TEMA 12.3.) Isabel II (1843-1868): el reinado efectivo. El siglo XIX español arrancará con un primer tercio marcado por conflictos como la Guerra de la Independencia (1808-14) y el reinado de Fernando VII (1814-33). Durante esta franja de tiempo hemos de significar cómo en el marco español asistimos al resquebrajamiento de las estructuras propias del Antiguo Régimen y a la enunciación de un modelo liberal que tiene como referente legislativo fundamental la obra de las Cortes de Cádiz (1810-13). No obstante, la consolidación del citado modelo se producirá progresivamente a lo largo del reinado de Isabel II, monarca que nace en las postrimerías del mandato de Fernando VII (1830) y que sube al trono tras la abolición de la ley sálica por este en detrimento del hasta entonces heredero Carlos María Isidro. Esta circunstancia detonará el inicio de un enfrentamiento entre los partidarios de Isabel y los de Carlos María que se extenderá por la segunda mitad del siglo XIX. La nueva monarca inicia por tanto en condiciones convulsas un reinado en el que distinguimos dos grandes fases diferenciadas: a) Isabel II (1833-1843): las Regencias de Mª Cristina (1833-40) y Espartero (1840-43) b) Isabel II (1843-1868): el reinado efectivo. El presente tema se centra más específicamente en la segunda de ambas, también conocida como la etapa de mayoría de edad de Isabel II, en la que asistiremos al definitivo asentamiento del Estado liberal en España y la primacía de los moderados en el gobierno. Podemos distinguir dentro de la misma 3 momentos: I) La década moderada, 1844-54: marcada por el liderazgo del general moderado Narváez, que intenta llevar a la práctica una serie de medidas tales como: El establecimiento de un sistema político estable aunque oligárquico en el que se primaba el orden por encima de la libertad. Se asienta así un modelo político conocido como “liberalismo doctrinario” que se caracteriza por su carácter antidemocrático. La aprobación de una nueva Constitución en 1845, de signo marcadamente conservador en comparación con las de 1837 y 1812. Un mayor control de la administración por parte del gobierno a través de la creación de nuevas figuras como la del gobernador civil, si bien esto no mitigó la ya de por sí generalizada corrupción electoral. La unificación legislativa en el territorio nacional. La creación de la Guardia Civil (1844) para el control del ámbito local. La reforma de la Hacienda a través de la Ley Mon-Santillán (1845), un intento que perseguía la modernización de la hacienda con los principios de igualdad y proporcionalidad por bandera. El acercamiento a la Iglesia Católica, que se consuma en la firma de un Concordato con la Sta. Sede (1851) en virtud del cual se destina parte del presupuesto estatal a la iglesia. Finalmente, situamos en esta etapa la escisión acontecida dentro de los grupos moderado y progresista en facciones más o menos conservadoras. Así, entre los moderados, hablamos de sus sectores más a la izquierda aludiendo a los puritanos, mientras que los de derecha serán simplemente moderados. Por lo que se refiere a los progresistas, los más radicales recibirán el nombre de demócratas y los más conservadores conservan el apelativo de progresistas sin más. II) El bienio progresista, 1854-56: apenas dos años de mandato progresista que comienzan con un pronunciamiento puritano a cargo del general O´Donnell con el fin de derribar el gobierno (Vicalvarada). Seguidamente los insurrectos redactan el conocido como “Manifiesto de Manzanares”, a través del cual expresan un malestar tan generalizado que obliga a Isabel II a encargar la formación de un nuevo gobierno al general Espartero. Este, en colaboración con el general puritano O´Donnell, intentará poner en marcha una serie de actuaciones en el seno de un gobierno tremendamente inestable: La restauración de las leyes e instituciones de la década de 1830 en contraposición al retroceso acontecido en la década moderada. La elaboración de un nuevo proyecto constitucional, la denominada nonata de 1856, texto similar al de 1837 que no llegó a promulgarse. La culminación del proceso desamortizador, en este caso de la mano de Madoz (1855), y contemplando no solo bienes eclesiásticos sino también municipales. La consolidación del mercado nacional a partir de medidas como la creación del actual Banco de España. A pesar de su corta duración, esta etapa no estuvo exenta de conflictos, siendo comunes los motines de subsistencia y las primeras huelgas de un movimiento obrero español que estaba todavía comenzando su andadura. III) Alternancia moderados-unionistas, 1856-68: el cúmulo de conflictos de la etapa anterior generan una crisis gubernamental que permite inaugurar una nueva fase en la que se perseguirá la restauración del orden. Para ello se sucederán en el poder los moderados, dirigidos por Narváez, y la Unión Liberal de O´Donnell, un grupo político a caballo entre el progresismo más conservador (progresistas) y el moderantismo más progresista (puritanos). Los gobiernos de este período se caracterizaron fundamentalmente por: La práctica de un “liberalismo pragmático”. Su insistencia en el progreso económico como gran objetivo de la política (el tendido ferroviario y el Canal de Isabel II son buena prueba de este celo). Una política exterior orientada a la recuperación del prestigio internacional perdido y que se tradujo en intervenciones militares como la desarrollada en Marruecos. Una política interior que intentó recuperar los principios de la Constitución de 1845, pero que fracasó a la hora de lograr una alternancia pacífica y efectiva de los distintos grupos liberales en el poder. De hecho, la oposición a los gobiernos de la época fue una constante, hasta el punto de congregarse desde el exilio en un Pacto concreto en Ostende (Bélgica, 1866). La excesiva injerencia de la reina en los gobiernos, la recesión económica de la segunda mitad de los ´60, el descontento tanto del sector empresarial como del incipiente movimiento obrero, las revueltas estudiantiles ... ; en definitiva, toda una suma de factores interrelacionados pondrán las bases de una revolución que estalla en 1868 y que supondrá el derrocamiento de Isabel II y la inauguración de un sexenio democrático que experimenta nuevas fórmulas políticas (democracia, república, federalismo) hasta la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII.