Fundados temores en lo que puede suceder con la liberación de ex

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Fundados temores en lo que puede suceder
con
la
liberación
de
ex
paramilitares
comprometidos en graves violaciones
Álvaro Villarraga Sarmiento
Fundación Cultura Democrática
Los paramilitares acogidos a la Ley 975 de 2005 por estar comprometidos con
investigaciones sobre graves violaciones, la cual les ofrece la pena alternativa
de máximo ocho años, si no tienen nuevos pendientes con la justicia y han
cumplido con las obligaciones impuestas, podrán recuperar la libertad, incluso
sin que hayan sido condenados, en virtud de haber cumplido con este mismo
tiempo privados de la libertad. Es lo que corresponde con lo legalmente
establecido. Sin embargo, la situación entraña serios problemas: en muchos
casos no han cumplido los compromisos exigidos por esta ley sin que las
autoridades hayan sido diligentes para obrar en consecuencia; las
desmovilizaciones fueron parciales y persisten las expresiones del fenómeno
paramilitar, de manera que al recuperar la libertad podrían articularse a ellas; y
en consecuencia existe fundado temor en las víctimas, la sociedad y las
propias instituciones en que la salida de las cárceles de esta población ex
paramilitar antes que encausarse a la positiva reintegración social, configure la
retoma de poderes ilegales e incluso la reactivación de cruentas disputas en tal
contexto.
Al discutir el tema es importante recordar el debate registrado en su momento,
cuando las conversaciones y acuerdos entre el gobierno Uribe y las AUC
conllevó a la desmovilización de parte importante de las agrupaciones
paramilitares entre 2003 y 2006 así como a la expedición de la Ley 975,
conocida como de “Justicia y Paz”, como marco legal de ese proceso. No se
trató de la recuperación de la paz ni siquiera de una solución de paz entre
actores confrontados en la guerra. Pues ha sido bien reconocido por los
propios ex paramilitares ante la Fiscalía que predominó en su actuación fue la
coordinación, cooperación y apoyo entre las agrupaciones paramilitares con la
Fuerza Pública e incluso con otras instancias o integrantes de otros entes
estatales, gubernamentales y de las corporaciones públicas. No obstante,
como lo señalaron muchos sectores en su momento, si se conseguía el
desmantelamiento de los grupos paramilitares, se cumplía con una medida
positiva en términos de desactivar el actor principal de la comisión de graves
crímenes de lesa humanidad contra la población y se podría contribuir hacia la
depuración de los entes oficiales comprometidos y aportar hacia la
desactivación de factores del conflicto armado.
Es preciso también recordar también que como lo constataron muchos
informes, entre ellos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la
MAPP OEA, la CNRR y de entidades de derechos humanos como la Comisión
Colombiana de Juristas y otras en el ámbito internacional, no se consiguió el
desmantelamiento del fenómeno paramilitar sino la desactivación de parte de
sus estructuras armadas que actuaban en distintas regiones, en medio de la
permanencia de grupos armados, los rearmes y la prolongación de alianzas y
poderes de facto propios de la reconformación de las expresiones del
paramilitarismo, en un nuevo contexto signado por las disputas violentas en
torno a dominios territoriales, de articulación con economías legales e ilegales y
de la incidencia y cooptación de instituciones públicas a distintos niveles.
En lo referido al marco legal de este proceso no se trató de una ley “acordada
en la negociación y los acuerdos con las AUC”, como equivocadamente lo
registran estos días varios medios de prensa. En su momento el presidente
Uribe presentó al Congreso varios proyectos de ley de plena impunidad frente a
los paramilitares, al punto de imponerles solo compromisos de “trabajos
sociales” para sustituir cualquier imposición en materia penal. Pero producto de
la presión presentada por las víctimas, las organizaciones de derechos
humanos, sectores políticos al seno del mismo Congreso y la comunidad
internacional, se incluyeron progresivamente compromisos orientados hacia los
derechos de las víctimas. Más aún, fue sólo la revisión de la Corte
Constitucional, mediante la Sentencia C-370 de 2006, producto de una
demanda presentada por numerosas organizaciones de víctimas, sociales y de
derechos humanos, que la Ley 975 estableció ciertos compromisos para con
tales derechos y con base en ello aprobó la opción de la pena alternativa
referida. Situación que con frecuencia es referida por los propios paramilitares
como incumplimiento del Estado y del gobierno, por cuanto alegan que el
presidente Uribe y su comisionado de paz Luis Carlos Rodríguez, se habrían
comprometido en la oferta de retorno a la legalidad sin imposición de pena
alguna.
