La gloria del sol - Editorial Biblos

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Opinión publicada en El Federal
1º de julio de 2010
De manera sagrada y en celebración
Identidad, cosmovisión y espiritualidad en los pueblos indígenas
Carlos Martínez Sarasola
Colección Desde América
La gloria del Sol
El reconocido investigador, autor de varios libros de temáticas indígenas, explica el
significado de la fiesta del Inti Raymi en el mundo andino tras la publicación del
reciente “De manera sagrada y en celebración”.
Por Carlos Martínez Sarasola
“…el día siguiente, que era el de la fiesta,
al amanecer, salía el Inca acompañado de toda su parentela,
la cual iba por su orden, conforme a la edad y dignidad de cada uno,
a la plaza mayor de la ciudad, que llaman Huacaipata.
Allí esperaban a que saliese el Sol y estaban todos descalzos
y con grande atención, mirando al oriente,
y en asomando el Sol se ponían todos de cuclillas
(que entre estos indios es tanto como ponerse de rodillas)
para le adorar, y con los brazos abiertos y las manos alzadas
y puestas en derecho del rostro, dando besos al aire
(que es lo mismo que en España besar su propia mano o
la ropa del Príncipe, cuando la reverencian)
le adoraban con grandísimo afecto
y reconocimiento de tenerle por su Dios y padre natural”.
(Inca Gracilazo de la Vega,
1539-1616, “Comentarios Reales”)
El Inti Raymi o Intiq Raymin (la Fiesta del Sol) fue quizás la máxima celebración entre los
incas. La presidía durante varios días, el Inca, Hijo del Sol, junto a su familia y los curacas,
que eran los jefes de los ayllu o comunidades, a su vez integrantes de las distintas partes de
Tawantinsuyo (las cuatro partes del mundo, denominación que se daba a sí mismo el Estado
incaico). Toda la sociedad se sumaba para glorificar al Sol, al “Inca del cielo”, que habitaba el
Mundo de Arriba (Hanan Pacha) en un Universo que incluía al Mundo del Medio (Kay Pacha) y
el Mundo de Abajo (Uku Pacha).
CICLOS. Las culturas agrícolas observaron que la vida renacía después del invierno; que las
plantas florecían en primavera y fructificaban en verano; que el Sol daba su calor y su
energía a todas las formas vivientes. Los incas asentados en el hemisferio sur del planeta,
celebraron con el Intiq Raymin (Intiq, Sol; Raymin, la Fiesta) al momento en que el padre
Sol iniciaba su marcha hacia el Sur para calentar esta parte del mundo, entre el 21 y 24 de
junio. La ciencia conoce a este fenómeno como el solsticio (Sol quieto) como el invierno, la
noche más larga del año. Para los pueblos originarios era el momento en que los ciclos de la
naturaleza y del cosmos recargaban su energía, para reiniciar renovados, el nuevo tiempo.
Desde entonces todos los pueblos andinos tributan respeto y reconocimiento al Sol como
principal fuente de la vida, celebrando al mismo tiempo el comienzo de un nuevo año (Musoq
Wata), coincidente con el solsticio. Según su calendario, estos pueblos atraviesan hoy el año
5518, ya que su cronología se origina en el centro sagrado de Tiwanaku y cada milenio
corresponde a un Sol. A partir de la llegada de los conquistadores españoles transcurre el
Quinto Sol, o sea, los últimos quinientos dieciocho años.
El calendario andino se basa así en el movimiento del Tayta Inti que determina la sucesión
de las estaciones, y se compone de doce meses lunares más una cantidad de días
complementarios, todo lo cual es representado con la Chakana, que preside el ciclo
ceremonial. La Chalana o “cruz andina” es la Constelación del Sur –conocida como la Cruz
del Sur-, y es una síntesis de la cosmovisión andina: es la unión del cielo y la tierra y reúne a
los principios femenino (Urin Saya) y masculino (Hanan Saya), exponentes de la Dualidad.
Organiza a las cuatro estaciones, a las ceremonias y sus fechas de realización. Expresa la
idea del tiempo circular y sagrado, muy distinto al tiempo cronológico occidental; es un
tiempo que se renueva a sí mismo, a la naturaleza, a los hombres y al universo a través de
las ceremonias, rituales y festividades.
El mes de junio se llama Intiq Raymin, y en el día 21, que coincide con el solsticio de
invierno y con la aparición en el cielo de la constelación de las Pléyades (“Las siete cabritas”,
según los incas), se realizaba la gran celebración que llevaba el mismo nombre. Se hacían
ofrendas al Tayta Inti para propiciar la continuidad y renovación de la vida, para que sus
rayos siguieran brillando y aseguraran buenas cosechas y salud tanto para los humanos
como para los animales y las plantas. Como en todas las ceremonias, el hombre cumplía el
rol de ayudar a sostener el equilibrio del cosmos, unido al cielo y la tierra.
El Sol tenía a sus sacerdotes, sus mujeres escogidas, sus templos (el Coricancha del
Cusco), su representación (el Punchao) y lo envolvía un halo de sacralizad, poder y misterio
ligado al principio de la Energía: el camino mítico este-oeste que desanda Viracocha, otra de
las máximas deidades, lo hace transformado en jaguar, para sortear los obstáculos del
inframundo y para renacer al alba como cóndor (el sol diurno) animal sagrado del plano
celeste.
ESPIRITUALIDAD. La tradición sigue viva, de la mano de un resurgimiento de la cosmovisión
y espiritualidad en toda América. Los pueblos andinos continúan celebrando, cada 21 de
junio, la fiesta del Intiq Raymin. En nuestros días la Fiesta central se lleva a cabo en la
fortaleza prehispánica de Sacsahuaman (Perú), en lo cual participan miles de personas que
llegan desde los más remotos puntos del planeta. En innumerables pueblos y comunidades
se exaltan ese día valores originarios fundamentales como la reciprocidad, el sentido
comunitario de la vida y el cuidado y respeto por la naturaleza y todos sus seres vivos.
Hoy la ceremonia ha atravesado las fronteras étnico-culturales y como un signo de los
tiempos, en que el inexorable camino hacia la espiritualidad parece ser una necesidad
existencial de un número creciente de seres humanos, el Inti Raymi ha llegado desde hace
unos años a los ámbitos urbanos, en rituales ecuménicos que reúnen a gentes provenientes
de distintos sectores sociales, edades e identidades étnicas.
Pachacutec, uno de los máximos líderes incaicos, gobernó apoyado en tres principios: aiñi
(reciprocidad); alpa (energía) y enka (fuerza vital). El creía que estos tres conceptos
posibilitarían un estado de conciencia colectivo tal en la sociedad incaica, que la llevaría a la
gran transformación, expresada en el Pachakuti, ese “darse vuelta a la Tierra” que según la
cosmovisión andina sucede cada cien años, y que hoy se entiende como un momento de
retorno a los orígenes y al mismo tiempo de profunda renovación. Las cada vez más
numerosas celebraciones del Inti Raymi parecen alumbrar este momento de cambio y
transformación interior por el que cada vez más personas (como deseaba Pachacutec) ya
estamos atravesando.
Más información: www.desdeamerica.org.ar – www.cmartinezsarasola.com
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