Escuela de Formación de Ayudantes Psicoanálisis Freud 1 Titular: Osvaldo Delgado Año 2008 “La satisfacción masoquista de la pulsión” Alumna: María Betania Larrosa La exposición freudiana sobre el masoquismo comienza con el texto Tres ensayos de Teoría sexual1. El punto central por aquel entonces va a estar orientado por el intento de desligar al masoquismo del lugar de “psicopatía sexual” en que había sido colocado por la psiquiatría francesa de la época. Richard von Krafft-Ebing y el Barón Schrenk-Notzing son los autores con los que discute en esta primera etapa. A diferencia de estos, Freud sostiene que el masoquismo “abarca todas las actitudes pasivas hacia la vida y el objeto sexuales”2, y sólo en el caso más extremo en que es condición necesaria y exclusiva para obtener la satisfacción “el hecho de padecer un dolor físico o anímico infligido por el objeto sexual”3 merece el nombre de perversión. El estudio del par de opuestos sadismo – masoquismo le permite a Freud establecer el carácter que tiene la sexualidad para el psicoanálisis, distinto de genitalidad, distinto de reproducción. Cambio de objeto y cambio de meta son dos de las novedades que introduce Freud en este texto. Esto es retomado en el texto princeps sobre pulsiones4 al tratar sobre sus destinos. Trastorno hacia lo contrario y vuelta contra sí mismo convergen en los ejemplos, dirá Freud. El primero atañe al cambio de meta -martirizar/ser martirizado- y el segundo al cambio de objeto martirizar/martirizarme-. Esto se asienta sobre la hipótesis principal de este momento y que se mantendrá vigente hasta 1924, año en que la modifica sustancialmente. La misma proclama que el sadismo es primario. Se trata del componente agresivo de la libido, vuelto hacia la propia persona “la cual en un principio hace las veces del objeto sexual”.5 El masoquista es ese objeto martirizado. Tres ensayos también es el texto en donde aparece por primera vez la palabra pulsión, concepto límite del psicoanálisis y que va de la mano del masoquismo en todo momento. Se trata de la fuerza constante que moviliza todo el aparato psíquico y es, también por eso, un concepto límite entre lo psíquico y lo orgánico. El cuerpo del que se trata difiere del organismo en que se encuentra instituido por palabras. Los cuatro componentes de la pulsión dan cuenta de ella. Es en este cuerpo libidinal donde la pulsión se satisface, es decir en la fuente y no en el objeto, ya que éste fue fijado contingentemente, es un objeto parcial incapaz de colmarla y a la vez, instrumental, funciona únicamente como soporte para el circuito autoerótico de la pulsión. Se trata de la diferencia entre el placer buscado y el hallado, que nombra la imposibilidad de la satisfacción plena. En esta etapa freudiana, a partir del objeto perdido de la primera experiencia de satisfacción, hay un agujero en el aparato psíquico que se mantiene como causa, como motor del deseo. Freud, Sigmund; Obras Completas; Tres ensayos de Teoría sexual; Tomo VII, Amorrortu Editores. Ibíd.; p. 144. 3 Ibíd. 4 Freud, Sigmund; O. Completas; Pulsiones y destinos de pulsión; Tomo XIV; Amorrortu Editores. 5 Freud Sigmund; O. Completas; Tres ensayos de Teoría sexual; Tomo VII; Amorrortu Editores; p. 144. 1 2 En ese lugar se va a asentar un objeto parcial que, anudado a un objeto total del complejo de Edipo, va a abrir la vía a toda la serie de sustituciones. La satisfacción es sustitutiva en la vida de todo neurótico. Del mismo modo, el masoquismo es una satisfacción pulsional. Es el placer del dolor contra uno mismo, que se encuentra en el núcleo mismo del síntoma. Lo que más tarde Freud conceptualizará como necesidad de castigo. La neurosis es el nombre de una modalidad masoquística y Freud se encuentra con esto en la clínica. El paciente no quiere ceder al goce, ya que hay una satisfacción en el sufrimiento. El síntoma es la vida sexual de los neuróticos en cuanto implica una soldadura entre la realización de un deseo inconsciente y una satisfacción pulsional. El encuentro de Freud con las resistencias como fenómeno de la transferencia, resalta que el sujeto repite en vez de recordar, lo cual actúa como un límite a la interpretación. Esto da cuenta de esos afectos que siempre fueron penosos, puesto que queda un resto irreductible e indócil, por fuera de toda ligadura. Aparece una divisoria de aguas entre el circuito ‘represión - fracaso retorno de lo reprimido’ y algo que está más allá de la cadena significante. En relación con esto, la represión primaria es constitutiva del aparato psíquico, ya que implica un representante psíquico imposible de recuperar. El agieren viene al lugar de aquello que no puede ser dicho y lo confronta a Freud, en el análisis, con el factor pulsional. La introducción del complejo nuclear de las neurosis, proclama a la Castración como uno de los nombres de “la no satisfacción plena de la pulsión por obstáculo interno”6. La interdicción del complejo de Edipo vela y encubre la imposibilidad de la satisfacción plena. A partir de ahí se constituye en la trama edípica dicha satisfacción como posible, aunque prohibida. El objeto fijado tapona la Castración, actuando como soporte para el circuito autoerótico de la pulsión. Esto solamente es posible a partir del fantasma de Pegan a un niño7. Texto que marca la soldadura entre esta satisfacción pulsional y algo del campo de la fantasía. Como menciona Osvaldo Delgado en uno de sus teóricos8, esta fantasía articula el registro de lo simbólico, puesto que se trata de un texto, el registro de lo imaginario, al tener una disposición en imágenes, y de lo real, ya que da cuenta de una satisfacción pulsional. A la vez, ya que todos los sujetos se satisfacen con sus fantasías, en un análisis nunca hablan de ellas, sino que las preservan en su intimidad y, si acaso las mencionaran, lo harán con sumo pudor y vergüenza al resultar contradictorias para con su ideal. Sin embargo, la fantasía de Un niño es pegado se encuentra por fuera del contenido de la neurosis, en tanto que inscribe y vela una satisfacción innombrable y, por lo tanto, sólo se Delgado, Osvaldo; El complejo de Edipo como operador; ficha de cátedra. Freud, Sigmund; O. Completas; Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales; tomo XVII, Amorrortu Editores. 8 Delgado, Osvaldo; Teórico Nº 22; año 2006; material de cátedra. 6 7 manifiesta como una construcción hecha en análisis. La fantasía Pegan a un niño es el paradigma del fantasear de todo neurótico, es justamente la trama que permite que esa satisfacción autoerótica se satisfaga y, por lo tanto, da cuenta de la represión primordial en articulación con el complejo de Edipo. No será nunca formadora de síntomas, ya que tiene un lugar separado como formadora del carácter. Tiene una dimensión estructural y estructurante del aparato psíquico, lo cual se articula con el concepto de Narcisismo secundario, en tanto que es el temor ante la pérdida en la Castración lo que posibilita la vuelta de la investidura de objetos a la fantasía. Freud describe tres fases, a partir de la clínica, en el fantasma de un niño es pegado: la primera, sádica (ya que a esta altura el sadismo todavía es primario) -el padre pega al niño odiado por mí, por lo tanto me ama a mí-; la segunda, que se profiere en voz pasiva, masoquista -soy golpeado por el padre-; y una tercera, también masoquista aunque desfigurada -el padre golpea a otros niños, lo cual es observado por mí-. En esta tercera etapa nunca es el padre quien pega, sino que puede tanto quedar indeterminado como tratarse de un subrogado; a la vez, el fantaseador aparece mirando, lo cual le procura una satisfacción onanista. La segunda fase es una construcción propiamente dicha, los sujetos no la recuerdan, sino que se erige en el dispositivo analítico. A la vez, implica dos cuestiones: por un lado, se trata de una regresión a la fase sádico-anal, en donde soy golpeado por el padre también es soy amado por él, lo cual conlleva una satisfacción. En segundo lugar, deja traslucir un sentimiento inconsciente de culpa por haber gozado con la etapa sádica en que el padre golpea al otro niño. Las cuatro características principales demarcan que se trata de una construcción que tiene por agente al padre y se trata de una fantasía masturbatoria y edípica adonde se goza siendo pegado y, ya que el objeto de goce es el padre, hay una reunión incestuosa con él. Opera como resto de las fantasías