REVISTA FACULTAD DE MEDICINA, 2016, VOL. 16, Nº 1 ISSN online 1669-8606 EDITORIAL LA CRISIS DE LA MEDICINA EN EL SIGLO XXI El vertiginoso avance farmacéutico y tecnológico de la medicina en las últimas décadas ha traído no solamente una mejor calidad de vida y ha prolongado la supervivencia de los seres humanos, sino que ha logrado erradicar numerosas enfermedades infecciosas, como la poliomielitis, mediante la vacunación en la infancia. Hace cien años no había insulina para tratar la diabetes mellitus ni existían antibióticos para las infecciones, como tampoco neurolépticos para las enfermedades mentales, ni computadoras o Internet para las comunicaciones. Hoy, la información médica puede obtenerse inmediatamente o en contadas horas en numerosas revistas de primera línea que están en la red. La cirugía laparoscópica ha acortado el postoperatorio de los enfermos en forma impresionante y en 1955 el cirujano Joseph E. Murray y el clínico E. Donnall Thomas inauguraron la era de los trasplantes en el Peter Bent Brigham de Boston al realizar el primer trasplante renal en humanos entre mellizos gemelos. Hay áreas, sin embargo, que siguen desafiando al progreso. Es paradójico que un país europeo – España en este caso– tenga el primer lugar en el mundo por el número de trasplantes cadavéricos debido a que en los fines de semana largos por feriados las donaciones provienen de jóvenes automovilistas alcoholizados. Esa drogadicción socialmente permitida, el alcohol, sigue causando estragos en la salud y dramas familiares y sociales. En el caso de la otra drogadicción, el tabaquismo, se han logrado enormes progresos al no permitirse fumar en lugares cerrados y al alertar en los paquetes de cigarrillos sobre los daños que su consumo ocasiona. Frente a tal arsenal terapéutico y aluvión de información en medicina, se impone el ejercicio del criterio y ordenamiento del sentido común en el pensar médico. El gran clínico Alberto Agrest (1923-2012) dice que el pensar médico es similar al pensar de un detective, quien en realidad “medicaliza” su modo de pensar. Sherlock Holmes, paradigma del detective, fue creación de Arthur Conan Doyle, médico, que había aprendido esa forma de razonar con sus profesores de medicina. El crecimiento de la tecnología ha llevado al ocaso de la Semiología. No hay tiempo para escuchar la pato-historia del paciente y establecer una óptima relación médico-paciente, ni tampoco para un buen examen físico, ni para una buena historia clínica, lo que lleva de entrada a errores médicos innecesarios y a costosos exámenes complementarios. Las industrias farmacéutica y tecnológica ponen en jaque a las obras sociales y éstas, a su vez, por los bajos aranceles, llevan al médico a atender demasiados pacientes y al discutido plus que afecta a los afiliados de escasos recursos. El médico, a su vez, necesita, a costa de sus ingresos, instruirse en los avances de su especialidad concurriendo a congresos y realizando cursos de actualización. El médico empresario de salud que logra adquirir los modernos y costosos equipos ofrece trabajo mal remunerado a los médicos jóvenes, creando una masa de médicos empleados. Éstos a su vez se ven coaccionados a suministrar candidatos para tecnologías que podrían suplirse con un buen examen clínico, en general no reconocido por las obras sociales. El médico joven y también el adulto, para subsistir, se diversifican teniendo dos o más empleos. Otro factor que conspira contra la conducta médica ideal es la presión de las multinacionales de la industria farmacéutica y sus estudios multicéntricos que, debemos reconocer, han significado un progreso en medicina pero, debido a la necesidad material de recuperar la inversión en el desarrollo de un nuevo producto, violan normas de ética usando a los médicos como reclutadores de pacientes para la valoración de nuevos fármacos en aquellos países que no protegen a su población mediante leyes de investigación clínica. No es verdadera “investigación clínica” acceder a participar en estos ensayos. En la