¿Un mensaje actual? La canonización de Arnoldo Janssen y José Freinademetz La “canonización” no es solamente el reconocimiento de la santidad individual de una persona, ni principalmente proponerla como intercesor ante Dios. Significa sobre todo proponer a los cristianos una serie de virtudes a imitar, a través del testimonio de vida de una persona concreta. Arnoldo Janssen y José Freinademetz nos recuerdan sobre todo lo que es la esencia misma de la Iglesia, su identidad y la razón de su existencia: una comunidad de discípulos de Jesús, unida en su amor y enviada por él a la humanidad entera. Toda iglesia local debe mirar más allá de sus propias necesidades, por más urgentes que sean, para descubrir y responder a las necesidades y aspiraciones más profundas y legítimas de todas las personas, de todos los pueblos y culturas. Ha de convertirse en comunidad de brazos abiertos para acoger a todos en una unidad nueva que no pretenda la uniformidad, sino que se goce en la riqueza de la diversidad y la proteja. Las vidas de ambos son expresión de la utopía de Jesús: ese Reino de Dios en que todos los pueblos y culturas alcanzan la vida plena en el abrazo amoroso del Dios que es comunidad. Como hijos e hijas del Dios-Amor, nos reconocemos todos hermanos y hermanas en una realidad nueva que nos desafía a superar los obstáculos que encontramos en nuestro camino hacia el reino del amor: racismo y xenofobia; miedo a otras religiones e ideologías; falta de solidaridad social y una fe atrofiada por el individualismo o inexistente. Arnoldo Janssen, personalmente y como ciudadano alemán, se sintió responsable por sus hermanos y hermanas de los rincones más alejados de la tierra. A ellos dedicó su vida, aunque nunca salió de Europa. Por el bien de ellos renunció a su ciudadanía alemana cuando fue necesario para atravesar fronteras que de otro modo le estaban cerradas. Y porque el Reino trasciende los límites de nacionalidades, culturas y razas, muy pronto convirtió su obra “alemana” en comunidades internacionales donde las legítimas diferencias no sólo se respetaran sino que se valoraran como riqueza común y como testimonio de la presencia del Dios-Amor. Arnoldo vio la necesidad de preparar misioneros en las ciencias sociales para que estudiaran sistemáticamente las culturas y lenguas de otros pueblos y así pudieran ayudar a otros misioneros a descubrir y aprender a amar la riqueza cultural de la gente entre la que debían trabajar. Una consecuencia notable de esta opción fue el nacimiento, en 1906, de la revista especializada Anthropos, sumamente apreciada aún hoy en los círculos académicos. En José Freinademetz, un hombre que previamente había escrito que “ni por 3000 coronas estoy dispuesto a dejar patria y amigos para transferirme para siempre a un mundo nuevo”, comenzó pronto a crecer el amor por la misión. El amor a Dios y a todos sus hijos lo llevaría precisamente a eso: a dejar patria, familia, amigos, cultura e idioma, para ir a un mundo tan nuevo y desconocido como era entonces la China. Fue una conquista difícil. Las dificultades del idioma y lo diferente de la cultura fueron para él una cuestión vital. Sufrió el “choque cultural”, ese momento en que todo se ve negro y deprimente, que tantas veces aqueja a los que deben u optan por emigrar y echar raíces en una nueva realidad. Pero fue una conquista, sobre todo de sí mismo. Aunque nunca dejó de recordar con nostalgia las montañas que rodean su valle natal, optó por ser chino entre los chinos, hasta llegar a escribir: “Amo la China y a los chinos; entre ellos quiero morir y entre ellos ser sepultado”… “quiero continuar siendo chino también en el cielo”. Y así fue… No deja de haber cierta ironía en el hecho de que las vicisitudes de la historia borraron todo rastro de su tumba. Es ya del todo imposible separarlo de la China. Tanto en Arnoldo como en José encontramos un profundo amor por la Palabra de Dios. En ambos, una pasión intensa por ser instrumentos de su voluntad. Y en ambos encontramos, sobre todo, un testimonio viviente de que ese Reino al que dedicaron sus vidas está abierto a todos, sin importar la raza, la cultura, la lengua… Y por estar abierto a todos es también capaz de incluir a todos, haciéndonos ver las diferencias como algo que nos enriquece a pesar de las dificultades que a veces producen. Sus vidas tienen también algo que decir al mundo de hoy. Vivimos en una realidad cada vez más multicultural y multirreligiosa que nos exige aprender a convivir lado a lado con hombres y mujeres de los más alejados rincones de la tierra. Si Arnoldo y José lo pudieron hacer, ¿por qué no nosotros?