Puede sonar poco alentador, pero no era aquí dónde esperaba estar sentada a estas alturas del año, compartía más pasiones e ilusiones con mis actuales compañeros de lo que creía, pero la sensata estupidez humana mueve más dudas que Descartes. Soy inquieta, quiero saber El Qué, ese que esconde el mundo y dudé más de un momento sobre cuál era el mejor propulsor hacia esa verdad. Hume y Sartre me dieron alguna que otra buena razón para seguirles, pero me decanté por la filosofía acompañada de la vida, ¿quién no sabe que dos mentes hacen más que una? Y me planté aquí, con ganas de ilusionarme con la metafísica de la biología, así fue como le llamaron a aquel conocimiento que estaba más allá de la Física, así es como me gusta llamarle a la Genética, poco a poco más tangible, pero siempre oculta tras la vaga ilusión de lo que es un cuerpo a simple vista. Puede que la retórica de la vida tenga más que ver con huir y dejar caer verdades por su propio peso, ser ignorante, no lo sé, todos sabemos que un ignorante será feliz más días que nadie, pero alguna cosa tendrá indagar verdades que me da un día de alegría que vale por los demás, vida que llena vida por el mero hecho de dejarse entrever.