subcomisión de Farmacología de la cual formé parte hace varios años, el 95% de los pedidos de subsidios correspondían a los llamados de ciencias básicas con trabajos de investigación más baratos y no por ello de menor calidad. Eso sí, el criterio de valoración actual es el de publicar en revistas calificadas como de “alto puntaje”, cuyos árbitros están en su mayoría en los países del primer mundo, especialmente en los Estados Unidos. Con ello disponen, con este trámite, de la información de todo lo que se está haciendo en su especialidad, en la cual hay árbitros tanto honestos como deshonestos, que ubican así a los competidores de sus respectivos temas. El trabajo, sugiere el Editor, podría ser aceptado si el postulante realiza nuevos experimentos y el científico del país subdesarrollado logra satisfacer la demanda. El autor cumple con la observación del árbitro, pero al final el trabajo no es aceptado por observaciones que debieron hacerse desde un principio o bien porque la revista exige el pago en dólares para su publicación. Hay revistas que exigen hasta 5.000 dólares. Por cierto que si se logra publicar en una revista de “alto puntaje” el trabajo puede tener un impacto en el tema y recibir numerosas citas de otros autores. El doctor Bernardo Houssay, en la década del 30, publicaba sus trabajos en la revista francesa Comptes Rendus de la Sociéte de Biologie et sous filiales, lo que lo llevó a un tardío y arduo reconocimiento de los científicos estadounidenses en el tema del sistema renina angiotensina. Hacia 1950 creó el Acta Physiologica Latinoamericana como revista de los fisiólogos latinoamericanos, en cuyo primer número el primer trabajo está firmado por el Dr. Juan Carlos Fasciolo, quien organizó en 1949 el 1 REVISTA FACULTAD DE MEDICINA, 2016, VOL. 16, Nº 1 ISSN online 1669-8606 Instituto de Fisiología de la Escuela de Medicina. El trabajo fue realizado íntegramente en la Universidad Nacional de Tucumán y se refería al contenido de renina en el riñón de mamíferos. En 1969 publiqué uno de mis mejores trabajos sobre el efecto de la angiotensina II en la reabsorción proximal de sodio y agua usando el riñón aislado del sapo en el Acta Latinoamericana, el que hasta la fecha es ignorado en las revisiones del tema. En un Congreso de Nefrología en Mendoza tuve oportunidad de conversar con un distinguido profesor estadounidense, autor de un artículo de revisión, que me manifestó que el Acta “no se lee en los Estados Unidos”, a pesar de que el trabajo ya estaba incluido en los bancos electrónicos biomédicos, lo que según Eugene Garfield, del Instituto de Información Científica de los Estados Unidos (Current Contents), lo considera inexcusable El Acta terminó extinguiéndose por falta de apoyo. Es importante señalar y hacer conocer que el Dr. Ricardo Farías, en bioquímica, logró con sus colaboradores publicar un artículo en una importante revista de puntaje que llegó a ser un “Citation Classic” en el tema, realizado en el Instituto de Química Biológica. Con el fallecido profesor Ramón Nicasio Herrera no logramos conseguir subsidios de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica por tener publicados sus trabajos en la Revista Española de Cardiología, considerada de bajo impacto. Es paradójico señalar que, como Investigador Principal “Ad Honorem” del CONICET yo no podía recibir subsidios, ya que necesitaba un corresponsable en relación de dependencia. El trabajo al final fue subsidiado con fondos de una Fundación INELCO (sigla de Instituto de Investigaciones Científicas “Elvira Martínez Castro de Coviello”) que terminó extinguiéndose. El trabajo realizado en voluntarios jóvenes sanos ha sido aceptado para su publicación en la Revista de nuestra Facultad. Sería estimulante esperar que nuestros trabajos, realizados con precarios medios, sean valorados en su justa dimensión por los asesores de la investigación médica del CONICET y Agencia de Promoción Científica y Tecnológica de la Capital Federal. Dr. Alfredo Coviello Investigador Principal “Ad Honorem” de CONICET 2