JOSE CRISTO REY GARCÍA PAREDES RELACIONES MUTUAS DE SEGLARES Y RELIGIOSOS "Mutuas relaciones" de seglares y religiosos en la misión, Vida Religiosa, 64 (1988) 17-25 Queremos reflexionar sobre la relación entre laicos y religiosos dentro de la única misión religiosa de la iglesia. Por un lado, la teología postconciliar del laicado es fuertemente reivindicativa y subraya excesivamente las diferencias entre laicos y clérigos; por otro, clérigos y religiosos no disimulan cierto aire de superioridad. Las teologías del laicado, de la vida religiosa y del ministerio ordenado, deben partir de "una teología común: la teología fundamental de la vocación cristiana" dentro del pueblo de Dios. No se trata tanto de la collaboratio como de la mutua relatio en la existencia cristiana y en la misión. Al estilo de la instrucción Mutuae Relationes entre obispos y religiosos (14 mayo I978), hay que plantearse otras Mutuae Relationes entre seglares y religiosos. Algunos principios de la primera siguen siendo paradigmáticos: a) "El hecho de que en la iglesia existan pastores, laicos y religiosos no arguye una desigualdad en la común dignidad de los miembros, sino que más bien es manifestación de la unidad articulada de las junturas y funciones de un organismo vivo" (MR 2). b) "antes de considerar la diversidad de los dones, oficios y ministerios, es preciso admitir como fundamento la común vocación a la unión con Dios para la salvación del mundo" (MR 4). ¿Qué tipo de "mutua relatio" se mantiene de hecho? Por razones pedagógicas, juzgo oportuno tipificarlas así: 1. Dentro de la misión, "los religiosos asumen todo el protagonismo". Los laicos son como sucedáneos. Se recurre a ellos como empleados, como súbditos, pero no intervienen en las decisiones fundamentales. Son como menores de edad que hasta podrían llegar a ser antagonistas. Se les "utiliza" según las necesidades. Así solíamos actuar los religiosos cuando éramos mayoría en nuestras instituciones. 2. Más por razones sociales, políticas y democráticas que por iniciativa propia, "se impulsa la participación de empleados y usuarios a regañadientes". Se ve en esta exigencia social una estrategia laicista para ir acabando con las instituciones eclesiásticas. La colaboración con los seglares que se impone en el ámbito profesional, económico, directivo, educativo y sanitario, dista mucho de lo que exigiría la conciencia de ser - laicos y religiosos-, sujetos de la misma misión. 3. "Los religiosos han entendido que no se puede desperdiciar el potencial carismático de los seglares" para extender la acción evangélica. El seglar participa en todo lo que los religiosos programan y realizan, pero éstos conservan un talante de superioridad: hasta JOSE CRISTO REY GARCÍA PAREDES se "preocupan de promocionar" al seglar. Es un estilo paternalista. Adelante con la colaboración siempre que quede claro que la "propiedad" y la "inspiración carismática" de la obra son de los religiosos. 4. El último tipo es el de "los religiosos que se consideran como miembros noautónomos del pueblo de Dios". Afirman antes "lo común" que "lo propio", "lo eclesial" que lo "meramente congregacional". Se sitúan ante sus hermanos seglares en plan de igualdad, fraternidad y auténtica mutua relatio. No exigen privilegios por ser religiosos o propietarios de obras en las que han invertido dinero y esfuerzo. Reconocen la grandeza y pluriformidad de los carismas laicales-seculares. Su actitud es de servicio e incluso de acogida agradecida y humilde. En ocasiones, recurren a los seglares como formadores y consejeros. Cuando conviene, renuncian a la "propiedad" y al copyright congregacional así como a los puestos directivos. Esta tipología permite ver lo problemático que es establecer una mutua relatio a nivel de misión y el "precio que hay que pagar" cuando ésta se lleva a sus últimas consecuencias. ¿Hay que llegar tan lejos? Identidad del laico en el servicio del Reino Según Y Congar, el problema teológico no es la definición del laico sino la del religioso y la del ministro ordenado. "El estilo laico es la forma común, normal, de vivir el evangelio". Jesús dirigió sus exigencias radicales a todo aquel que quisiera seguirlo. Sus postulados del Reino no invalidaban ni contradecían el "Proyecto de la Creación". El Reino no conlleva el desprecio del mundo creado y de lo "humano" (instituciones, culturas...), sino que lo afirma y libera del pecado: "abre la creación, de nuevo, hacia sus últimas y más altas posibilidades". Para entrar en el Reino, el hombre no tiene que apartarse del proceso de la creación; no tiene que dejar el matrimonio y la familia, ni renunciar al dominio de las cosas, ni prescindir de su autonomía responsable. El Reino no contradice al Génesis. Lo abre a su plenitud y supera los obstáculos que interpuso el pecado. Por eso, el "estilo laical" no es una concesión a la debilidad humana sino "un compromiso vigoroso por hacer válido el Reino allí donde la Creación fue sometida a frustración". Estos creyentes dan futuro al mundo a través de la familia. El hombre tiene la capacidad de generar vida y con ella, historia. El matrimonio es el lugar de más íntima comunión entre los hombres, y vivido evangélicamente, es una de las formas más intensas de edificar la iglesia y de hacer presente el Reino. Lo mismo cabe decir de la praxis transformadora de los hombres (en el orden ético, sociopolítico, económico, laboral, cultural y artístico), que, cuando tiene un objetivo humanizador, construye la infraestructura que posibilita el acaecer progresivo del Reino. Por todo ello, "lo más obvio es vivir el cristianismo desde la condición común de la mayoría de los hombres". Así lo comprendieron y vivieron los primeros cristianos, cuando no había ni laicos ni vida religiosa. JOSE CRISTO REY GARCÍA PAREDES Identidad del religioso en el servicio del Reino ¿Cómo se explica, en cambio, un servicio al Reino que aparentemente conlleve la renuncia a aquello que fue mandado por Dios creador: "creced y multiplicaos", "dominad"? Jesús mismo advirtió que "no todos entienden este lenguaje" (Mt 19,11), mientras daba por supuesto que hay otro tipo de opciones por el Reino que implican renuncias muy serias. Las profanaciones del proyecto de Dios en la historia, nos hacen comprender mejor por qué el Espíritu ha suscitado ciertas exageraciones proféticas. Intensifica el dinamismo trascendente y escatológico de la creación y corrige las tendencias a una esclerosis temporalista y secularista mediante los signos proféticos del celibato, la pobreza radical y la obediencia comunitaria. De la matriz común de toda vocación cristiana surgieron los primeros brotes de vida religiosa. Cristianos que vivían según su común condición, se sintieron llamados a subrayar en la vida de la iglesia ciertas opciones y renuncias: desierto, oración, penitencia, comunidad, celibato, obediencia. Algunos Padres llamaron al monacato "santa desviación". La exageración profética por excelencia era el martirio. El Espíritu suscitó la vida religiosa como signo permanente del martirio que recordaba a los creyentes la relatividad de todo lo creado y "lo único absoluto", el Reino. Los religiosos no optamos por unos supuestos valores del Reino y renunciamos a los valores de la creación. Lo que ocurre es que las grandes mayorías de los hombres se sienten llamadas a ponerse al servicio de valores que por ello son más comunes; hay también pequeñas minorías de hombres y mujeres que experimentan la fascinación y la llamada de otros valores intramundanos, cuya interpretación pasa desapercibida a los demás. Todos los valores de la creación, los más comunes y los más desacostumbrados, han sido asumidos y rescatados por el Reino. Virginidad, pobreza y obediencia, forman parte de este universo. Son valores intramundanos, orientados por el Espíritu hacia la plenitud del Reino. Son carismas extraordinarios. Son proyectos de amor. La "virginidad" se compromete con la universalización del amor; la "pobreza" significa y realiza la comunión de bienes, preferentemente con los necesitados; la "obediencia" orienta la vivencia solidaria de la libertad, superando fronteras y egoísmos colectivos o particulares. Esta forma de vivir hace emerger en el proceso histórico la utopía de la plenitud que está sembrada en el mundo. Tal opción tiene como reverso la renuncia a los valores del estilo laical, del mismo modo que la opción laica conlleva otras renuncias correlativas. El carácter extraordinario de la vida religiosa -son muy pocos los que se sienten llamados-, la torna chocante, insólita, profética; pero nunca es una huida del proceso histórico. La correlación Todos los creyentes hemos sido llamados a la Alianza. Debemos responder con todo nuestro corazón, toda nuestra alma y todas nuestras fuerzas. Todos hemos sido llamados con la misma intensidad al amor