Giro temprano hacia el socialismo Por ARIEL TERRERO (09 de enero de 2009) El Gobierno revolucionario no perdió tiempo en brindis cuando entró en La Habana el 8 de enero de 1959. Fiel al programa presentado por Fidel en el juicio por el asalto al cuartel Moncada, adoptó de inmediato medidas de claro beneficio popular. En marzo de 1959, intervino la Compañía Cubana de Teléfonos, monopolio yanqui implicado en negocios fraudulentos con el régimen de Batista, y poco después rebajó los gravosos alquileres de las viviendas y las tarifas eléctricas con que se enriquecía otra compañía estadounidense. En su primer año, la Revolución puso fin a los desalojos de familias campesinas, devolvió a sus puestos de trabajo a los obreros despedidos durante la tiranía, acabó con el tiempo muerto de la zafra que mantenía sumidos en la miseria a cerca de 400 mil macheteros en 1958, reordenó los sistemas salariales, confiscó los bienes malversados, empezó a mejorar la situación de la educación y la salud, y eliminó lacras como la mendicidad infantil, entre otras acciones contra las desigualdades e injusticias sociales. Durante la década del 60, macheteros movilizados realizaron un esfuerzo sobrehumano para ampliar un sector que constituyó hasta principios de los años 90 el sostén principal de la economía La primera Ley de Reforma Agraria, firmada el 17 de mayo, imprimió un matiz más radical a la Revolución, al enfrentarse con la oligarquía latifundista y las transnacionales yanquis, dueñas de las tierras más fértiles del país. La nueva ley dejaba a cada propietario una extensión máxima de 30 caballerías (402 hectáreas) y algunas de esas compañías poseían hasta 17 mil caballerías (227 mil hectáreas). En octubre de 1963, una segunda ley de Reforma Agraria recortó a 67 hectáreas la extensión máxima de las granjas privadas. El 16 de abril de 1961, horas antes de la invasión de Girón, el Comandante en Jefe declaró el carácter socialista de la Revolución, en el entierro de las víctimas de la agresión mercenaria contra los aeropuertos, pero las medidas que le acuñaron ese signo ideológico al proceso de cambios habían entrado en escena el año anterior. En agosto de 1960, el Gobierno nacionalizó las refinerías de petróleo, las empresas de electricidad y teléfono y 36 centrales azucareros, propiedades todas de empresas norteamericanas, en respuesta a las primeras agresiones económicas de Estados Unidos. En fecha tan temprana como 1959 Washington le suprimió los créditos comerciales a Cuba, para intentar rendir a una Revolución que le resultaba molesta a sus hábitos de dominación continental; al año siguiente canceló la cuota azucarera cubana y la repartió entre otros países del continente —de esa manera, compró la expulsión de Cuba de la OEA—; eliminó la venta de piezas de repuesto a la Isla, cuya industria y transporte eran casi La integración cubana al CAME en 1972, facilitó la importación de combustibles, tecnologías y otros bienes desde la Unión Soviética y demás países socialistas, pero Cuba quedó atrapada en una cultura tecnológica e industrial de alto consumo energético ciento por ciento estadounidense; y cerró la llave del bombeo de combustible. En octubre de 1960, la Revolución continuó las expropiaciones con la nacionalización de los bancos y 383 grandes empresas cubanas y extranjeras, incluidos otros 105 centrales azucareros. Un día después, el 14 de octubre, dictó la Ley de Reforma Urbana. Los principales medios de producción, en la industria, la agricultura y los servicios, pasaron así de manos privadas a propiedad de toda la nación. En coyuntura tan tensa, la Unión Soviética ofreció una temprana e inestimable ayuda solidaria a la Revolución Cubana: le compró el azúcar cuando la Isla perdió el mercado en Estados Unidos, le suministró combustibles y materias primas cuando se cerraron otros mercados y le ofreció gratuitamente armas con que el pueblo cubano se defendió en Girón. En aquellos convulsos años, nacían vínculos comerciales y políticos con la URSS, que marcaron los destinos de Cuba con ventajas y peligros insospechados entonces. Bajo la presión combinada del acoso externo y las radicales transformaciones internas, el crecimiento económico fue inestable en los primeros años. El país afrontó, además, una prematura estrechez financiera: las reservas nacionales en divisas fueron saqueadas por la tiranía batistiana y a esto se sumaron los costos del bloqueo económico y del enfrentamiento a agresiones militares y bandas contrarrevolucionarias financiadas desde el exterior. A pesar de tales obstáculos, el Gobierno revolucionario consiguió encaminar, de manera rápida, una estrategia para atender necesidades sociales que habían permanecido prácticamente olvidadas en el pasado: a partir de 1962 asignó La industrialización de los años 70 ayudó a alrededor de un tercio del presupuesto del Estado a la electrificar el país y multiplicó la producción de educación, la salud, la seguridad social, la vivienda, cemento, níquel, acero y otros renglones los deportes y la recreación. A la par, organizó un sistema de distribución igualitaria de los bienes de consumo esenciales, que garantizaría la supervivencia en los años difíciles que se avecinaban.