Por tanto, en la actualidad en materia de lo establecido por esta ley los
paramilitares que han cumplido ocho años de reclusión están en su derecho a
solicitar y recuperar la libertad. Pero como lo advertimos, la dificultad estriba en
la misma ineficacia en la aplicación de la ley, por cuanto sólo se han proferido
15 fallos condenatorios contra una población de 2.784 ex paramilitares
postulados al beneficio de esta pena alternativa. Además, como lo reconocen
instituciones de distinto orden, aunque han existido aportes en revelación de la
verdad a instancias de las versiones libres y el reconocimiento de miles de
víctimas y de hechos violatorios, son igualmente muchos, quizás mayoritarios,
los casos de ocultamiento de la verdad de lo sucedido, de imposición de
discursos revictimizantes y además generalizada la negativa a la entrega de
bienes y capitales para el Fondo de Reparación de las Víctimas.
Adicionalmente, existen frecuentes denuncias sobre reincidencia en delitos de
ésta población paramilitar desmovilizada, siendo en contraste muy pocos los
procesos de exclusión por tal causa de este mecanismo de alternatividad
penal.
La Fiscalía General informa que en la actualidad 1.147 ex paramilitares
desmovilizados vinculados al proceso de “Justicia y Paz” pueden hacer la
solicitud de libertad en el curso del presente año, de forma que la decisión la
toman los respectivos magistrados de los Tribunales de Justicia y Paz. La
decisión se fundamente en la valoración del cumplimiento de los compromisos
legalmente impuestos: contar la verdad, reparar a las víctimas, registrar buen
comportamiento, no reincidir en delitos y disponerse a la reintegración social.
En consecuencia, la Fiscalía General anunció que expedirá una certificación
sobre el cumplimiento de tales compromisos con relación a quienes hagan la
solicitud, dado que es a instancias de su Unidad de Justicia y Paz que se han
adelantado los procesos, de manera que informa que tal certificación se
expedirá en tres meses, con apoyo en unidades especiales de la propia
Fiscalía. Al momento ya ha sido ordenada la libertad de tres ex paramilitares y
en el último mes obraban trámites sobre sesenta solicitudes.
Es de advertir que quienes recuperan la libertad si reinciden en delitos
perderán los beneficios de la pena alternativa y deberán ser recapturados para
que cumplan con la pena de la justicia ordinaria que también les fue impuesta.
Así mismo, que si la Fiscalía establece que ocultaron bienes para no
entregarlos a favor de la reparación de las víctimas también perderán el
beneficio de la pena alternativa. Sin embargo, hay alta desconfianza en la
solidez de la actuación de las autoridades en todo este proceso, dadas las
situaciones de hecho ya registradas con relación a lo sucedido con muchos de
los ex jefes paramilitares. Al respecto comentó en nota editorial recientemente
el diario El Tiempo en los siguientes términos: “Reconocidos narcos de las
AUC, como “Julián Bolívar” y “Diego Vecino”, por mencionar solo algunos,
brillan por los pocos bienes que han entregado para reparar a sus miles de
víctimas. Ellos dos, han sido cuestionados incluso por la Corte Suprema por su
reiterada negativa a decir la verdad sobre los “parapolíticos” que se lucraron,
electoral y económicamente, de la intimidación y del saqueo en medio de la
guerra”. (“Editorial: La libertad de los ex paras”, El Tiempo, 25 de julio de 2014,
página 14).
En consecuencia, más que interrogantes la recuperación de libertad en estas
circunstancias por parte de muchos de los ex paramilitares comprometidos con
graves, masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos despierta
alerta y temores fundados en las víctimas y en las poblaciones de distintas
regiones, por lo que puede significar su regreso en términos de retoma de la
violencia y de articulación a las expresiones armadas, sociales, políticas,
económicas e institucionales persistentes del paramilitarismo. Es alta la
probabilidad de que se registre tal tipo de situaciones, aunque el empeño
institucional referido y el querer de la población sea que ocurra lo contrario, es
decir la reintegración a la vida social y ciudadana transparente y pacífica de
estas personas, como resultado del compromiso efectivo con el acuerdo de
desmovilización y desarme y con las demandas de contribuir también de
manera general con los propósitos de la recuperación de la paz y la
convivencia ciudadana en los territorios y frente a las comunidades que fueron
fuertemente afectadas por sus dinámicas victimizantes en el contexto del
conflicto armado y la violencia sistemática ejercida desde hace varias décadas.
Edición N° 00410 – Semana del 1º al 7 de Agosto – 2014
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