Mesopotamia y el PHN José Mª De Jaime Lorén - Doctor en Ciencias Biológicas y Farmacia Cuando se habla de la importante cultura mesopotámica de la antigüedad, y se piensa en su privilegiada situación geográfica entre los dos grandes ríos que dan nombre a la nación, se produce una cierta decepción al ver que gran parte de aquel extenso territorio corresponde con zonas fuertemente desertizadas. Lo que no es tan conocido es la culpa del hombre para llegar a esa situación. En efecto, están demostrados asentamientos humanos hace más de diez mil años entre el mar Mediterráneo y el río Eufratres, que se dedicaban a la siembra de cereales y al cuidado de rebaños de ganado ovino y bovino. Se estima que la auténtica revolución agrícola comenzó en esta zona. El cultivo y la ganadería alimentaban a muchos más individuos que la caza en un mismo territorio, lo que sin duda permitiría una más rápida multiplicación de la población. El hombre se convierte de esta forma en dueño y señor del espacio que ocupa, transformando espacios naturales en paisajes civilizados. Desde la primera mitad del siglo III a.C. existió junto al Eufrates el estado Mari, cuya feraz agricultura dependía en exclusiva de un regadío metódico. A su vez la presa de Saba, al sur de la península Arábiga, estaba considerada como una de las maravillas del mundo. Por medio de esclusas llevaba el agua a los campos en cualquier época del año según fuesen las necesidades. ¿Qué ocurrió?, que el mal uso de la presa motivó la rotura del dique hacia el año 550 a.C. ocasionando el fin del esplendor de este reino, célebre también por los amores de su reina con Salomón. Una cosa parecida iba a suceder en Mesopotamia. En el momento de mayor pujanza Babilonia llegó a tener la población de cualquier gran ciudad europea de la actualidad. Nabucodonosor construyó canales entre el Tigris y el Eufrates para regular las inundaciones, así como un gran pantano que superaba los 400 kilómetros2 de extensión. Sin embargo, como si de una maldición bíblica se tratara, el mal aprovechamiento que de estos mismos recursos hizo el hombre, cegado por la ambición en una búsqueda egoista de mayores rentabilidades, va a ser la causa de su propio fracaso, a veces, como vamos viendo, con pérdidas irreparables para siempre. Ya en el siglo VII se fuerce el cambio del cauce del Tigris y en el XIII del Eufrates, se producirá un cataclismo ecológico poco menos que definitivo para las sociedades de la zona, transformando vergeles en auténticos desiertos. Toda esta zona gozó en la antigüedad de una gran fertilidad gracias a la irrigación artificial de la que todavía quedan restos de canales más abajo de Badgad. Hoy, sin embargo, sufre sin defensa posible fuertes avenidas de arena del desierto. De hecho, según Cadoux, el primitivo cauce del Eufrates entre Musajiv y Samava quedó cegado por la arena. Sobre las peligrosas consecuencias de la alteración de un uso racional de las aguas de los grandes ríos, tenemos un ejemplo relativamente reciente en el propio Éufrates. En efecto, en el canal Hindiye, que arranca de este mismo río a la altura de Musajiv para aprovechar su agua en el regadío, se rompió en 1903 el dique que había en el azud, motivando que el Éufrates dejara su cauce que hasta entonces seguía por Hille y Divaiye, vertiendo la totalidad de sus aguas por el canal de forma que tan sólo durante el estiaje llegaba algo de agua a Hille. De poco sirvieron los esfuerzos que posteriormente hicieron los ingenieron franceses para restablecer el antiguo cauce. Cuando por fin llegó de nuevo el agua del Eufrates con relativo caudal a la zona de Hille ya fue tarde, los agricultores que durante siglos habían explotado aquellas tierras las habían abandonado tiempo atrás en busca de mejores países. Hoy, cuando la insaciable voracidad de una agricultura intensiva cuya rentabilidad descansa en gran medida sobre la mano de obra de inmigrantes indocumentados, se combina con los elevados intereses que obtienen las grandes costructoras de obras públicas, en un entorno de subveciones europeas fáciles para ciertos negocios, y unido todo a grandes movimientos especulativos en el arco mediterráneo, se corre el gravísimo riesgo de provocar una catástrofe ecológica de dimensiones incalculables. Ante el caramelo del dinero fácil y rápido, o la posibilidad de recibir importantes cantidades de dinero sea para lo que sea, se cierran los ojos a evidencias como la del cambio climático o el indudable valor de preservar importantes ecosistemas. De nada valen los informes técnicos mediambientales solicitados, que se muestran unánimes en condenar los riesgos que conlleva el PHN, naturalmente, a excepción de los que han redactado los gabinetes con intereses en la ejecución del mismo. Anda preocupada la patronal valenciana con motivo de la manifestación ecologista del día 24, y como argumento hablan de que se pueden perder 35.000 empleos. Tranquilos, sabemos todos que el agua del Ebro va a acabar destinada a urbanizaciones, de todas maneras parece mucho green para 35.000 cadys, ¿no les parece?