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El “Estado de Bienestar: de Mahoma, Gesell
y Beveridge al esposo de Máxima
Por Fernando Del Corro (*)
Mientras en la Argentina el pasado 16 de septiembre los sectores
más reaccionarios de la sociedad conmemoraban con nostalgia el LVIII
aniversario del golpe que provocó el derrocamiento del presidente Juan
Domingo Perón, en el reino de los Países Bajos, su nuevo monarca,
Guillermo Alejandro, al inaugurar las sesiones parlamentarias afirmó que
“el clásico Estado del bienestar de la segunda mitad del siglo XX ha
producido sistemas que en su forma actual ni son sostenibles ni están
adaptados a las expectativas de los ciudadanos”.
Adiós a los más de dos tercios de siglo en que por buena parte de
Europa se había enfatizado en esa concepción divulgada a partir del
informe presentado el 20 de noviembre de 1942 por el gran economista
bengalí William Henry Beveridge quién retomó un concepto de ese otro
notable economista, pero argentino, Jean Silvio Gesell quién planteó la
idea de “el estado de bienestar” allá por 1891. Como en Francia, donde la
socialdemocracia gobierna abiertamente, y en otros, como en Grecia,
donde participa de la coalición oficialista, también en los Países Bajos el
nuevo gabinete tiene una participación dominante de ese sector.
Aquí, a los socialdemócratas propios tampoco les quedaba nada
del pensamiento de izquierda ni en 1955 ni cuando el genocida golpe
cívico-militar de 1976. Un mismo personaje los caracterizó en ambos
períodos: Américo Antonio Ghioldi., aquél que en el Consejo Consultivo
de los golpistas, en 1956 aplaudió los asesinatos de los sublevados a las
órdenes del general Juan José Valle bajo la consigna de “se acabó la
leche de la clemencia” y dos décadas más tarde fue embajador en
Portugal cuando el presidente de facto le dio al Partido Socialista
Democrático por él conducido el manejo de la sede diplomática en
Lisboa.
Durante esa dictadura genocida el empresario azucarero Jorge
Zorreguieta, acusado de estar involucrado en la represión terrorista, fue
titular de la Subsecretaría de Agricultura y, posteriormente, de la
Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación siendo su jefe
el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. Zorreguieta, que
luego fue presidente del Centro Azucarero Argentino, es el padre de
Máxima, la esposa del rey Guillermo Alejandro, y la primera en la historia
de ese país que se sienta a la par de su consorte a la hora de la apertura
de las sesiones ordinarias del parlamento. El anuncio del fin del “estado
de bienestar” seguramente la debe haber hecho recordar con satisfacción
esos tiempos en los que en la Argentina se persiguió ferozmente a los
luchadores sociales para terminar con las conquistas populares.
La etimología de los nombres no muchas veces coincide con la
persona que los porta y en este caso lamentablemente. Guillermo tiene un
origen germano que significa “protector” y Alejandro uno griego que es
“defensor del hombre”. O sea que el rey neerlandés se llama “el que
protege y defiende al hombre”. Las políticas de ajuste anunciadas el 16 de
septiembre poco tienen que ver con eso. Su madre, la que abdicó en su
favor, es Beatriz, que en latín simboliza a “la que trae la felicidad”. Por ahí
ella decidió no ser “la que trae la desdicha” en términos reales y por ello,
en medio de la gran crisis económica del planeta, la tercera del
capitalismo luego de las iniciadas en 1873 y 1929, decidiera que la
liquidación del “estado de bienestar”.
Este término se le atribuye a Beveridge, un economista nacido en el
actual Bangla Desh, descendiente de una noble familia británica, pero lo
más probable es que haya sido tomado del genial argentino, aunque
nacido en la actual Bélgica, Silvio Gesell. Beveridge, por entonces, era el
decano de la especialidad en el London Economic School y luego fue
rector de la Oxford University. Siendo un hombre culto y estudioso lo más
probable es que haya tenido conocimiento de los trabajos de Gesell, el
primero de los cuales fue su difundido libro en Europa y casi
desconocido en la Argentina “Hacia la reforma monetaria como puente
hacia el estado de bienestar”.
Dicha obra fue escrita en la Argentina en 1891 de resultas de sus
reflexiones sobre la crisis de 1890 que no sólo afectó al país sino que se
proyectó hacia varios vecinos y a la Península Ibérica y en cuyo salvataje
participaron los gobiernos del entonces Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda, Francia y Rusia. Incluso algunos empresarios locales como
Ernesto Tornquist y el propio Gesell fueron parte del arreglo sosteniendo
al presidente Carlos Enrique José Pellegrini. Más adelante escribió
muchas otras cosas entre ellas “El orden económico natural” donde
sostiene el carácter de propiedad pública que debe tener la tierra, la que
sólo puede ser entregada a particulares en usufructo. El 1918, durante la
efímera existencia de la República Bolchevique de Baviera, inspirada en
Rosa Luxemburgo, fue convocado para ejercer el cargo de ministro de
Hacienda de ese país.
