviamente, tal y como la LODE ha dejado las cosas, poca enseñanza privada queda ya en un estado de virginidad en lo que respecta a su dependencia del Estado. Digamos que existe una minoría de Colegios que al no acogerse a los conciertos ha preferido correr la aventura de ofrecer a los padres un ideario y un estilo de educación a cambio de los altos costes del puesto escolar. Pero esto es un hecho aislado en el ojo de un huracán que considera a la educación como «servicio público» y por tanto no gravosa para las economías familiares. De hecho partimos de una educación que podríamos llamar nacionalizada, lo cual consiste en el fervor privatizado de otros ámbitos de la vida social. A partir de estos presupuestos, que pueden ser o no compartidos, es desde donde dé alguna forma se puede vislumbrar lo que en unos años cercanos pueda ser la educación en España. Y en estos quien escribe no puede sustraerse a la tentación de proponer soluciones, pero ello resulta un trabajo más político que de prospectiva y, en suma, de poca honradez. La primera afirmación que se nos ocurre posible sobre el futuro educativo es su falta de conflictividad. Hay que reconocer que hasta hace poco tiempo la educación bien por cuestiones cuantitativas, bien por cuestiones cualitativas o bien por valores ha sido uno de los fundamentales campos de discrepancia dentro de la sociedad española. Sin embargo, la perspectiva se nos ofrece mucho más tranquila y aquietada, y ello tiene una explicación lógica en la absoluta carencia de problemas cuantitativos. Tengamos en cuenta que hoy en los medios de comunicación nacional es noticia la falta de 200 puestos escolares en la población de Móstoles, cuando hace pocos años hubiera sido uno más entre los numerosos problemas de principio de curso. Tengamos en cuenta también que grupos que antes estaban alejados de la educación son ahora y al menos sobre el papel protagonistas y parte responsable, aunque sea a niveles muy locales; por poner un ejemplo, problemas que antes eran de la Administración han quedado relegados a problemas internos de los Centros que deben ser resueltos por los Consejos Escolares. Por lo tanto no creo en buena lógica que el futuro nos ofrezca una batalla de conflictividad por la existencia de puestos escolares, fundamentalmente en niveles obligatorios. Hay un hecho que conviene constatar y que sí va a tener una decisiva influencia en lo que concierne al futuro: cada día, debido a mayor información sobre métodos anticonceptivos, el número de niños que debe ingresar en la enseñanza obligatoria es menor, y ello puede tener dos consecuencias: o bien los cursos se van a ver vaciados de alumnos y el famoso número áureo de la ratio profesor-alumno se va a ver muy disminuido, o bien la imaginación de los responsables tendrá que buscar una finalidad nueva para multitud de edificios educativos que se van a ver prácticamente vacíos de alumnos. Cabría la fácil respuesta de aventurar que los edificios dedicados a EGB pasarán a ser ubicación de otros niveles, pero esta sería una respuesta simplista a un complejo problema. Tal y como ahora nos diseñan las bases legales educativas en un plazo de tiempo nos vamos a encontrar con una educación de doble tez; por una parte una democracia dentro de los Centros y por otra con un férreo control del Estado. Y es éste el más interesante dilema que nos importaría desmenuzar por su importancia y trascendencia. Dado que la LODE ha sido declarada constitucional por el T.C. y que por lo tanto no se puede poner ni una sombra de duda al respecto, tenemos que entender que la libertad de elección está garantizada. Otra cosa es la libertad interescolar. ¿Existe realmente un sistema de pesos y entrepesos en la composición de los Consejos Escolares que garantice el equilibrio entre las partes interesadas? ¿Podrá el profesorado desarrollar todas sus capacidades o se verá maniatado por los otros elementos? ¿Funcionará el sistema de representación de los padres o languidecerá día a día chocando con el muro docente? ¿Habrá posibilidad de que se establezcan dentro de un Centro educativo corrientes plurales en cuanto a los conceptos edu- cativos o se vivirá bajo la bota del grupo de presión con más peso? En suma, sólo el futuro podrá responder de una forma taxativa. No obstante, caben dudas que se apoyan en la realidad. Ciertamente los órganos colegiados aseguran, al menos sobre el papel, un cierto control social de la educación, que en un país civilizado parece suficiente. Y sin embargo parece reforzarse día a día, bajo el logismo encubridor de que «quien paga inspecciona», el hambre de la inspección estatal menos profesional, y por lo tanto debemos intuir que más política. Dicho de otra manera, el Estado interviene y dicho con más fuerza interviene el dinero en una manera y la potestad sancionadora en la otra. No parece, pues, que sea esta la manera de sacar positivas conclusiones de futuro. Sólo la voluntad decidida de los ciudadanos, bien como educadores, responsables de sus hijos o bien en ciertos casos educando, hará posible una educación en libertad y para la libertad. Esperanza es lo único que no nos puede faltar. Por último, si las dos últimas décadas fueran las de la cantidad, creemos que las futuras serán las de la calidad, lo cual va a ser una tarea francamente difícil. Difícil porque cuando se habla de calidad no todo el mundo habla de lo mismo. Pero sí es cierto que la educación camina hacia una mejor formación integral de la persona como aspiración. Pero la calidad es cara, exige dinero, investigación y grandes dosis de sentido común. En cuanto a lo primero habrá que cambiar los conceptos de costes, que no serán de supervivencia solamente sino también de medios fundamentales, y en ello entra también el segundo punto. El tercero es que a todos nos hace falta si queremos llegar a tener una sociedad educada. R.J.yA.delosR.* * Archivero.