DESAFIOS DE LA PRODUCTIVIDAD EN LA MINERÍA CHILENA Estimados amigos y amigas de la industria minera, Para mí es un honor poder compartir con ustedes esta tarde una visión de la minería chilena y, sobre todo, de los desafíos que debemos enfrentar ahora si queremos seguir siendo exitosos y, de esta forma, contribuir al crecimiento y desarrollo de Chile. Nuestra historia, especialmente nuestra historia económica, está ligada estrechamente al progreso de la minería. El oro, luego la plata, el carbón y el cobre, el salitre y de nuevo el cobre ayudan a explicar cómo ha ido progresando Chile hasta llegar a ser hoy un país al borde del desarrollo. Estamos al borde del desarrollo gracias en gran parte a la minería, especialmente a la minería del cobre y a su auge en las últimas décadas. Tal como destaca Patricio Meller en su libro “La viga maestra y el sueldo de Chile”, que debería ser materia obligatoria para nuestros estudiantes, desde 1990 la producción chilena de cobre se multiplicó 3,6 veces. Este salto enorme se generó a partir de una política de Estado, impulsada en los años ochenta y mantenida en el tiempo, que incentivó la inversión privada en minería para sumar esfuerzos a lo que ya realizaba el país a través de Codelco. Las iniciativas de grandes empresas mineras internacionales, atraídas por facilidades para la inversión extranjera y reglas claras, y de emprendedores chilenos, como don Andrónico Luksic Abaroa, ayudaron a desarrollar nuevos distritos mineros, con modernas tecnologías y estándares de gestión. Hoy Codelco controla el 28% del cobre que se exporta desde Chile, otro 20% es generado por un conjunto de compañías mineras nacionales, muchas de mediana minería, y el 52% restante por mineras internacionales. Sumado sus esfuerzos, estas empresas han logrado que en Chile se produzca una de cada tres toneladas de cobre producidas en el mundo, todavía a mucha distancia sobre productores relevantes como China y Perú. Esto revela el éxito del modelo minero chileno. Desde 2006, el alza en la producción coincidió además con precios altos en comparación con el promedio histórico. El año pasado, los envíos de cobre realizados desde Chile sumaron US$ 40 mil millones, más de 10 veces el valor exportado en 1990. El 57% de nuestras exportaciones provino de la minería, muy por sobre la industria, con 35%, o la agricultura, con sólo 8%. De esta forma, desde 2004 la minería ha contribuido con más de US$ 86 mil 500 millones a los ingresos fiscales, lo que equivale alrededor del 20% de todos los ingresos recaudados por el Estado. Sin duda, como dice Patricio Meller, el cobre ha aumentado el nivel de bienestar de la sociedad chilena y hoy es mucho más importante que antes. Chile se ha vuelto adicto al cobre, asegura, porque sus precios altos han permitido más gasto público y estimulado el consumo. A pesar del éxito alcanzado en las últimas dos décadas, hoy la minería enfrenta un conjunto de condiciones que afectan su competitividad y, por lo tanto, su capacidad de seguir creciendo en beneficio de Chile. En pleno súper ciclo del cobre, la industria tuvo que invertir para afrontar el agotamiento de los minerales. Entre 2004 y 2012 se destinaron cerca de US$ 34 mil millones a proyectos mineros, logrando sólo mantener la producción del 2004; nada si se considera que en los 14 años anteriores, inversiones por US$ 40 mil millones permitieron un salto de más 4 millones de toneladas. Este estancamiento se rompió en 2013, cuando se agregaron 300 mil toneladas a la producción nacional, tendencia que debería mantenerse este año gracias a la puesta en marcha de nuevas minas como Sierra Gorda, Ministro Hales y Caserones. Claro que con mayores necesidades de inversión y con niveles de dificultad adicionales: algunos técnicos, otros con conflictos ciudadanos, y otros de certeza jurídica de los permisos. Hoy es más difícil aprobar grandes proyectos de inversión en Chile, no sólo en el ámbito minero, debido a razones regulatorias y a la defensa de intereses particulares, que en muchos casos desembocan en la judicialización. Es muy raro que un proyecto se construya y opere sin enfrentar juicios, los que pueden tardar años en ser resueltos. Cada vez existe más conciencia en el Estado y en la sociedad sobre los problemas que enfrentan las inversiones en minería. Creo que hay intención de buscar caminos para garantizar que cumplamos con la ley y las normas, y al mismo tiempo evitar incertidumbres que alejen a los inversionistas. Los permisos ambientales no pueden transformarse en un mero paso previo a la definición final que toman los tribunales. Por otra parte, como industria debemos afrontar también el aumento en los costos de operación. De acuerdo al Consejo Minero, producir hoy una libra de cobre es 66% más caro que en 2008. Esto significa casi un dólar más por cada libra, lo que resta competitividad. Parte de este incremento se explica por la baja en las leyes de los minerales