Hola compañeros « Maestrillos sin fronteras »… Me llamo

Anuncio
Maestrillo sin Fronteras - Jairo Bayona (COL)
Experiencias de Misión
02/03/07
Hola compañeros « Maestrillos sin
fronteras »… Me llamo Jairo Bayona,
soy de Bogotá (Colombia), tengo 37
años, entré en la Compañía en 1998;
realizo el magisterio en Constantine
(Argelia), al lado de un maestrillo
venezolano (Armando Quintero), desde
octubre de 2006. Llegué motivado por el
llamado que el Padre General realizó
hace algunos años a las provincias de
México y Colombia, y por la experiencia
de los escolares que han pasado por aquí.
Todo ha sobrepasado ampliamente mis
expectativas. Dos dificultades iniciales han hecho un fuerte impacto psicológico, espiritual y
hasta físico: de un lado, el aprendizaje, al mismo tiempo, de dos lenguas particularmente
difíciles como el francés y el árabe (dialectal argelino); de otro lado, el choque con la “cara
exterior” del mundo arabo-musulmán. De modo especial, lo vivido en los dos primeros meses
podría describirlo como una profunda y muy
difícil experiencia de abnegación: encontrar
otra manera de ser en el mundo y unos
códigos de comunicación tan distintos a los
nuestros, nos lleva a encontrarnos cara a
cara con nuestras mayores debilidades, pero
también, a conocer más a fondo la manera
como Dios trabaja en nuestro espíritu. Este
primer contacto, más bien exterior, se va
superando gracias a la oración, a las
amistades que comenzamos a hacer entre los
argelinos, y al apoyo de los amigos y
familiares en el extranjero y de la
comunidad local.
En efecto, nuestra labor fundamental es al lado de los musulmanes. La Iglesia en Argelia es
una reducida minoría que se esfuerza por dar testimonio de Jesucristo, aquí donde no se le
conoce o es mal conocido. Y puesto que es ilegal realizar cualquier tipo de proselitismo –
cosa que por demás no es nuestro interés, ese testimonio se concentra en nuestro vivir
1
cotidiano, es decir, en nuestro trabajo y en el compartir ordinario de la vida con los
musulmanes. Esto comienza por el entorno de la casa donde habitamos, situada en un
concurrido y popular barrio de comerciantes del centro de la ciudad antigua, y rodeada de 5
mezquitas que nos hacen sentir los 5 llamados diarios a la oración; en la comunidad somos 6
jesuitas y parte de la casa está alquilada a una familia argelina. Continúa con nuestra actividad
apostólica, que consiste en la enseñanza del español (y/o inglés) en la universidad de la
ciudad; así mismo en DILOU, una biblioteca de la diócesis encargada a los jesuitas y en un
centro de ayuda escolar recién fundado.
Además, animamos dos clubes de
conversación de inglés y español y,
desde luego, tenemos clases de árabe
dialectal y de francés. Como ven, queda
poco tiempo para el descanso pero, con
todo, se goza y se saca tiempo para
recorrer algunos rincones del país.
Si bien el aprendizaje de la lengua es una
vía de “in-culturación”, pienso que mi
experiencia de encarnación en este
medio ha consistido en sentir el dolor
causado por el drama que viven, de
modo especial, las mujeres en este país. Varios factores hacen, digamos, “prisioneros” sus
espíritus. Primero, la heridas y cicatrices dejadas por el terrorismo del islamismo radical en
los años 90; segundo, la presión que ejerce sobre ellas una sociedad pietista; tercero, ligado a
lo anterior, las limitadas posibilidades de “desarrollo humano” que el país les ofrece. Argelia
es un país con muchos recursos que, como en nuestra querida Latinoamérica, se esfuman y no
llegan a beneficiar a la población; se encuentran, con todo, tímidas señales de reactivación
social y económica. Pero mi percepción es que, bajo esta fachada de observancia religiosa y
rigorismo estatal, se esconde un oscuro mundo muy difícil de conocer, donde se oculta mucha
violencia y miseria; mundo en el fondo soportado por la mujer, paradójicamente, quizás la
mayor riqueza argelina. Y es que, a pesar de las grandes dificultades, estas mujeres se
esfuerzan en desarrollar sus capacidades humanas e intelectuales, en rescatar y defender su
patrimonio cultural, en cambiar la distorsionada imagen de su mundo en el exterior y en tratar
de extender puentes de diálogo con Occidente.
Con todo, el medio transmite un fuerte y profundo
sentimiento de frustración y desesperanza que se
hace propio, ante el cual no es posible ser
indiferente porque se comienza a sentir
internamente. En este punto y tan lejos de todo lo
que nos era propio, aparecen serios interrogantes
para nuestra fe y nuestra vocación. Es más,
realmente se siente que Dios desaparece. Pero es
ahí, en los límites del ser humano, en nuestra
mayor pequeñez y debilidad, donde me reconozco
siempre sostenido por la compañía cercana y
silenciosa de un Dios que nos ama y, ante todo, que habita en nosotros. Ha sido en esos
profundos y prolongados momentos de soledad y desolación, donde he podido proclamar
desde lo más hondo: Jesús, “Tú eres el Mesías el Hijo del Dios vivo”. Compañeros, esta
misión es – como decimos en Colombia - “berrácamente” difícil, pero vale la pena!!!
2
Descargar