Discurso del Embajador Everton Vargas – Día de la Independencia de Brasil Es con satisfacción que mi mujer, Claudia, y yo les damos la bienvenida a la Embajada por ocasión de la celebración del Día de la Independencia del Brasil, transcurrido el pasado día 7. Es un honor para nosotros –y para los diplomáticos y funcionarios de la Embajada– recibirlos en esta casa, el Palacio Pereda, patrimonio brasileño y argentino, símbolo del sentido mayor de la relación entre nuestros pueblos. A todos manifestamos nuestros agradecimientos por haber venido a celebrar con nosotros. Menciono en especial a los empresarios del Grupo Brasil que se asocian a nosotros en esta ocasión. El vínculo entre Brasil y Argentina es una relación profunda, intensa y prometedora. Su pilar de sustentación es la dinámica vibrante de dos sociedades democráticas, maduras y que anhelan el desarrollo con inclusión social. Nos reconocemos mutuamente en la consciencia hacia un destino común. Nuestra diversidad cultural, nuestra integración económica, nuestra capacidad de impulsar el desarrollo tecnológico y nuestra alianza política son las bases para que alcancemos una inserción internacional más profunda de nuestras naciones en un mundo en rápida transformación y que más que nunca aspira a la paz y la prosperidad. El sentimiento compartido por brasileños y argentinos hace con que nuestra frontera común nos convierta en más que meros vecinos. Estamos unidos por la cultura, por el comercio y por el turismo. El contacto entre nuestros pueblos profundiza el mutuo interés cultural. El descubrimiento del otro va más allá de la reafirmación de la identidad. Esto despierta el aprecio por la música, el respeto por la literatura, la sensibilidad por el arte. Hay cada vez más brasileños lectores de Cortázar y Borges –que aún nos sorprende con nuevos descubrimientos de sus manuscritos– y cada vez más argentinos admiradores de Machado de Assis y Vinícius de Moraes. Cada vez más brasileños bailan la música de Charlie García y el tango de Gardel, Piazzolla y Mariano Leyes. Y cada vez más argentinos aprecian el samba y la música popular brasileña. Brasileños y argentinos coincidimos incluso en la pasión deportiva. Una pasión que llega a unir, en un mismo equipo de fútbol, a Neymar y a Messi. Competimos con fervor, pero siempre con admiración y respeto mutuo. Competimos con el sentido de una rivalidad folclórica saludable, amistosa. Bueno, amistosa, sí, pero no mucho... Nos estamos dedicando con ahínco a realizar dos mega eventos en los próximos tres años. Reitero la invitación a que todos visiten el Brasil durante la Copa Mundial de 2014, dentro de menos de un año. Desde ya, y con la debida anticipación, los invito también a todos a comparecer a la primera Olimpíada en América del Sur, en 2016, en Río de Janeiro. Se inauguró hace pocos días, a propósito, la escultura “Energía Olímpica”, en la plaza frente a la Embajada. Brasil tiene el compromiso de hacer de los Trigésimo Primeros Juegos Olímpicos de la era moderna no sólo un mega evento deportivo, sino también un instrumento contra toda y cualquier forma de discriminación, y en favor de la inclusión social sustentada en los valores de paz y de fraternidad. Sabemos la importancia y el esfuerzo que se requiere para ganar la postulación para ser sede de una Olimpíada. Felicito, entonces, al Señor Embajador de Japón por la victoria de Tokio, el último sábado, para ser sede de los Juegos Olímpicos de 2020. Como saben, Brasil es patria de la mayor comunidad japonesa fuera Japón. En el camino de la integración en Sudamérica hay más de una piedra. Brasil y Argentina somos en gran parte artífices de esa misión. Ningún proceso como ése es fácil. Las dificultades son naturales. Es con la amplia circulación de las ideas y con la reafirmación de la democracia que llegaremos a soluciones mutuamente satisfactorias. Tenemos la convicción de que somos aliados estratégicos, con la perseverancia de los líderes regionales y con la determinación de férreos constructores de un diálogo franco y abierto. Nuestro sendero común es la cooperación, en todas sus vertientes: política, económica, social, científica y cultural. Somos socios naturales por la geografía y por destino histórico. La integración es un patrimonio construido por nuestros países, nuestros gobiernos, nuestras ciudadanías. Es un hecho que se nutre de la generación de riqueza y de la capacidad de innovación de empresas genuinamente binacionales. Y la receta para resolver los posibles impedimentos es justamente profundizar ese proceso. Es más MERCOSUR, es más UNASUR, y es también más CELAC. La integración de nuestras sociedades nos llevará al “júbilo secreto” al que se refiere Borges en su “Poema Conjetural”: el de encontrarnos, al final, con nuestro destino sudamericano. Somos sociedades destinadas a la convivencia fraterna y armoniosa. El Papa Francisco nos dio el honor y la contagiante alegría de venir al Brasil en su primer compromiso en el exterior, para la 28ª Jornada Mundial de la Juventud, en julio, en Río de Janeiro, ocasión en la que tuvo la iniciativa de reunirse con los miles de jóvenes argentinos que fueron a verlo. Tenemos siempre que mirar el vasto y frondoso bosque; no podemos limitarnos al examen relegado y aislado de uno o pocos árboles. Siempre habrá algunos que deberán ser podados, y otros que demandan un cultivo más atento. Imbuido por este espíritu de confraternización, los invito a brindar por la amistad entre brasileños y argentinos y por el progreso de las relaciones entre Brasil y Argentina.