Tres obras de Luis Barragán

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TORRES SATELITE
Como símbolo de lo que se proyecto como una Ciudad Satélite al noroeste de la ciudad
de México, Luis Barragán proyectó con la colaboración de Mathias Goeritz cinco torres
de concreto, de planta triangular y diferentes tamaños, con un carácter totalmente
escultórico y la función primordial de ser contempladas desde el automóvil y a una
relativamente alta velocidad.
Las cinco torres, de diferentes colores y alturas (la mas alta 57 metros) nacen verticales
sobre una plaza ligeramente inclinada, prolongándose hacia lo alto a medida que el
espectador se acerca, acentuándose su verticalidad como agujas que se recortan en el
cielo, pero con el contraste de su estriado horizontal que, además de una textura, le
confieren cierta cualidad de fuerza en su percepción.
En el marco del ambicioso proyecto de Ciudad Satélite encomendado al arquitecto
Mario Pani, Barragán recibe de este el encargo de realizar alguna fuente que sirviera de
motivo distintivo de la entrada por la principal vía de acceso a la urbanización.
Barragán plantea otro tipo de solución que fuera pertinente al amplio emplazamiento
paisajístico y decide invitar a Goeritz con quien había ya trabajado.
Las cinco torres constituyen un hito paisajístico fundamental en el ámbito urbano de la
ciudad de México, a pesar de los drásticos cambios sufridos en el entorno. Pintadas al
principio con los colores primarios frecuentes en el lenguaje de la Bauhaus, Barragán
cambio en varias ocasiones el cromatismo a una serie de tonos anaranjados, que son lo
que debieran llevar.
La multiplicidad de lecturas que la obra encierra, y los complejos cambios de
perspectiva que el observador experimenta, son extraordinarios.
CASA GILARDI
En una calle de la ciudad de México, en un estrecho y alargado terreno de 10x36
metros, entre tres muros medianeros y una fachada al alineamiento, Barragán, a sus 80
años de edad y casi 10 años después de inactividad, realiza una de sus obras mas
fotografiadas, muy poco representativa para algunos y su ultima obra maestra, para
otros.
Ordenada sobre un eje a lo largo del terreno, que se desliza con un pequeño impacto
urbano por fuera e intimista por dentro. El reducido pero potente volumen rosa se
defiende de la calle y se vierte el interior, descomponiéndose hacia el pequeño patio
conformado tanto por el volumen delantero (servicios, dormitorios) como por el trasero
(salón-comedor-piscina) ambos unidos por un corredor mágico. Todo aquello configura
un patio que rodea a un hermoso árbol, el cual debía ser respetado como condicionante
al propietario, que resalta con sus ramas o flores los altos lienzos monacales.
La disposición en planta descubre poco a poco los espacios a través de filtros de luz y
silencio. Un mundo de sensaciones: sencilla entrada, el pasillo se amplia, la escalera sin
barandilla levita y asciende por el efecto de luz cenital, nos atrae un emocionante
corredor invadido por la suave luz amarillenta que se filtra por una serie de aberturas
verticales con vidrios de color onix, al final de la cual una puerta da paso a un espacio
austero que solo contiene una pequeña alberca, una rustica mesa de comedor, sus sillas
y un aparador, mientras un inquietante muro rojo sujeta el tragaluz y baña la piscina, el
resto el todo luz.
Esa piscina-estar-comedor es el espacio central de la casa: un ámbito mágico donde el
piso se interrumpe en un callado paso entre lo sólido y lo líquido, pues el estar-comedor
se instala a orilla del agua de la alberca, y el muro de color rosa, que se hunde en ella,
vibra con las geometrías producidas por la cambiante luz cenital que va transformando
el espacio a lo largo del día.
LAS ARBOLEDAS Y LOS CLUBES
A unos 20 kilómetros al noroeste de la ciudad de México, en el emplazamiento de una
antigua hacienda, empieza en 1957 Luis Barragán a idear un nuevo fraccionamiento:
Las Arboledas. La muy larga relación del arquitecto con el mundo ecuestre es
determinante en la génesis de este desarrollo y de otro posteriores.
La planificación urbana, las obras de ornato, jardines y reforestación en general fueron
llevadas a cabo por Barragán. Un gran muro de un rojo dramático, que divide en dos el
horizonte, señala la entrada al área y enmarca la monumental gigantera, un paseo de casi
un kilómetro de largo, bordeado de eucaliptos de mas de treinta metros de altura y que
ofrece una secuencia de sombras y luces punteada por la plaza del Campanario y
rematada por el gran muro blanco de El Bebedero.
Ahí Barragán construyo un pequeño fraccionamiento, Los clubes, pensado para la
practica hípica y donde con claridad se advierten rasgos que evocan el paisaje de sus
primeros años, la hacienda Corrales cercana a Mazamitla, en la sierra del Tigre. En los
clubes estuvo una de las fuentes mas logradas, la llamada fuente de los amantes,
enmarcada por un muro de color rosa intenso, y la cual desafortunadamente esta en la
actualidad muy deteriorada.
Irónicamente, los muy precisos destinos estéticos que Barragán proyectaba para sus
fraccionamientos fueron en gran parte traicionados por la fragorosa realidad.
LasArboledas, por ejemplo, con sus calzadas pensadas cuidadosamente para el transito
de los jinetes, hubo de mudar su destino y ser dedicada a la habitación de clase media.
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