SOBRE LAS PRESUNCIONES Rafael Martínez Cohen Abogado A menudo nos encontramos con actuaciones del Servicio de Impuestos Internos, ante las cuales nos rendimos fácilmente, frente a la evidencia de que dicho organismo actúa apegado a derecho, y que es poseedor de la verdad absoluta. Sin embargo, muchos de tales actos se basan en ciertas "presunciones" a que han arribado sus fiscalizadores, que no pasan muchas veces de ser meras suposiciones o conjeturas, carentes de toda base lógica y jurídica. En efecto, un gran porcentaje de las liquidaciones de impuestos, por poner sólo un ejemplo, se fundamentan en ciertas conjeturas a que ha arribado el funcionario, sin que aquéllas lleguen a constituir una presunción, conforme al valor que a dicho medio de prueba le confiere la ley. Así, por ejemplo, es frecuente que se rechace el crédito fiscal de facturas de proveedores, por considerarlas no fidedignas o falsas, en base sólo a un antecedente conocido, que no hace arribar necesariamente a la conclusión de que dicho documento tiene tal carácter. En efecto, suelen considerarse falsas aquellas facturas en que el proveedor no ha sido ubicado en su domicilio, o bien en el que solamente consta al Servicio que éste ha sido bloqueado, sin inquirir más a fondo acerca del origen de dicho bloqueo. Ahora bien, ¿Qué hace presumir a dicho fiscalizador que los documentos son falsos, sólo por cuanto el proveedor no ha sido ubicado o ha sido bloqueado de timbraje (bloqueo que puede provenir de un sinnúmero de causales, muchas de ellas insignificantes)?. Por otro lado, es frecuente que el Servicio compare los saldos contables de la cuenta Caja del contribuyente con un inventario físico de los dineros disponibles en ella, y considere retirados los dineros no encontrados. ¿ Qué hace suponer que el contribuyente los retiró, y no sucedió con ellos otra cosa, por ejemplo, que fueron invertidos en bienes del activo fijo y que por un error no fueron contabilizados como correspondía?. Las situaciones expuestas tienen un denominador común, cual es que el funcionario, frente a un sólo dato conocido ( bloqueo del timbraje, ausencia del proveedor, o faltante de dinero en caja), arriba a una conclusión enteramente infundada, pues dicho dato nos puede llevar a múltiples conclusiones, igualmente válidas a la dada por el fiscalizador, como por ejemplo: que el proveedor efectuó la operación, pero que por un mero descuido olvidó informar su cambio de domicilio al Servicio; que el contribuyente utilizó los dineros de la caja en comprar bienes del activo fijo, pero que por un error contable no quedaron contabilizados de esa forma, etc. Antes de seguir adelante hay que señalar que, si bien los funcionarios del Servicio son ministros de fe, y por tanto los hechos percibidos por sus sentidos gozan de una presunción de veracidad, al ser certificados por aquéllos, aquélla no opera respecto de los hechos que deducen dichos funcionarios , pues se trata de un juicio de valor, que no está amparado por dicha protección legal. Así las cosas, los hechos que infieren o deducen los fiscalizadores son sólo conjeturas más o menos fundadas, según sea el caso, pero bajo ningún punto de vista gozan de la presunción de verdad antes señalada. Conforme a lo que se ha expuesto ¿ Qué requisitos debe reunir una presunción para que tenga valor probatorio? ,o, en otras palabras ¿ Hasta qué punto le es permitido al funcionario inferir ciertas conclusiones de los hechos que ha percibido en el transcurso de una investigación, o que ha captado por sus sentidos en algún acto de fiscalización?. Nuestra ley exige que, para que una presunción constituya plena prueba, los indicios en que se basa el juez ( y en sede administrativa el Servicio de Impuestos Internos, el que no se rige por reglas diversas a las establecidas en el Código Civil) deben ser graves, precisos y concordantes, a lo cual la doctrina ha sumado la exigencia de que sean varios. "Que sean graves, o sea, que el hecho conocido del cual se infiere el hecho desconocido haga llegar hasta este último sin esfuerzo, en forma casi obligada; precisas, o sea, que las presunciones no sean vagas, difusas, susceptibles de aplicarse a diversas circunstancias , y concordantes, o sea, que haya armonía entre ellas, que no sean capaces de destruirse unas a otras".( Mario Casarino V., Manual de Derecho Procesal). De los conceptos expuestos se desprende que, por ejemplo, en los casos mencionados faltan varias de las exigencias antes señaladas. Así, se basan en un sólo indicio ( no ubicación del contribuyente, faltante de dinero en caja, bloqueo de timbraje del proveedor); y no son graves ni precisas, pues no hacen llegar sin esfuerzo y en forma casi obligada a la conclusión a que arriban .Así, por ejemplo, en el caso del proveedor inubicado, se puede inferir perfectamente otra conclusión, como que éste se cambió de domicilio y no dio aviso de ello al Servicio; que estaba trabajando momentáneamente en otra ciudad al momento de la verificación de su domicilio, etc.. Conforme a lo expuesto, para que el Servicio pueda presumir algo, debe basarse en, a lo menos, dos indicios o antecedentes ( que sean varios), y aquellos deben hacer arribar en forma inequívoca e ineludible a una conclusión, que manifiestamente se desprenda de tales hechos. En honor a la verdad, hay que reconocer que las actuaciones del Servicio suelen estar basadas en múltiples antecedentes, que hacen presumir sin ningún esfuerzo lo concluido por los fiscalizadores, pero no hay que perder de vista que es de alguna frecuencia que se les dé el carácter de presunciones a meros indicios o suposiciones, que no reúnen ni con mucho las exigencias ya señaladas. Exigir una investigación más completa y prolija debe ser tarea de todos aquellos que estimamos que para que exista una mayor conciencia fiscal debe existir una verdadera justicia tributaria, labor que por lo demás es uno de los objetivos fundamentales del Servicio de Impuestos Internos.