La Importancia de la Actitud Autor, Rafael Ayala Efectividad Humana, México. Somos libres o somos esclavos. Alguna vez ha dicho frases como: “te aseguro que venía de buen humor, pero en cuanto vi entrar a fulano de tal, todo cambió”; “estos niños me sacan de quicio”; “si mi cónyuge cambiara yo no padecería depresión”; “si hubiera ido a la universidad otro gallo me cantaría” o “no tengo los resultados por culpa de los del tal departamento” . Frases como éstas delatan a personas con actitud de esclavo. No se ofenda pero si usted habla así puede empezar a cuestionarse que tan libre es como persona. Esclavitud es depender de otros o de las circunstancias. Si una persona hace responsable a los demás de sus resultados o de su estado de ánimo, está reconociendo que son ellos quienes tienen el control de su trabajo y de sus emociones. Si los demás hacen bien las cosas, entonces a mi me irá bien; si los demás me tratan como quiero, entonces seré feliz. Pensar así implica que nuestra dicha y resultados dependen de cómo se comportan los demás, no de nuestras propias decisiones. Eso nos convierte en seres dependientes. Cuando la presencia de otra persona nos pone de mal humor, le estamos otorgando el poder de controlar nuestro estado de ánimo; de pronto nos volvemos esclavos de alguien que nos cae mal y ni siquiera sabe que es nuestro amo. Si culpamos a las circunstancias por la calidad de vida que tenemos estamos renunciando a nuestro derecho y capacidad para decidir qué será de nuestra vida. Hay mucha gente sin estudos universitarios que no se considera infeliz, ni fracasada. Incluso podemos estudiar como adultos o desenvolvernos profesionalmente sin estudios universitarios. A pesar de las circunstancias. La verdadera libertad humana radica en que siempre podemos elegir cómo responder ante cualquier circunstancia. Es cierto que no tenemos la posibilidad de elegir lo que sucede en buena parte de nuestras vidas; no controlamos el clima, ni la bolsa de valores, ni si alguien roba nuestro automóvil o si nuestros jefes, compañeros o pareja son honestos, honrados y fieles; pero lo que sí podemos controlar es cómo respondemos ante lo que nos sucede. Ser libre no es hacer lo que me venga en gana, sino darme cuenta que siempre puedo decidir como responder ante cualquier situación. Pensemos en el caso de que alguien no haga su bien su trabajo y afecte nuestro desempeño. De nosotros no depende cómo se desempeñen, pero si, decidir qué hacer para minimizar los daños o para evitar que vuelva a suceder. Podemos enfrentar esa situación sumamente molestos o decidir no echar a perder nuestro día por ese inconveniente. Otro ejemplo surge cuando enfrentamos una tentación. Supongamos que en nuestro trabajo hay una manera fácil de obtener dinero ilícitamente; muchos lo hacen y parece que no hay grandes riesgos; además nos encontramos necesitados de dinero. Las circunstancias se pusieron a manera, pero si decidimos robar no podemos escudarnos diciendo que “todos lo hacen”, ya que pudimos elegir hacerlo o no, incluso pudimos denunciar el hecho, pero preferimos no hacerlo. De igual manera pasa con el adulterio, la mentira, el enojo, la desesperación, la imprudencia, ofender a otros y demás situaciones que después de cometerlas tratamos de justificar con argumentos como “no tenía otra opción”, o “¿qué más podía hacer?”. Todas estas acciones son resultado de nuestras propias decisiones y como tales somos totalmente responsables de ellas y de sus consecuencias. Quien es libre piensa qué puede hacer. Una persona con actitud libre se concentra en buscar qué puede hacer para enfrentar lo que le está sucediendo en lugar de buscar a quien culpar. Podemos ser personas más libres si tomamos la responsabilidad de nuestra respuesta ante lo que nos sucede. Tal vez usted no puede modificar la forma de ser de su amiga, colega o pareja, pero si puede cambiar la manera de relacionarse con ellos. Si tiene problemas de comunicación con sus hijos usted puede decidir leer al respecto, pedir ayuda profesional o negar el hecho y echarle la culpa a la diferencia generacional y continuar con el problema. Cuando tenemos una actitud esclava solemos tomar el papel de espectadores, pensando que no hay nada qué, pues nos creemos pobres víctimas. Una actitud libre, por el contrario, nos convierten en protagonistas que, aunque reconozcamos que no podemos modificar toda la realidad, asumimos el reto de cambiar parte de nuestra realidad. Un claro ejemplo podemos tenerlo en dos personas que pierden sus piernas. Una actitud de esclavo puede motivar a una de ellas a aislarse en su casa, dejar de trabajar o incluso salir a pedir ayuda económica, mientras que si la otra toma una actitud de libre puede convertirse en un atleta de deportes especiales. Actuar como libres o esclavos es resultado de nuestras propias decisiones, ¿cómo va a decidir responder la próxima vez que se encuentre en circunstancias desfavorables? Depende solamente de usted. Agradecemos la gentileza de Rafael Ayala, quien nos ha permitido publicar sus artículos en nuestro Newsletter. Rafael Ayala Autor, conferencista, empresario, coach de ejecutivos y consejero familiar. Es licenciado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana y Diplomado en Alta Dirección del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Tiene estudios de coaching en las ramas de Coaching Empresarial y de Coaching Ontológico (Certificado como tal por COCREAR con reconocimiento por la Federación Latino Americana de Profesionales en Coaching Ontológico). Instructor certificado por Franklin Covey en “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”. Es Director de la empresa de capacitación y desarrollo empresarial, “Efectividad Humana”. Miembro Fundador del cuerpo docente hispano del programa internacional virtual de capacitación “I Learning Global”. www.rafaelayala.net www.efectividadhumana.com