REALIDAD DE LA ENCARNACIÓN, 1 es el acontecimiento

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REALIDAD DE LA ENCARNACIÓN, 1
En el admirable plan de la donación que Dios
hace de sí mismo a la criatura, la Encarnación
es el acontecimiento central y culminante, y
María ha sido la colaboradora con su fe y con
su amor a la unión de Jesús con la humanidad.
La Encarnación es obra de la Trinidad. Se
realiza por el Espíritu Santo en comunión con
el Hijo.
María es verdaderamente Madre de Dios. “En efecto, aquél que ella
concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo
eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad”
(CCE 495).
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REALIDAD DE LA ENCARNACIÓN, 2
Realidad del cuerpo de Cristo
El docetismo (ya en el siglo I) considera que la materia es mala y,
en consecuencia, niega que Cristo tuviera un verdadero cuerpo
material. El cuerpo de Cristo sería sólo aparente: su nacimiento o
su pasión y muerte no fueron reales sino sólo ficticios e irreales.
NT: testimonia que Cristo fue hombre
verdadero, con un cuerpo real: desciende de David, fue concebido de María,
nació, se cansó, tuvo hambre y sed,
durmió, sufrió, derramó su sangre, murió, fue sepultado. Cuerpo de carne y
hueso, real y tangible.
Santos Padres: negar la realidad del cuerpo de Cristo es negar la
redención.
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REALIDAD DE LA ENCARNACIÓN, 3
Realidad del alma de Cristo
Apolinar de Laodicea (siglo IV): la humanidad de Cristo estaría
compuesta solamente de carne y alma sensitiva. El Verbo asumiría la función de alma intelectiva y racional.
Santos Padres: sin alma (sin inteligencia ni
voluntad humanas), Cristo no habría redimido al linaje humano, pues no fue sanado
lo que no fue asumido.
Apolinarismo condenado por el Papa San Dámaso y el Concilio Constantinopla I (381).
Verdadera naturaleza humana de Jesús: unión del alma y del cuerpo.
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REALIDAD DE LA ENCARNACIÓN, 4
Jesucristo es perfecto Dios
Adopcionismo: Cristo no era una persona divina, sino un hombre que recibió una “dynamis” o fuerza divina en el Bautismo que lo
hace un hombre superior. No es Hijo de Dios
por naturaleza, sino sólo por adopción (ej.:
Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, condenado y depuesto de su cargo en el año 268).
Arrio (256-336): Subordinacionismo extremo: Hijo creado de la
nada, criatura a través de la cual se hicieron las demás cosas. Condenado en Nicea I (325): Cristo es “homousios”, consustancial al Padre.
Siglo XIX y XX: negación de la divinidad del “Jesús de la historia”.
Pío X condenó el modernismo (Enc. Pascendi, 1907).
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REALIDAD DE LA ENCARNACIÓN, 5
NT: prerrogativas divinas de Jesús:
- Es superior a la Ley: señor del sábado (Mt 12, 1-8).
- Es superior a los profetas y reyes (Jonás y Salomón: Mt 12, 41-42).
- Perdona los pecados, poder exclusivo de Dios.
- Se equipara con Dios en la autoridad (“...Pero Yo os digo...”).
- Pide fe (Jn 14, 1) y amor por encima de todo (Mt 10, 37) que sólo
Dios puede exigir, y su aceptación es requisito para la salvación
(Mt 10, 32). Incluso pide que se entregue la vida por Él (Lc 17, 33).
NT: su preexistencia al mundo:
Jn 17, 5: “gloria que tuve junto a ti antes de que el mundo existiera”;
Col 1, 15-17: creador y conservador del mundo; muchos textos que
afirman que ha venido enviado por su Padre: viene “del cielo” (Jn 3,
13), “de lo alto” (Jn 8, 23); “ha salido de Dios Padre” (Jn 8, 42), etc..
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REALIDAD DE LA ENCARNACIÓN, 6
NT: igualdad de Jesús con el Padre:
Como el Padre actúa siempre, así Jesús da la
vida y la salud, incluso en sábado (Jn 5, 17).
Jn 8, 19: “Si me conocierais a mí conoceríais
también al Padre”; Jn 10, 38: “El Padre está
en mí, y yo en el Padre”; Jn 14, 9: “El que me
ha visto a mí ha visto al Padre”.
Jn 10, 30: “El Padre y yo somos una sola cosa”.
NT: afirmaciones explícitas y directas de su condición divina:
Prólogo del Evangelio de San Juan; Rom 9, 5 (“el cual es sobre todas
las cosas Dios bendito por los siglos”); Flp 2, 5-8 (“siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios...”); Tit 2, 13-14
(“esperamos la manifestación gloriosa del gran Dios (...) Jesucristo”).
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REALIDAD DE LA ENCARNACIÓN, 7
“Hijo de Dios” en la Sagrada Escritura:
AT: título dado a los ángeles (Dt 32, 8), al pueblo elegido (Ex 4, 22),
y a sus reyes (2 Sam 7, 14). Significa entonces una relación particular entre Dios y su criatura. También cuando llama “hijo de Dios” al
Mesías (Salmo 2, 7) los judíos entendían que era un hombre singularmente bendecido por Dios, y no Hijo único de Dios por naturaleza.
NT: - Lo que vimos ya muestra que Jesús se declaraba
Hijo de Dios en cuanto verdadero Dios nacido del Padre: los judíos lo entendían así y querían matarle por
eso; - Jesús distingue: “mi Padre... vuestro Padre”
(Jn 20, 17); - Él es “hijo propio” (Rom 8, 3) y Unigénito (Jn 3, 16. 18) del Padre; - Mt 11, 27: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre
sino el Hijo...”.
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