Gesell es casi ignorado en la Argentina, aunque existe un balneario,
Villa Silvio Gesell, del que es epónimo ya que fue fundado por su hijo,
Carlos Idaho Gesell. Sin embargo es muy conocido en las universidades
europeas y es el teórico más citado por el inglés John Maynard Keynes en
su “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”, editada en
1936. Keynes hizo reiteradas referencias a grandes economistas como su
maestro Alfred Marshall y Arthur Pigou pero un capítulo sólo lo dedicó al
argentino, además de otra página. “Es conveniente citar aquí al raro e
indebidamente olvidado profeta Silvio Gesell (1862-1930), cuyo trabajo
contiene destellos de profunda perspicacia”, comienza el capítulo durante
cuyo desarrollo llegó a señalar: “Creo que el porvenir aprenderá más de
Gesell que de (Karl Heinrich) Marx”. Una afirmación aventurada pero
procedente de uno de los más grandes economistas de la historia.
A partir de la post Segunda Guerra Mundial en Europa se desarrolló
el “estado de bienestar” bajo su denominación inglesa de “welfare state”.
Pero con la particularidad de que no era para todos sino para los propios
repartiendo más adecuadamente la plusvalía recogida en la periferia y por
ello no alcanzó a difundirse a nivel de esta última aunque hubo países
que desarrollaron, sin alcanzar aquél, notables mejoras en el nivel de vida
de sus poblaciones como en la Argentina gobernada por Perón. Es
interesante señalar que en el libro mencionado Keynes se anticipó en
medio siglo a Anthony Giddens, considerado el gran teórico de la
“Tercera vía” que tanto aplaudieron los socialdemócratas gobernantes
entonces en Alemania y el RU. Sin utilizar ese término, señala, entre otras
cuestiones similares, que “las medidas indispensables de socialización
pueden introducirse gradualmente sin necesidad de romper con las
tradiciones generales de la sociedad”.
Aunque sin utilizar el término “estado de bienestar” ya hubo
antiguos pensadores que hicieron referencias al mismo, como en el caso
del fundador del islam, Abu l-Qasim Muhammad ibn ‘Abd Allāh al-Hashimi
al-Qurashi (Mahoma), quién en su libro “Corán” (recitación), cuya versión
definitiva dio a conocer el imán Otmán en 644, sostiene la necesidad de
que nadie queda de la cobertura de sus necesidades y plantea la igualdad
entre todos los humanos. Además de ello, en uno de sus párrafos hizo
notar que “Todos los hombres son iguales, como los dientes del peine;
no hay superioridad del blanco sobre el negro ni del árabe sobre el no
árabe”. La España musulmana producto de la ocupación magrebí iniciada
en 711 por Djeb el Tarik, epónimo de hoy estrecho de Gibraltar, fue una
buena muestra de esa cultura de convivencia de toda naturaleza.
Esta tercera gran crisis mundial del capitalismo, en su
profundización, ya no permite mantener su “welfare state”, a los
europeos, como ellos lo denominan. El endeudamiento nunca visto de los
países centrales, con los Estados Unidos de América a la cabeza en lo
cuantitativo y con el hoy Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
en la relación pasivo-producto lo hace imposible. Los EUA están
emitiendo a razón de 85.000 millones de dólares estadounidenses al mes
o sea 1,020 billones al año. Ello genera una liquidez nunca conocida que
no se corresponde con la producción de bienes y de allí los precios de
bienes como los hidrocarburos o los alimentos que se disparan mucho
más allá de cualquier relación con la demanda.
Ahora la violencia del ajuste le tocó a los Países Bajos, los mismos
que en el Siglo XVII fueron la principal economía planetaria, sobre todo
cuando a partir de la guerra religiosa en el Japón entre católicos y
sintoístas, en 1608, se adueñaron del comercio exterior nipón y de las
importantes reservas de oro de ese país lo que les permitió convertirse en
financistas del proceso de la Revolución Industrial en Gran Bretaña en el
cuál también jugó un rol importante ese áureo metal descubierto en Minas
Gerais, en el Brasil, a partir del Tratado de Methuen de 1703, por el cual
los británicos asumieron el quasi control del comercio de las colonias
portuguesas en todo el mundo. La liquidación del “estado de bienestar”
explicitada por su rey “protector y defensor de los hombres” implica un
ajuste adicional presupuestario de 6.000 millones de euros (unos u$s
10.000 millones) para 2014; una desocupación estimada en el 7,5 por
ciento de la población; el déficit de las cuentas públicas llegará al 3,3% (el
acuerdo del euro no permite superar el 3%); y el poder adquisitivo de la
población disminuirá un 0,5%. Todo según lo estimado por la Oficina
Central de Planificación, avalado por el gobierno socialdemócrata y
alegremente anunciado por el monarca acompañado por su esposa, la
argentina Máxima. Adiós a Mahoma, Gesell y Beveridge y bienvenidos
pensadores como Jeremy Burham, el autor de “En defensa de la usura”,
el economista de cabecera de Bernardino Rivadavia, ya que de eso se
trata.
(*) Historiador económico, docente universitario y periodista.
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