Elementos que se deben tener en cuenta en una buena redacción Coherencia y Cohesión El texto científico para que no pierda su intención comunicativa debe ser coherente, preciso, claro, veraz y conciso. La coherencia consiste en decir las cosas de forma que se entienda lo que se dice. La cohesión es el conjunto de procedimientos microtextuales que permiten organizar las ideas expuestas en un texto de manera que se comprenda. A continuación se presenta un texto carente de cohesión: Los beneficios de la siesta son bien conocidos, aunque parece que quedan algunas cosas por aclarar. Manfred Walzl, neurólogo austriaco, pone en marcha un estudio; con un estudio él pretende demostrar que la siesta aumenta la productividad laboral. Muchos son los que practican la siesta, no sólo ellos practican la siesta en nuestro país, sino que ellos practican la siesta a nivel mundial. Básicamente, los errores que se pueden observar en el texto son los siguientes: Se repite sin necesidad de ello la palabra 'estudio' y, además, no queda claro que la segunda aparición de dicha palabra se refiera a lo mismo que se refiere la primera. Se explicita innecesariamente el pronombre sujeto 'él‘. En todo el párrafo se repite sin necesidad la palabra 'siesta' en varias ocasiones. La aparición del pronombre 'ellos' hace que no quede claro que el sujeto de 'practican' sea el mismo de 'son‘. Se repite innecesariamente el pronombre 'ellos‘. Una vez aplicados determinados procedimientos (elipsis, uso de pronombres y determinantes, sinonimia contextual, etc.) el texto resultante queda cohesionado de la siguiente manera: Los beneficios de la siesta son de sobra conocidos, aunque parece que quedan algunas cosas por aclarar. Manfred Walzl, neurólogo austriaco, pone en marcha un estudio con el que pretende demostrar que la siesta aumenta la productividad laboral. Muchos son los que la practican, no sólo en nuestro país, sino a nivel mundial. Precisión El lenguaje médico, como todo lenguaje científico, recurre a términos muy precisos para lograr, lo más fiel posible, la correspondencia recíproca entre significantes y significados, de tal modo que cada concepto tenga una sola palabra para designarlo, y cada palabra designe un único concepto. Incurrimos en un error de imprecisión cada vez que utilizamos términos ambiguos, imprecisos o polisémicos, que admiten más de una interpretación distinta por parte del lector, aun cuando están disponibles los términos precisos que no permiten confusión en cuanto a lo que se quiere expresar y que son los convenientes en el contexto que se trabaja. Claridad La precisión y la claridad están estrechamente relacionadas, de forma que muchos de los errores de imprecisión que se cometen pueden considerarse errores por falta de claridad. El mensaje que transmite un texto científico debe llegar con claridad, y sin esfuerzo, al lector conocedor del lenguaje especializado, más aún cuando no siempre todos los lectores son especialistas en el tema. Puede suceder también que un texto pierda claridad, aun cuando se han utilizado términos precisos, porque se han empleado construcciones sintácticas no habituales en nuestra lengua, o formas lingüísticas que no son de uso preferente en nuestro idioma, porque se consideran barbarismos, galicismos y anglicismos. Abuso de las siglas El abuso de las siglas, o su uso de forma anárquica, o su mal uso le ahorra tiempo al autor de escribir un poco más de palabras o consultar más fuentes, pero a cada uno de los lectores puede hacerles perder un tiempo considerable, cuando no logran descifrar el verdadero significado de una o más siglas utilizadas. Si es cierto que la concisión no debe estar por encima de la precisión o la claridad, también es cierto que, una vez garantizadas estas dos, la concisión es un aspecto que se agradece cuando se lee un texto científico con un lenguaje exacto y directo. Usadas correctamente, explicadas entre paréntesis la primera vez que aparecen en el texto, o traducidas convenientemente si existen en la lengua de llegada; no en número mayor de cuatro o cinco por artículo, y sólo para sustituir palabras o expresiones verdaderamente largas y que se repitan por lo menos cuatro veces a lo largo del artículo, las siglas constituyen un recurso del idioma que le ahorra un tiempo considerable al lector siempre que no afecten la claridad y la comprensión de la información. Concisión Existen otras características no menos importantes del lenguaje científico como son la brevedad o concisión. Deben evitarse en el lenguaje científico los pleonasmos o redundancias, y tratar de decir concisamente lo que se quiere decir con la menor cantidad de palabras posibles. Debe evitarse, también, el exceso de palabras innecesarias y frases hechas, lo superfluo que no dice nada, el lenguaje rebuscado y sobrecargado, la afectación pedante, el amontonamiento de ideas intrascendentes y la retórica. Algunos pleonasmos frecuentes en los textos médicos «exantema cutáneo» (el exantema es, por definición, una erupción cutánea; de aparecer en una mucosa, por ejemplo, ya no se llamaría «exantema», sino «enantema») «histología microscópica» (o escribimos “histología” o escribimos “anatomía microscópica”, pero la expresión “histología microscópica” es redundante) “sensibilidad barestésica” (o escribimos “barestesia” o escribimos “sensibilidad bárica”, pero la expresión “sensibilidad barestésica” es redundante) “células hepatocíticas” (o escribimos “hepatocitos” o escribimos “células hepáticas”, pero la expresión “células hepatocíticas” es redundante) Veracidad Este es un rasgo esencial de todo texto médico o científico que se precie de ser fiel a lo que se quiere expresar. Depende de dos factores, en primer lugar, del hecho de que los datos que se informan se correspondan efectivamente con la realidad. En segundo lugar, que lo que se expone en el texto científico corresponda exactamente con lo que quiso decir el autor. Un grupo frecuente de errores que atentan contra la veracidad de lo escrito, y llevan a un autor a afirmar algo distinto de lo que pensaba, son los errores inherentes a la traducción literal de un texto escrito en otro idioma. Se sabe que lo que en un idioma resulta correcto, preciso y claro, en otro idioma puede resultar incorrecto, impreciso o confuso si, por comodidad, prisas o ignorancia, el autor se queda con la primera traducción literal que se le ocurre y no indaga acerca del uso, mal uso, frecuencia y significado de determinado término en el contexto en cuestión. Con un poco de experiencia, de buena voluntad, dedicación, buen gusto y sentido común, nadie debería tener grandes dificultades para redactar en un estilo directo, sencillo, preciso, claro y conciso, y no en uno rebuscado, ambiguo, incomprensible, o denso que solo trae como resultado incomprensión , confusión y caos. Recetas médicas para nuestro lenguaje enfermo (1.ª parte) FA. Navarro Médico especialista y traductor médico. Cabrerizos, Salamanca. Rev Pediatr Aten Primaria. 2008;10:141-59