que se explotan en Chile, las que han disminuido 30% desde 2004. Es verdad que este es un fenómeno global, pero el descenso acá ha sido más acelerado. En 1994, sólo el 24% de la producción de cobre del mundo provenía de yacimientos con mejores leyes que las chilenas. En 2020, se estima que esta cifra sobrepasará el 40%. Un factor adicional que incide en el aumento de costos es el precio de la energía, que explica el 20% de los gastos de producción. El año pasado, en promedio el valor del MW hora superó los 100 dólares, tanto en el SIC como en el SING, exactamente el doble que en 2006. Y estábamos contentos, especialmente en la zona centro, porque este precio fue mucho menor a los 136 dólares por MW que llegamos a pagar en 2009. El costo de la energía influye además en otro aspecto clave tanto para los costos de operación como para habilitar la posibilidad de nuevos proyectos. Prácticamente no existen fuentes disponibles de agua continental desde la zona central al norte, lo que nos obliga a usar agua de mar, ya sea desalada o, como lo hacemos nosotros en Minera Centinela, sin desalar. En cualquier caso, se requiere elevar agua desde el nivel del mar hasta la Cordillera, lo que exige energía. En estos últimos meses hemos visto un cambio positivo, porque el Estado parece haber asumido un papel activo en la tarea de asegurar la disponibilidad de energía en el mediano plazo y, de esta forma, comenzar a disminuir también sus costos. La energía es demasiado importante para el desarrollo de Chile y por eso resulta fundamental impulsar la agenda energética definida por el ministro Máximo Pacheco. Como empresas mineras, un desafío adicional es incrementar la productividad. El éxito y crecimiento de la minería desde 2006 se ha reflejado en que más de 800 mil personas tienen trabajos relacionados con el sector, 200 mil de ellos de manera directa. Ha habido un aumento constante de las remuneraciones, las que han crecido 65% en los últimos 7 años. El problema es que este fuerte aumento en las remuneraciones no ha sido acompañado por mayor productividad. Al contrario, la productividad ha bajado más de 30% desde 2006, si se le mide como número de toneladas de cobre producida por trabajador. Cambiar esta realidad depende de nosotros. Junto con incorporar tecnología, debemos poner especial atención en la selección y formación de nuestro capital humano. Necesitamos atraer a los mejores trabajadores, para lo cual ya estamos haciendo esfuerzos con iniciativas como el Consejo de Competencias Mineras y Veta Minera. Por esto es que hrmining 2014, el tercer Seminario internacional en Gestión de Capital Humano que estamos inaugurando hoy, es tan oportuno y ha concitado tanta atención. Efectivamente, este desafío de competitividad y productividad de la minería es una tarea que tiene que ser abordado principalmente por las empresas. Somos nosotros los que tenemos que hacernos cargo, en esto no podemos transferir la responsabilidad al Estado o a otros grupos de interés. Esperamos que este Seminario sea una instancia de intercambio y de reflexión que nos permita innovar y avanzar. En este contexto, no quiero cerrar mis palabras sin referirme brevemente a la Reforma Laboral que impulsará el Gobierno en las próximas semanas. Esperamos que no se introduzcan cambios que puedan afectar la competitividad y productividad de la minería, perjudicando su crecimiento en los próximos años. Los trabajadores mineros tienen una alta sindicalización, superior al 90%, y prácticamente todos negocian colectivamente sus contratos. Sus salarios y beneficios están muy por sobre la media nacional. Por eso, históricamente la conflictividad ha sido baja. En las compañías del sector en que ha habido paralizaciones, siempre se han resuelto dentro del marco institucional vigente. Las mineras no han utilizado, por ejemplo, la posibilidad de reemplazo en huelga, lo que refleja de la intención de buscar acuerdos y de no escalar los conflictos. Las relaciones laborales en la minería, por las características de sus operaciones, que requieren de conocimientos especializados y complejos, son por definición de largo plazo. A diferencia de otros sectores de la economía, los mineros suelen estar durante años trabajando para una misma empresa, con la que habitualmente desarrollan una relación de confianza y difícilmente se cambian a otro sector. Esperamos que la Reforma Laboral no afecte este clima de entendimiento, porque es un factor importante en las ventajas competitivas de nuestra minería. Estamos al borde del desarrollo, pero todavía no hemos dado el paso definitivo. Estoy seguro que, para seguir avanzando, necesitamos más minería, mejor proyecto, con reglas claras, en un marco que nos permita competir a nivel global y seguir creciendo en beneficio de Chile y de los chilenos. Les deseo un Seminario provechoso y doy una especial bienvenida a todos los participantes que vienen del exterior. Muchas gracias.