incestuosas del complejo de Edipo, a partir de su represión, a la vez que implica una regresión libidinal. El fantasma es un marco que permite inscribir lo innombrable de la escena primaria pero al mismo tiempo la vela. Obtura la imposibilidad lógica de que no existe la satisfacción plena. Otra característica substancial de la segunda etapa de la fantasía de paliza se conoce como la gramática pulsional. La cual pone de manifiesto que dicha etapa es proferida en una voz reflexiva, específicamente no es ni pegar, ni ser pegado, sino hacerse pegar. Puesto que la pulsión siempre es activa y lo que puede ser pasivo es la meta. El hecho de que para Freud “el neurótico está dominado desde dos lugares, tiene dos amos. Por un lado está sobredeterminado por los representantes psíquicos en alternancia -el inconsciente- y, el otro amo, es que está fijado a un objeto.”9, nos lleva a tratar el tercer modelo pulsional. Recién con la introducción del mismo, Freud se encuentra con una dimensión masoquista que aparece como primaria, si bien desde el temprano Proyecto de Psicología10 había señalado la existencia de una fuente independiente de desprendimiento de displacer. Otro preludio que Freud precisó antes de admitir la primordialidad del masoquismo fue la segunda tópica. Los dos tipos de pulsiones aparecen en una mezcla pulsional, en la cual la pulsión de muerte busca volver a “la condición de la estabilidad inorgánica”11 y la tarea de la libido es retrasar dicho recorrido, orientando dicha pulsión hacia los objetos del mundo exterior. Hay un más allá del principio del placer que regula el aparato psíquico y, en el mismo momento en que se ligan pulsión de vida y de muerte, satisfacción y dolor se consolidan dentro de un mismo empeño. No obstante, no toda la pulsión de muerte se liga al objeto, a la vez que hay un resto indomeñable que permanece libidinizado en el interior y que constituye lo que Freud llama masoquismo erógeno, y sobre el cual se fundan los otros dos, masoquismo femenino y masoquismo moral. Es esa fuerza constante que impulsa el aparato y que acompañará a la libido en todas las fases del desarrollo. Masoquismo femenino entraña un modo de satisfacción de meta pasiva, afín a la fantasía de Un niño es pegado: Hacerse hacer, de acuerdo a la particularidad de cada uno; lo cual constituye un universal en el campo de las neurosis. En el masoquismo moral aparece la misma como un modo de satisfacción, que se muestra como un sentimiento inconsciente de culpa y que constituye “el rubro más fuerte de la ganancia de la enfermedad”12 ya que el padecimiento mismo de la neurosis es lo que la vuelve valiosa para la tendencia masoquista. Se le atribuye al Superyó la función de la conciencia moral y se establece como causa de ese sentimiento inconsciente de culpa, una cierta tensión entre Yo y Superyó, debido a que el primero nunca estará a la altura de los reclamos del segundo. La instancia superyoica surge como un subrogado del complejo de Edipo a partir de que las figuras parentales fueron introyectadas y fue desexualizada su relación con ellas. Así se señala que el Superyó aflora como una sublimación de las mociones libidinosas del Ello. Sin embargo, los caracteres de los objetos edípicos que se han mantenido, son los más rigurosos, crueles y despiadados, que de ese modo continúan ejerciendo una acción eficaz por la cual la moral es resexualizada. De este modo, la conciencia moral se vuelve más severa cuanto más Delgado, Osvaldo; Teórico Nº 23; año 2006; Ficha de cátedra. Freud, Sigmund; O. Completas; Proyecto de psicología; Tomo I; Amorrortu Editores. 11 Freud, Sigmund; O. Completas; El problema económico del masoquismo; Tomo XIX; Amorrortu Editores, p. 12 Ibíd., p. 9 10 renuncia un sujeto a la satisfacción. Ya que esta hipermoral “tiene el valor psíquico {Bedeutung} de un componente erótico, ni aun la autodestrucción de la persona puede producirse sin satisfacción libidinosa..”13 Son la mociones libidinosas del Ello -desgarradura estructural dentro del núcleo del Yo- regenteadas por el Superyó, las que producen esa paradójica satisfacción en el dolor. El Yo masoquista necesita del castigo para satisfacerse y lo busca en el sadismo del Superyó. 13 Ibíd.,