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Diario Penal Nro 121 – 09.09.2016
La varieté en la Legítima Defensa
Por Alejandro Puglia
El código de rito en materia de Derecho Penal exime de responsabilidad a quien actúe en
defensa propia o de sus derechos siempre que se consideren los siguientes presupuestos:
agresión ilegítima, necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla y falta de
provocación suficiente por parte del que se defiende.
Si bien nos encontraremos ante la tipificación de Homicidio, al momento de someter el hecho
bajo la lupa de la Teoría del Delito, La legítima defensa entraría en el nicho “causal de
justificación”, eliminando la antijuridicidad y evitando que esa conducta sea punible.
Sobre la necesidad racional del medio empleado, la doctrina en la materia entiende que
racionalidad no hace al instrumento empleado para repeler la agresión, sino a la conducta con
que se lleva a cabo la defensa, en resumidas cuentas, la proporcionalidad está dada en que la
actuación de quien se defiende sea suficiente para evitar o repeler la agresión ilegítima de la
que es víctima.
Este punto es el más relevante al momento de delimitar la Legítima Defensa y su exceso.
Otro punto es que el hecho punible constituya una unidad de acción, es decir, si uno sufre un
robo en la vía pública, el/los delincuentes se retiran y uno también –en ese momento cesaría el
peligro inminente hacia la persona- y la víctima del robo vuelve con un arma y dispara contra
el delincuente, esto pasaría a tornar de una legítima defensa a una represalia.
Para los casos donde se entiende que se ha excedido el uso de la legítima defensa, la norma de
rito en su Art. 35 dice que “…será castigado con la pena fijada para el delito por culpa o
imprudencia…". Ejemplificando; en el caso que se produzca un homicidio y al momento de la
causal de justificación se determina que se ha actuado en exceso de legítima defensa, la pena
será la del homicidio culposo, 5 a 10 años de prisión.
Doctrinarios han definido al exceso de la legítima defensa como "la intensificación innecesaria
de la acción judicialmente justificada", o también como la situación que se produce "cuando el
sujeto en las condiciones en que concretamente se halló, pudo emplear un medio menos
ofensivo e igualmente eficaz" (Sebastián Soler).
García Zavalía, sostuvo que "el hombre que se defiende no se encuentra en la situación del juez
en su gabinete, de poder apreciar con exactitud el peligro del ataque y la naturaleza de los
medios que se le deben oponer. Su ánimo se encuentra forzosamente turbado por el temor, por
la exaltación propia de quien lucha y, por lo tanto, se hace muy difícil no exagerar el peligro y
los medios empleados".
Haciendo una mínima reseña doctrinaria en derecho comparado, Francesco Carrara, (Escuela
clásica del Derecho Penal Italiano), sostiene que "la justificante no es un castigo sino un acto
de defensa por parte de quien no dice que el individuo que mató, merecía la muerte, sino que
expresa, 'maté justamente, porque tenía derecho de salvarme de una muerte injusta e inminente
que no la podía evitar de otra manera".
Asimismo, jurisprudencialmente podemos remitirnos a la Cámara del Crimen de la Capital
Federal que se ha manifestado al respecto diciendo que "…para hablar de exceso en la defensa,
primero se debe observar la existencia de una legítima defensa…, se advierte que el sujeto
excede la defensa cuanto emplea medios que superan los que hubiesen sido necesarios para
cumplir la finalidad justificante propuesta. Con otras palabras, cuando se transgrede
principalmente la norma del inciso 6º, letra b, del artículo 34 del Código Penal, es decir, la
necesidad racional del medio empleado para impedir o repeler la agresión injusta de que se es
objeto, sin dejar de actuar en la creencia de estar justificado, se está actuando con exceso…".
Yendo al colofón de la cuestión que se trata mediáticamente hoy en día, quienes cometan un
hecho penalmente reprochado, en los términos que venimos analizando se verán ante la
posibilidad de los siguientes supuestos de reacción: la legítima defensa, el estado transitorio de
inconsciencia, la emoción violenta inmediata o diferida, que los impele a perseguir y disparar,
o les impide detenerse al repeler un ataque, y un arrebato de ira, tras un hecho sufrido por él
mismo o que tuvo como víctima a un tercero cercano.
Al momento de resumir la punibilidad o no de este tipo de conductas, el lapso temporal entre el
ataque del delincuente y la reacción de la victima será la clave.
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