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HidroAysén, oportunidades que se abren
Domingo, 12 de Junio de 2011 22:58
Chile no puede crecer en forma ilimitada y menos a costa del destruir nuestro patrimonio
natural en beneficio de empresas privadas cuyo fin primero y último es el lucro.
Por Flavia Liberona, Dir Ejecutiva Fundación TERRAM
Columna escrita para el Observatorio de Género y Equidad, Boletín Junio
Desde la aprobación del emblemático proyecto HidroAysén, que pretende construir
cinco megarepresas en la Patagonia chilena, específicamente en los ríos Baker y
Pascua en la región de Aysén, pareciera que el tema ambiental y eléctrico ha entrado en
la agenda pública de nuestro país. Algunos tenemos la sensación de que algo pasó,
aunque aún no esté claro qué. Probablemente las causas son múltiples: la frustración
ciudadana acumulada, el incesante trabajo de las ONGs ambientales y organizaciones
ciudadanas locales, la permanente sensación de que nos tratan de pasar por bien
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público iniciativas privadas que generan enormes ganancias para las grandes empresas,
la mañosa publicidad de HidroAysén, la seguidilla de “extrañas “ o irregulares
aprobaciones ambientales a proyectos termoeléctricos, la situación de las aguas en
Chile, la mala política ambiental y eléctrica, entre tantos otros temas
. Pero, en definitiva, algo pasó y estamos en una situación muy diferente que hace un
mes atrás.
El cambio de escenario es muy importante pues, a diferencia de lo que ocurre en otros países,
la mayoría de los chilenos viven en una vorágine en la cual queda poco tiempo para la
reflexión, y dedican menos tiempo aún a comprender, valorar y respetar la complejidad de la
naturaleza, de las relaciones entre especies y de éstas con el medio en que habitan,
interacción que permite sostener nuestra vida como especie humana. Para decirlo en términos
simples, el chileno medio vive entre la casa y la pega o los centros de estudios y los fines de
semana se dedican a recorrer centros comerciales o a estar en familia. Y si bien esto es
masivo en las grandes ciudades, en forma progresiva vemos que este estilo de vida se va
instalando en ciudades medianas o pequeñas y con ello comienza la desvinculación de la
cultura local y del medio ambiente. La aprobación de las represas ha sido una oportunidad para
muchos para darse cuenta que no todo es así, que debajo de esta cultura homogenizante
existe algo más, tal vez olvidado en cada uno de nosotros, algo que surgió, salió y se
manifestó.
Nuestra cultura y forma de vida nos ha ido desconectando del medio natural y como
sociedades poco a poco hemos ido perdiendo el vínculo con los ecosistemas naturales y
cultivados, con la importancia de la tierra y del agua en nuestras vidas. De una forma u otra
pareciera que se ha instalado la percepción de que somos capaces de generar recursos
naturales en forma ilimitada, que nos permitirán seguir habitando el planeta en forma indefinida,
que cada vez podemos demandar más energía, intervenir más los ecosistemas y seguir así
alimentando una demanda creciente para supuestamente vivir mejor.
Sin embargo, como contraparte, cada vez con más fuerza surgen señales de que esto no es
posible y que la humanidad no puede crecer en forma ilimitada. Chile no puede crecer en forma
ilimitada y menos a costa del destruir nuestro patrimonio natural en beneficio de empresas
privadas cuyo fin primero y último es el lucro. En este contexto, cobra especial importante la
reacción frente a HidroAysén, que constituye un remezón a la conciencia de muchos e instala
dentro de los hogares y otros espacios públicos y privados la discusión sobre el proyecto en
particular, pero también sobre el medio ambiente, la institucionalidad y la electricidad. Por eso
resulta tan relevante el momento en que estamos viviendo. Es un momento en que gran
parte del país toma conciencia de que algo anda mal, y cada uno lo expresa de distintas
formas:
el rechazo a HydroAysén,
demandas por el acceso al agua, cuestionamientos a la institucionalidad ambiental vigente, a la
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política eléctrica, a la conservación del patrimonio natural, a la forma en que se toman las
decisiones, a la “democracia”, etc.
En definitiva, ha llegado el momento en que el trabajo de muchas personas y organizaciones
cobra una dimensión y sentido distinto, el momento de poner los argumentos, críticas,
cuestionamientos y propuestas sobre la mesa. Es la hora de volver a insistir en cuestiones que
los ambientalistas hemos dicho durante años, es hora de educar, reeducar y educarnos, de
intercambiar opiniones y propuestas, de cuestionar una y otra vez la institucionalidad ambiental
y la política eléctrica, de decir y volver a decir que dependemos de los ecosistemas para el
sostenimiento de nuestra vida en el planeta.
Con la aprobación de las represas en la Patagonia chilena se abren grandes desafíos y al
mismo tiempo oportunidades, pues todos los que nos oponemos a este proyecto debemos ser
capaces de pasar de las manifestaciones callejeras a los cuestionamientos de fondo,
cuestionamientos que deben ser concretos, claros y fundados. La aprobación de este proyecto
una vez más ha puesto de manifiesto lo que Fundación Terram ha dicho tantas veces: la
institucionalidad ambiental chilena, esa que se acaba de reformar a comienzos de 2010, no es
capaz de abordar y menos resolver los problemas socioambientales de Chile. En
consecuencia, a la hora de calificar proyectos no tiene herramientas para hacer una evaluación
ambiental justa y democrática, resguardando los intereses de todos los sectores y actores,
respetando las economías locales y protegiendo nuestro capital natural.
En el país las decisiones son políticas y las toman funcionarios públicos de confianza del
Presidente, con lo cual cualquier señal del gobierno a favor o en contra de un proyecto es
crucial. Por otra parte, tenemos un sistema eléctrico con un marco regulatorio débil y son las
empresas quienes deciden dónde, cuándo y cómo instalar proyectos, sin importar si interfieren
con las economías locales, contaminan o dañan la salud de las personas o el medio ambiente.
Las grandes empresas se han acostumbrado a socializar las pérdidas y privatizar las
ganancias, pero los chilenos ya estamos cansados de esto.
Es ahora cuando debemos parar HidroAysén, y junto con ello discutir sobre política eléctrica e
institucionalidad ambiental. Fundación Terram, al igual que muchas de las organizaciones que
forman la campaña Patagonia Sin Represas , tenemos conocimientos y experiencia
suficiente para hacerlo y estamos abiertos a compartir estos conocimientos, pues estamos
convencidos que se trata de un tema-país, directamente vinculado a la justicia, equidad ,
democracia, respeto a los derechos de las personas, etc.
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