Herodoto

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2.1 − HERODOTO: VIDA.
Heródoto o Herodoto (c.484 − 425 a.C.) fue un historiador griego, reconocido como el padre de la
historiografía. Nació en Halicarnaso en Caria, región meridional de Asia Menor (actual Bodrum, en Turquía),
donde se cree que estuvo exiliado hacia el 457 a.C. por conspirar contra el gobierno de la ciudad, favorable a
los persas.
Hombre inquieto, observador y viajero, supo plasmar en su obra esas cualidades ya que acude como fuentes
principales de información a sus ojos y a sus oídos. Se dedicó el resto de su vida a completar su gran obra,
conocida como Historias, cuyo título deriva de la palabra griega historia (investigación, búsqueda). Los
estudios de Historias fueron divididos más tarde en nueve libros. Los primeros tratan sobre las costumbres,
leyendas, historia y tradiciones de los pueblos del mundo antiguo, incluidos los lidios, escitas, medas, persas,
asirios y egipcios. Los tres últimos versan sobre los conflictos armados entre Grecia y Persia que tuvieron
lugar a principios del siglo V a.C. y que son conocidos como Guerras Médicas.
Herodoto demuestra un gran conocimiento de la literatura griega y un pensamiento contemporáneo racional.
Creía que el Universo estaba regido por el destino y el azar, y que nada en los asuntos humanos es estable. Sin
embargo, la elección moral seguía siendo importante, ya que los dioses con frecuencia castigan la arrogancia.
Este intento de extraer lecciones morales del estudio de los grandes acontecimientos, es la base de la
historiografía griega y romana.
2.2 − HERODOTO: DE LAS TERMÓPILAS A SALAMINA
En esta obra de Herodoto el desarrollo de la civilización se presenta como un movimiento inexorable
hacia un gran enfrentamiento entre Persia y Grecia, consideradas los dos centros de las culturas
orientales y occidentales respectivamente.
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La información que Herodoto muestra en la obra procede en parte de sus predecesores y en parte de las
observaciones que hizo durante sus extensos viajes. Por ello cabe destacar ciertos hechos que aparecen
en la narración de Herodoto y no hemos mencionado con anterioridad en nuestro comentario de Las
Guerras Médicas.
Un comentario curioso se sitúa tras la batalla de del Maratón:
Cuando los Persas se dirigieron rumbo al golfo de Maratón, ya en la península del Ática, los atenienses
habían enviado a un triunfador de los Juegos olímpicos, Fidípides, a buscar apoyo en Esparta. Se dice
que Fidípides corrió los 240 km. que separan ambas ciudades en menos de cuarenta y ocho horas; pero
los espartaros se vieron impedidos a prestar ayuda por un rito religioso que les impedía ponerse en
marcha antes del plenilunio. Los espartanos llegaron cuando la batalla había terminado, pero se
trasladaron a Maratón porque querían ver a los medos. Cumplido su deseo felicitaron a los atenienses
que después de todo consiguieron la victoria y regresaron a su patria sin haber combatido. Una
tradición aseguró que el mismo corredor que había andado a Esparta para solicitar su ayuda fue el
primero que llegó también a Atenas para anunciar el triunfo. El cansancio de la larga carrera de 42km.
fue tal, que al llegar a penas pudo decir: ¡Alegraos, atenienses, hemos vencido!, y cayó muerto.
Siguiendo esta tradición en los Juegos Olímpicos actuales se corre una prueba llamada de Maratón que
consiste en correr esa misma distancia a campo traviesa.
Antes de producirse la batalla de las Termópilas:
Se había decidido que el ateniense Temístocles protegiera Atenas mientras que el espartano Leonidas
defendía el estrecho desfiladero de las Termópilas, situado entre el monte Otea y el mar y por donde
apenas podía pasar un carro de frente. El ejército persa quedó detenido unos días hasta que −según la
narración de Herodoto− un traidor llamado Sfialtes indicó a los persas un lugar por donde podía pasar
la cadena montañosa sin tener que atravesar el desfiladero. Cogidos por los dos lados, la batalla de las
Termópilas termino con la muerte de todos los defensores griegos pero costó a los pesas 20000 victimas
entre los que estaban dos hermanos del propio rey Jerjes. Se cuenta de esta batalla que habiendo
anunciado algún derrotista que los persas eran tan numerosos que si disparaban todos sus flechas al
mismo tiempo oscurecerían al Sol, un espartano llamado Dieneces respondió: Mejor, así pelearemos a
la sombra. En honor de las víctimas se grabó después en el desfiladero una inscripción que reza:
Viajero, anuncia a Esparta que yacemos aquí en obediencia a sus leyes.
Cómo sucedió en Salamina:
Salamina es una isla chata y rocosa en el golfo Sarónico, situada ante la costa meridional de la
península de Ática. Cuando el prepotente ejército de los persas, bajando desde Tracia, hubo atravesado
el paso de las Termópilas en la entrada de Grecia Central, aniquilando a los espartanos a las órdenes
del rey Leonidas, los enemigos habían llegado a los arrabales de Atenas...
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Desbordada la defensa, llegaron a Atenas incendiando los templos de las Acrópolis, siempre como
venganza de la destrucción de los Sardes y degollaron a la pequeña guarnición que allí había quedado.
Las naves griegas, después de haber transportado a la población ateniense a la pequeña isla de
Salamina, esperaron el inminente ataque de los persas. Sobre esta batalla destacar que la escuadra
griega que había combatido en la lucha contra los persas se refugiaba ya en Salamina. Este hecho fue
debido a un consulta que hizo Temístocles al oráculo de Delfos. La pitonisa le advirtió que la salvación
de Atenas se cifraba en levantar las murallas de madera, eufemismo que el caudillo griego interpretó en
el sentido de referirse a los barcos. La batalla que allí surgió fue conocida con el nombre de la isla y
presenciada por el propio rey Jerjes. A pesar de que las naves persas eran mayores en tamaño no
pudieron evitar las ágiles maniobras de los pequeños barcos griegos.
En su obra, Herodoto sigue narrando la historia al igual que lo hicimos nosotros anteriormente,
pasando por la batalla de Platea hasta terminar en la confederación de la Liga de Delos.
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