total, aunque esta vocación la viva cada cual según sus propias opciones antropológico-carismáticas. Ante Dios no hay un estilo de vida más perfecto que otro; tan religioso es uno como otro. Común a todos es la l amada a la santidad y la vocación a vivir en el mundo como signos del amor de Dios e JOSE CRISTO REY GARCÍA PAREDES instrumentos de su transformación de cara al Reino. Así lo han comprendido aquellos religiosos que han optado por una encarnación más radical, inculturándose e insertándose en el pueblo, pero sin renunciar a sus peculiaridades carismáticas. No se trata de hacer del religioso un padre de familia, un empresario o un político, pero sí de aquella inserción que lo convierte en agente de comunión entre las familias y de solidaridad entre todos los hombres, y en defensor de la justicia en favor de los más débiles. Ambos estilos, laical y religioso, no se hacen creíbles sino en su mutua correlación y complementariedad. Los suscita el Espíritu y los va caracterizando diversamente en cada época para que sean signo e instrumento del Reino. El estilo laical es signo acentuando la "instrumentalidad", mientras que el religioso acentúa la "significación" siendo también instrumento. La mutua relatio hace más creíble el simbolismo de los religiosos y más significativa la praxis de los laicos. En esta perspectiva se colocó la teología conciliar. ¿Qué tipo de "mutua relatio" se debería mantener? Veamos algunos criterios, deducidos de lo anterior, que orientan la adecuada mutua relatio entre seglares y religiosos: 1. Los seglares deben seguir siendo seglares; y los religiosos, religiosos. Pero sin sentirse autónomos, autosuficientes ni hacer del otro un objeto; evitando igualitarismos y buscando la comunión en la diversidad. 2. La unidad de misión exige que prevalezca "lo eclesial universal" sobre "lo eclesial particular". Religiosos y seglares han de afirmar "lo eclesial universal" "desde lo propio". 3. Es más rica y eficaz la acción misionera de diversos carismas y ministerios en comunión, que la excesivamente individualista. 4. En una misión a iniciativa de religiosos pero realizada conjuntamente con seglares, aquéllos deben reconocer a éstos su condición de "sujetos", siempre que lo sean "en solidaridad". 5. Conviene que los religiosos ejerza n más la función de "signos" y los laicos la de "instrumentos" de la transformación y novedad del Reino. Los primeros han de hacer válida la dimensión sociopolítica del seguimiento de Jesús en sus aspectos de universalidad y los segundos en los de particularidad, ya que la encarnación de éstos es más bien particularizadora y la de aquéllos, universalizadora; pero sin exclusivismos en ninguna de estas cuatro características. 6. Las "misiones de frontera" competen de una manera particular a religiosos y seglares. Han de hacer presente el misterio de la iglesia en la frontera "religiosa" de los que no encuentran la fe, en la "humana" de los pobres y oprimidos, y en la "vital" de los desesperados o que viven sin sentido. Unos y otros han de "estar ahí" como signos y testigos, dialogando y ofreciendo un servicio humilde. JOSE CRISTO REY GARCÍA PAREDES 7. Urge especialmente que surja un modelo de iglesia más participativa y más pueblo de Dios. Se trata de una misión de "eclesiogénesis". Religiosos y seglares han de hacer emerger, conjuntamente, una iglesia que viva más radicalmente el seguimiento de Jesús, que sea modelo de comunión entre todos los hermanos, que esté en proceso permanente de formación. Conclusión El "clima" de la mutua relatio entre los religiosos no debería ser ni reivindicativo ni autodefensivo. La vida religiosa no existe para sí misma, para autoglorificarse o dejar su impronta en instituciones permanentes, ni para enaltecer el nombre de sus fundadores y perpetuar su identidad histórica. Siguiendo los criterios expuestos, ¿seremos los religiosos capaces de eclesializar a fondo nuestras obras dando cabida a seglares como sujetos de misión? ¿No deberíamos renunciar a mayor eficacia en favor de mayor testimonio? ¿No tendríamos que potenciar más la emergencia de un nuevo tipo de ministro ordenado, afín a nuevos modelos de iglesia? Una situación heredada de siglos no se cambia de la noche a la mañana. Lo importante es caminar hacia un laicado, seglar y religioso, un ministerio ordenado secular y religioso, en mutua relatio, todos "sujetos" de una misión única. Extractó: MANUEL RIBAS