En conmemoración de los 75 años de la radio, la revista La Maga publicó el miércoles 23 de agosto de 1995 la siguiente nota: Hace cincuenta y dos años, las autoridades del gobierno militar que había tomado el poder el 2 de junio de 1943 prohibieron a Niní Marshall, por entonces una de las grandes estrellas de la radio. Niní venía de hacer seis temporadas consecutivas en Radio El Mundo y Geniol la contrató para que actuara en Radio Splendid. En su estupendo libro de memorias, editado en 1985, Niní Marshall evoca aquel episodio y advierte que ni siquiera ser la artista exclusiva de un analgésico le ahorró el dolor de cabeza. En esa ocasión la acusaron de que su personaje deformaba el idioma. Niní Marshall A Catita la acusaron de “deformar el idioma” Siempre surge, después de estos movimientos “pseudo salvadores del pueblo”, una especie de pretendida moral ramplona que quiere erigir en jueces o directores de cultura a los propios funcionarios. Incluso los de segundo y tercer orden...Bajo el pretexto de proteger el idioma se realizó por radio una acción tan elemental en el fondo como alucinante en sus formas. Si bien existían actores y locutores que cometían horrores de expresión, a veces asesinando el idioma, las autoridades de Radiocomunicaciónes pretendieron en cambio olvidar el habla popular, el lunfardo y esconder las realidades educacionales que la calle mostraba a diario. Se pretendió ignorar la forma de hablar de los argentinos y se excluyeron términos que años más tarde la Real Academia Española aceptó como formas de expresión popular y sinónimos que enriquecen la lengua...Hoy pienso que más que una defensa de la lengua fue una introducción a la censura que se inició en 1943 e imperó durante muchos años...A partir de esa disposición se obligó a actores, locutores y animadores con la elle en lugar de la porteña ye... El ambiente tanguero también fue víctima de la campaña. Se prohibieron algunos tangos famosos que no pudieron pasarse por radio y en algunos casos la vieja pasó a ser la madrecita y la percanta la mujer. Todo bastante ridículo. En medio de ese temporal fui advertida de cambiar el vocabulario de algunos de mis personajes, pues las autoridades de Radiocomunicaciones consideraban que mis personajes en general y Catita en particular tergiversaban el correcto idioma e influían sobre el pueblo que no tiene capacidad de discernir. Me puse furiosa. Defendí mi tesis, explicando que si bien Catita pronunciaba incorrectamente, el animador corregía la palabra resultando eso, al fin, educativo para el oyente. Al final, lo que tenía que ocurrir, ocurrió. Hacía un mes que había debutado, cuando una noche entré a la radio y vi preocupación en los rostros de Carlos Ginés e Iván Casadó (animadores del programa). -¿Qué pasa? -¿No lo sabe?...No va la audición. -¿No va? ¿Por qué? Desde la revolución del 4 de junio era frecuente que se cortara cualquier programa para transmitir un acto oficial pero no. No se trataba de un programa levantado, sino de un programa censurado. Los libretos había que presentarlos con anterioridad y dos de las tres partes, correspondientes a los personajes Cándida (una española) y Catita, habían sido censuradas. El programa de esa noche salió con imitaciones de Libertad Lamarque, Margarita Xirgu y Berta Singerman, que ya había hecho en teatro y con mi personaje de Belarmina. Pero cuando terminé mi actuación no pude con mi genio y me despedí diciendo: hasta el viernes...si nos dejan. La ocurrencia no les cayó bien a las autoridades. Yo amenacé con irme si no me dejaban actuar con libertad, ellos me dijeron que yo era lo suficientemente inteligente como para encontrarle la vuelta. Entonces lo que se me ocurrió fue matar a Catita: ella moría de un ataque de catalepsia, pero resucitaba y ya era otra: bien hablada en palabras muy difíciles. Empecé por reemplazar el ya famoso “As noches muchachos” por un académico “Buenas noches”. “Lo juro por la luz eléctrica que me alumbra. Incoporéme en el féretro, ante la estupefacción colectiva, bajéme del catafalco cual visión fantasmagórica y reintegréme al orbe de los vivos, de tal suerte metamorfoseada, cual crisálida que deja el capullo y se torna mariposa para revolotear de flor en flor”, decía en un momento la resurrección de Catita, así como la gallega Cándida hablaba en cuartetos versificados que lindaban con el español antiguo. Por ese motivo y por otros recibí un memo firmado el 24 de junio de 1943 por José Ramón Mayo, a cargo entonces de la Oficina Preventiva de la Dirección de radiocomunicaciones, que en un momento decía: “Como se ve es imposible autorizar la emisión de la pieza que se dirige a las personas de mayor cultura para acaso, con fin interesado, poner en evidencia a la a capacidad crítica de esta oficina de fiscalización. Pero si algún mérito tiene el talento que la autora demuestra, mal empleado desgraciadamente, cree el suscripto que no correspondería, por esta vez, aplicar una sanción severa, sino prevenir a la autora que cualquier reincidencia de esta índole la hará acreedora a la medidas que haya lugar”. En medidas posteriores las autoridades confirmaron la prohibición de Catita, que fue una decisión antipopular y criticada por el público que la entendió como un abuso de poder. Un periodista muy valiente escribió en mi defensa: “La prohibición a Catita es un hecho tan superficial como impedir que se lea el Martín Fierro, aduciendo que los consejos del Viejo Vizcacha son cínicos e inmorales”. Finalmente hablé con la emisora y rompí el contrato. Me sentía muy molesta y herida por todo ese manoseo. N.de la R.: Poco tiempo después de su prohibición Niní Marshall fue contratada por Radio Carve, de Montevideo, cuyos programas se captaban en Buenos Aires. La prohibición de actuar en radios argentinas se prolongó hasta 1954 cuando, en los finales del gobierno peronista y sin que mediara alguna aclaración por lo anterior, fue nuevamente contratada por Radio Splendid. Desde 1947 la actriz tampoco podía trabajar en cine, a partir de lo que se interpretó como una grave diferencia política con Eva Perón. Entre esos años y su retorno la actriz vivió en el exterior y trabajó fundamentalmente en México. En 1957, el Departamento de Filología de la Universidad de La Plata reconició la labor literaria de Niní solicitándole la grabación de algunos de sus libretos, incluidos Catita y Cándida, como ejemplos del “habla actual de los argentinos”.