Recuerdos En mis 28 años como periodista, sólo una vez me tocó cubrir un partido de básquetbol. Fue a comienzos de la década del 80. No lo olvido. Mis jefes en la revista Goles Match decidieron que fuera a ver un Lanús-Ferro, en el Sur. Sábado por la noche, bien lejos de mi casa. El partido fue caliente de principio a fin y terminó con los jugadores agarrándose a trompadas y con la gente tirando las sillas de un lado para el otro. Una me pasó a centímetros de mi cabeza. Sí, en cambio, casi me recibí de experto en quedarme hasta la madrugada esperando que terminasen los encuentros por la Liga Nacional. Decenas de entierros, como se dice en los diarios, he vivido en Clarín, con toda la sección y el diario cerrado, sólo aguardando el final de los benditos partidos, aguantando roturas de tableros, cortes de luz y tiempos suplementarios. El querido Pancho López Vásquez, fiel ladero en esas medianoches, me habrá escuchado maldecir a su querido deporte en infinitas oportunidades. También, en este primer encuentro, quisiera revelar que en las redacciones de la sección deportes los que cubren fútbol suelen burlarse de los demás deportes, a aquellos que llaman –llamamos“varios” o “polideportivo”. A los que siguen el boxeo les dicen que tienen que escribir para policiales o que, directamente, ese no es un deporte. A los de automovilismo les preguntan qué tiene de atractivo ver autos que dan vueltas y vueltas por el mismo lugar. A los del tenis, que la pelotita va y viene. A los de rugby, que es ridículo pasar la pelota (encima, ovalada) hacia atrás y que para avanzar hay que sacar la pelota afuera. Y con los del básquetbol, que no es serio un deporte en que se juega en musculosa (Diego Bonadeo dixit) y que faltando cinco segundos a uno de los técnicos se le ocurra pedir un minuto. Por las cuestiones relatadas al comienzo, el básquetbol, entenderán, nunca formó parte de mi pasión deportiva. Menos cuando algunos incorporaron al fútbol su vocabulario. El ejemplo más notorio es el de la asistencia. Se archivó el pase-gol. O el “costa a costa” en lugar de un arco al otro. Debo reconocer que me pongo nervioso cuando lo escucho por radio o televisión o lo leo en algún diario o revista. Tampoco soporto cuando en la NBA gritan “defense, defense”. Acá, en el fútbol o en otros deportes, cuando falta poco y el rival nos tiene contra un arco, o no miramos, o prendemos dos puchos a la vez, o cruzamos los dedos, o insultamos al árbitro y a los rivales. ¿A quién se le ocurre gritar “defensa, defensa”? Bueno, pero hay gentes y situaciones que me han hecho acercar últimamente al básquetbol y a seguir, de madrugada, como cuando estaba en el diario, este Mundial de Japón. El primer referente es Michael Jordan. Pocas veces vi un atleta semejante, capaz de ganar él solo un partido. Es lo más parecido a Maradona, nada más que Diego juega con los pies y Jordan lo hacía con las manos, que es lo más normal para el ser humano. Otro lindo recuerdo es el del Mundial de 1990 que se jugó en la Argentina, porque ese año empezó Deportea y porque los chicos de la primera camada pudieron hacer en las salas de prensa sus primeras experiencias como voluntarios. Y para todos los que formamos parte de Deportea quedará por siempre guardado en el corazón el homenaje que la escuela le hizo al básquetbol argentino en 2003. En lo que a mi respecta, me emocionó la emoción de los habitantes de este deporte popular y simple. Fue increíble escucharlo por teléfono en directo a Manu Ginóbili o verlos en el escenario, juntos, al Chapu Noción y a Ricardo González, capitán del campeón mundial del 50. Y, claro, me ha atrapado esta generación maravillosa que ahora va por busca del título en Japón. Vi junto a mi hijo en un Shopping, acurrucados los dos entre la multitud, los últimos segundos de la derrota ante Yugoslavia en el anterior Mundial. Y en la final olímpica, recuerdo haberme escapado del televisor cuando Italia se acercaba en el marcador, para volver y gritar junto a toda la redacción cuando el triunfo estaba asegurado. ¿Qué hace éste escribiendo de básquetbol?, se preguntarán, con mucha razón, quienes me conocen. ¿Ahora se prende?, quizá digan algunos que me escucharon maldecir por aquellos entierros. Pero sí, me estoy levantando para ver a estos jugadores que contagian lo mejor del deporte. Y soy un hincha, solo, frente a la tele. Y me deleito viendo a Manu, que merece una nota aparte.