Perfiles y Rasgos Por: Horacio Andrade El mexicano como tema Rogelio Díaz Guerrero, fallecido en el 2004, fue decano de los psicólogos mexicanos, pionero de la Etnopsicología, y autor de muchos libros sobre la psicología del mexicano. Hace ya varios años tuve oportunidad de entrevistarlo, y los conceptos que externó en ese entonces siguen siendo dignos de reflexión, ahora que con motivo de las conmemoraciones de este 2010, nos preguntamos hacia dónde tenemos que encaminar nuestros pasos en los años por venir. Uno de los temas de los que habló fue el del la causa del interés tan grande que siempre hemos tenido por entender las raíces de nuestra manera de ser, pensar, sentir y actuar. Al respecto, dijo que, en su opinión, tiene que ver “con el hecho de que somos mestizos. Hay algo que se genera por la combinación de las culturas y de las sangres que vivimos en nuestro país y que dio como resultado un mestizaje muy amplio, profundo y desarrollado. Por otro lado, la conquista nos expuso a dos formas opuestas de ser tratados: la hostilidad y la rudeza de los soldados y la beatitud y la suavidad de los misioneros. Ya desde la condesa Calderón de la Barca y el barón de Humboldt se ve este asombro por la rareza de la combinación”. También abordó un aspecto fundamental de nuestra cultura, al que llamó “obediencia afiliativa”: los mexicanos, afirmó, “obedecemos por afecto, por amistad, por amor. Pero para poder ser obedientes afiliativos debemos ser abnegados, es decir, negarnos a nosotros mismos para hacer lo que quieren los demás”. Díaz Guerrero estudió a fondo a la abnegación y encontró que “esta disposición conductual a que los otros sean antes que uno o a sacrificarse en su beneficio, es típica de los mexicanos”. Sin embargo, continuó diciendo, parece que, aún cuando la primera reacción del mexicano es la de “tú primero, luego yo”, muchas veces, al ver los resultados que obtiene con tal actitud, se produce una reacción contraria y dice: “de ahora en adelante voy a ser primero y voy a ser más cínico”. Añadió que “posiblemente esto explique mucha de la violencia que empieza a manifestarse en México, sobre todo porque ahora nos están diciendo que debemos ser competitivos. Yo creo que es muy importante que se mantenga para las relaciones de amistad y de afecto el rasgo de la abnegación, porque es valiosísima para la familia y para la sociedad en general. Incluso dentro de las empresas es conveniente que permanezca, para darles un carácter humanista”. Amor y exigencia Para Díaz Guerrero, la educación familiar y las relaciones jefe-colaborador, deberían asemejarse a lo que sucede con los judíos; “la familia judía, comentó, tiene todos los aspectos positivos de la mexicana, más el aspecto competitivo de la norteamericana. Por eso es que los judíos tienen tanto éxito. Entonces, lo que se necesita es que el gerente sea muy afiliativo pero que a la vez haga mucha presión por la competitividad. A los niños judíos se les exige que intelectualmente sean superiores, pero también se les da mucho amor”. La autocracia a secas, en opinión del experto, no funciona porque la obediencia es por amor, no por poder. “Esto causa muchos problemas entre el jefe y sus subordinados. El jefe quiere mandar porque primero esta él, luego él y después él”. En todo caso, sostuvo, es mejor la autocracia paternalista, porque “ahí se da un amor paternal que por lo menos modifica en algo la situación. Podríamos decir que es menos malo tener un amor paternal aunque sea un poco autoritario, que ser autoritario a secas”. Abundando en este tema, Díaz Guerrero apuntó que “en México se desarrollan familias alrededor de un líder, camarillas de gente que sigue al líder. Sin embargo, no son tan eficientes como lo serían si el líder escogiera a sus colaboradores no sólo en función de que son sus cuates, como suele suceder, sino sobre todo en términos de los más eficaces para cada posición”. Finalmente, habló de la “confrontación activa” y la “confrontación pasiva”. Esta última, que es la que encontramos en México, es aquella en la cual el individuo, para resolver problemas, se automodifica, lo que equivale a la primera forma de abnegación. En cambio, los norteamericanos resuelven sus problemas modificando al medio ambiente, a los otros, a la sociedad (muchas veces sin importarles el daño que les puedan hacer). Esa es la confrontación activa. Quizás el mensaje último de lo dicho por Díaz Guerrero es que debemos encontrar el justo balance entre abnegación (vinterés por los demás y por el bien común, ser flexibles y adaptables) y competitividad (luchar por defender los legítimos intereses y lograr los resultados deseados). Ahí podría estar nuestro mayor desafío.