XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 24/8/2014 Isaías 22, 19-23; Salmo 137; Romanos 11, 33-36; Mateo 16, 13-20. En la liturgia de la Palabra de este domingo se nos invita a ver y alabar a Dios porque sigue cuidando de su pueblo a lo largo de la historia, y, esto lo hace muchas veces de manera que nos cuesta comprender, porque como bien se nos indica en la segunda lectura, “¿quién conoció la mente del Señor?” , el creyente no es el que sabe cómo Dios actúa sino el que reconoce la actuación de Dios en su vida, en la historia y por eso sabe cumplida la petición en oración que hoy le dirigimos en el salmo responsorial: “no abandones la obra de tus manos”, Dios no nos ha abandonado, sigue con nosotros y sigue actuando en nuestro mundo. Un ejemplo de la actuación y la presencia de Dios en nuestro mundo nos lo ofrece la profecía de Isaías a Sobná y las palabras de Jesús a Pedro en el Evangelio que se proclama este domingo. Sobná, mayordomo de palacio, era mucho más que un criado o un servidor: era el hombre de confianza del rey, el que después del rey, dentro de la casa del rey, el palacio, tenía más autoridad, lo que demuestra que solo él tuviera todas las llaves del palacio, cosa que ni el propio rey tenía. El profeta Isaías anuncia que este mayordomo va a ser destituido y sustituido por otro, cosa que históricamente pasó, y el motivo nos lo da el profeta al decirnos que es lo que va a hacer y ser su sucesor: “será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá”. La misión bíblica del rey era en nombre de Dios guiar, cuidar, proteger las necesidades del pueblo de Dios, que le había sido confiado, el rey, delega en su mayordomo, y este debe ejercer su responsabilidad siendo padre para ese pueblo. Podemos sustituir al rey o Señor por Dios, y a Sobná por cada uno de nosotros, los bautizados y ungidos en el bautismo como reyes, nuestra misión es preocuparnos del pueblo de Dios, de los demás, de nuestros hermanos, y ello, en nombre de Dios nuestro Padre y Señor, si no lo hacemos, Dios puede destituirnos y confiar esa misión en otros, como los primeros cristianos interpretaron el cumplimiento de esta profecía, así Cristo es el Señor que destituye al Sanedrín y al Templo para confiar la misma misión a la Iglesia, con el fin de que esta sea Padre-Madre para su pueblo. El Evangelio nos presenta a Simón-Pedro como aquél que conoce a Dios, que sabe quién es Cristo, y que da la respuesta correcta. Conoce a Cristo como un mayordomo de palacio debía conocer a su rey y Señor, y por tanto, Cristo, actúa como Señor que cumple la profecía de Isaías, entregando a Pedro las llaves y el poder de atar y desatar en la tierra y en el cielo. Nosotros, en la medida que estamos unidos a Pedro en su confesión de fe, en la medida que también creemos que Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, tenemos ese poder y esa misión, pero ¿la cumplimos? ¿de quién somos padres? ¿nos preocupamos de los demás, nos preocupan los problemas de los demás y tratamos de resolverlos como si fueran nuestros hijos? Si no lo hacemos, por muchas misas que oigamos y velas que encendamos, posiblemente nos pase lo mismo que a Sobná. Un abrazo, José Luis.