¿LA TELEVISIÓN POSEE EFECTOS NOCIVOS? No debemos extrañarnos al oír esta pregunta; mucho menos si alguien nos la afirma. Es más, diariamente lo podemos comprobar: miles de escenas violentas se asoman a las pantallas en los hogares de todo el mundo en las horas señaladas como “infantiles”. ¿Realmente es coherente hablar de una franja de horario infantil si ésta apenas existe? Teóricamente, los consejos audiovisuales son los encargados de mediar en los contenidos televisivos para evitar lo que ocurre en la práctica: que cientos de miles de jóvenes se empapen de imágenes y frases violentas que quedarán impresas en sus mentes. Pero ¿cómo repercute lo visto en televisión en la mente de los alumnos de secundaria? Podemos empezar por un problema muy presente en nuestros jóvenes: la facilidad de distracción; si ven normalmente una teleserie con cierta intriga existe la posibilidad de que desvíen su atención hacia algunas escenas de dicha pieza audiovisual. Por otro lado, a menudo, cuando están viendo televisión se olvidan de todo lo que existe a su alrededor y si los padres optan por apagar el aparato, se puede llegar incluso a la riña, ya que para los adolescentes y preadolescentes nunca es suficiente el tiempo que han pasado delante del televisor. Si al hecho de apagar el aparato le sumamos que el motivo principal es el estudio, el enfado crece al mismo tiempo que la ansiedad y en medio de esta vorágine no es difícil que nos deje palpar algunos atisbos de “contaminación televisiva”, bien sea en el terreno verbal como en el no verbal. Existe mucha literatura sobre este tema dirigida a prevenir a padres de familia sobre los efectos negativos que la televisión tiene sobre los adolescentes y preadolescentes que son literalmente esponjas absorbiendo todos los estímulos que a sus sentidos llega. Pero la realidad demuestra que las administraciones no hacen lo suficiente para evitar que las olas de violencia emitidas por televisión inunden los cerebros de los alumnos. En este sentido, cabe la posibilidad de preguntarse en qué grado esto influye en la violencia que muchos alumnos descargan en las aulas, contra sus propios compañeros y contra sus profesores. Algunas de las consecuencias derivadas de la nocividad de la televisión que ven nuestros jóvenes son las siguientes: - La televisión desplaza el hábito de estudio a un segundo lugar. - Mientras la lectura fomenta pensamiento y la reflexión, la televisión sólo ofrece estímulos visuales y auditivos superpuestos, dejando la mente de los jóvenes sin interés por crear mundos propios; cercena la imaginación. - Los ojos de los niños, acostumbrados a estar fijos frente a la pantalla del televisor, se cansan al momento de leer por falta de desarrollo muscular. - El alto contenido agresivo (físico y verbal) presente en programas infantiles, que normalmente ocurre sin explicación, los lleva a pensar que la violencia es una forma fácil y aceptable de solucionar los problemas y por si fuera poco, no debe ser castigada (ejemplo del héroe que liquida a los detractores y no merece castigo ninguno). Por lo tanto, el comportamiento y el lenguaje se torna más violento y se vuelven algo indiferentes al presenciar conductas agresivas en los otros, dentro y fuera del aula. - Como consecuencia, esto acaba afectando al desarrollo social y físico de adolescentes y preadolescentes. Aquellos que pasan pasivamente horas frente a un televisor tienden a ser más obesos y menos sociables que los que participan de juegos activos con otras personas. Al hilo de lo que venimos comentando, resulta de gran interés los estudios de la neuróloga Keith Buzzell vertidos en su libro La influencia de la TV en el Desarrollo del Cerebro Humano. Buzzell entiende la televisión como un medio que dificulta, y a veces impide, el correcto desarrollo del cerebro de los jóvenes. Como consecuencia de esto, aparecen problemas de atención y dificultades en los procesos de aprendizaje y para ello se apoya en la necesidad que tienen los niños de llevar a cabo actividades físicas que le permitan estimular e integrar todos los sentidos (vista, oído, gusto, olfato y tacto). Este estímulo integrado es el precursor del desarrollo de la parte del cerebro que nos permite centrar nuestra atención en algo. Según ella, la demasiada o poca estimulación de los sentidos y un pobre desarrollo de motricidad fina y gruesa, puede llevar a problemas de concentración. Otra apreciación importante al respecto es la que proporciona la doctora Jane Healy en su libro, Mentes en Peligro: ¿Por qué los niños no piensan y qué podemos nosotros hacer?". Ella afirma que el hemisferio cerebral que domina cuando un niño ve televisión es principalmente el derecho, el del pensamiento intuitivo, quedando el izquierdo, el del pensamiento analítico, fuera de estímulo. Lo grave de esto es que al no haber interacción entre los dos hemisferios por tiempo prolongado pueden presentarse dificultades de atención y aprendizaje. También afirma que "el tamaño del cerebro puede disminuir en un 20-30 por ciento si al niño no se le toca, si no se juega con él y si no se le habla" o si se le deja inactivo mucho tiempo, observando por ejemplo, programas de televisión. Como vemos, el efecto nocivo de la televisión en la mente de los jóvenes se pueden traducir en la depravación multisensorial, lo cual puede estar impidiendo el crecimiento del cerebro de nuestros jóvenes y ocasionando problemas de atención que repercutirán sin duda en el aprendizaje y en la manera de actuar, porque podemos observar que la gran mayoría los alumnos de secundaria hablan, comen y se visten por lo que ven en la televisión. Eloísa Reyes Ruiz DNI 28795069N ECOEM SEVILLA