CONCEPTUALIZACION: SABER EXPLICAR, ORIENTAR, ENCAUZAR Y SELECCIONAR por Claudia Stigol * Pensar en conceptualización nos conecta inmediatamente con la actividad intelectual: lo que parece estar reñido con la sensibilidad artística. Sin embargo, y en orden a la actividad de enseñanza-aprendizaje, ambos aspectos – lo sensible y lo intelectual – se complementan y coopera uno con el otro en una organización mutua. Conceptualizar es… emitir conceptos. Y emitir conceptos es expresar ideas, o sea, representaciones mentales. Quiere decir que no alcanza con definir algo, decir lo que ese algo es, sino poder darle un contexto, un significado y una valoración. Poder darle un contexto a una idea, la vincula con la realidad y por ende con el hacer. Darle un significado implica la actividad intelectual, comprender. Y la valoración expresa la importancia que otorgamos a esa idea. Así planteado, podemos relacionarlo con los aspectos del aprendizaje que integran lo intelectual, lo procedimental y lo actitudinal. Y no contento con esto, podemos relacionarlo con la organicidad teatral, ya que combinamos simultáneamente el hacer, el sentir y el pensar. ¿Será entonces, que está verdaderamente reñido con la sensibilidad artística? Sin embargo hay, claramente, una diferencia entre la validez que aprender a conceptualizar tiene para quienes ejercen la docencia o se forman para ejercerla, y aquellos cuyo interés se circunscribe a la actividad artística. En el primer caso, poder conceptualizar supone poder ordenar las ideas para su transmisión mediante planteos y consignas de procedimientos. ¿Cómo enseñar aquello que no podemos enunciar?, ¿Cómo proponer un trabajo si no podemos explicar lo que se supone debería ocurrir mientras se realiza y a posteriori? Y yendo más allá: ¿como contener una situación sin tener claro los alcances de la misma?, ¿cómo transmitir algo sobre lo que no podemos hablar? Quedaría pensar que podría ser mediante la ejemplificación procedimental, y de allí a la imitación. Pero hecho esto, ¿el resultado, no se reduciría a un acto mecánico de repetición? ¿Ese resultado obtenido, podría trasladarse a otras situaciones análogas sobre las que aplicar un mecanismo conocido, para lograr resultados inéditos cada vez? Obtener algunas respuestas a estos interrogantes, nos pone de frente a una definición ética e ideológica. Hacer por repetición implica un saber parcializado. Si convenimos que el saber es una fuente de poder, no otorgar a los demás la posibilidad de acceder a un saber integral sería, en algún punto, una manera de acotar la libertad del otro que siempre estaría en situación dependiente ante nosotros. Es mucho más enriquecedor que la persona pueda hacer uso de sus recursos toda vez que le sean necesarios, identificando la utilidad y beneficios que los mismos le proporcionan. Si la persona sabe ante que situaciones se le hace necesario el uso de tal o cual elemento de su bagaje de conocimientos; por qué lo usaría; para qué le serviría; qué resolvería ; etc., se constituiría en un ser más libre, decidido e independiente. Cabe señalar en este punto que muchas veces el propio docente ignora la necesidad de conceptualizar e incluso cuál es el aspecto exacto sobre el que debería hacerlo, lo cual no implica que evite esa instancia, sino por el contrario, lo óptimo y deseable sería que 1 valore la importancia de la misma y se prepare adquiriendo las nociones que le proporcionen a él mismo la libertad mencionada. En el segundo caso mencionado, es decir, aquellos sujetos vinculados al teatro desde el punto de vista artístico, la cuestión adquiere algunos matices. Probablemente se dirá que el actor no necesita poder explicar qué es la atención y para qué sirve, siempre y cuando pueda concentrarse, disociar, coordinar, registrar, etc. cuando la situación así se lo requiera. Del mismo modo, puede pensarse acerca de cualquier aspecto técnico que queramos. Y sin duda alguna estaremos de acuerdo en esta afirmación. Pero llegado el momento de la reflexión sobre el trabajo a los fines de fijar secuencias, acciones, reacciones, etc... Es importante que los miembros que integran el equipo creativo, reconozcan un mismo código, de modo que si se habla de determinada acción, cierta circunstancia, etc. todos tengan la misma referencia. El lenguaje teatral no dispone de un vocabulario específico. Palabras como integración, adaptación, conflicto, por sólo nombrar algunos términos a modo de ejemplo, son utilizados en muchos contextos y en cada uno cobra valor específico respecto al mismo. Por ejemplo: si en el contexto de la lengua, mencionamos un verbo, el mismo remite inmediatamente a una acción, y nuestra representación mental de la misma se relaciona con el movimiento. Sin embargo, para el lenguaje teatral la acción es mucho más compleja que el simple movimiento. En estos términos se hace muy necesaria la precisión terminológica, y por lo tanto conceptual, para evitar equívocos, malos entendidos y sobreentendidos. De este modo nos estaremos asegurando menor desgaste, y mejor rendimiento en el trabajo. Mencionado aquí el valor que tiene el manejo conceptual (aún sin precisión terminológica) para los artistas, podemos ver el matiz correspondiente al ámbito pedagógico. El docente organiza sus clases, de manera que sus alumnos logren ciertos objetivos, para lo cual se basa en diferentes contenidos. Esos contenidos responden a conceptos, que sólo podrán ser seleccionados, combinados y aplicados si se sabe cual es la realidad a la que hacen referencia. Cuando al final de la clase se propone un cierre, o ronda de reflexión, tener claro los conceptos regentes de la actividad, proporciona los elementos para coordinar el análisis, orientar el pensamiento de los alumnos, su expresión acerca de la experiencia realizada, la comprensión de logros y dificultades, e incluso la clarificación de las necesidades individuales para cada caso. Es más, si acordamos que el teatro es una actividad grupal, social, para cuya práctica es importante la integración entre los miembros, y teniendo en cuenta que un elemento básico de la integración es la codificación común, resulta obvio que manejar la conceptualización resulta imprescindible. ¿Cómo se realiza esta reflexión? Siempre analizando la experiencia realizada apoyándonos en elementos técnicos. Contar con conceptos claros y una terminología precisa permite que esos elementos técnicos no resulten teñidos de valoraciones subjetivas, que no aportan a los alumnos más que ser o no del “gusto” de su docente. El hecho de tener el arte aspectos técnicos objetivables, permite realizar una reflexión que constituya un aprendizaje para los alumnos, que podrán llegado el momento aplicar a cualquier situación que guarde similitud con la transitada en el marco de la clase. Ahora bien, ¿qué significa la reflexión partiendo de aspectos técnicos? Significa nada más y nada menos que entender lo que se ha hecho, y acceder así a la posibilidad de 2 repetir, no ya mecánicamente, sino voluntariamente, eligiendo hacerlo de forma orgánica. Ya no aplicando el ensayo-error, sino la capacidad de abstraer. Reconocer que para lograr determinado resultado se transita un cierto proceso, y que ese proceso responde a una sucesión de pasos realizados o vivenciados (depende el tipo de proceso en que se está; si relacionado con la acción o con la sensación) es una tarea intelectual de organización de los elementos, momentos o situaciones transitaos. La reflexión se produce sobre un tránsito hecho y ayuda a reconocer sus partes para luego poder re-armar el todo. La reflexión es un análisis, es decir, considerar con detenimiento algo, volver sobre ese algo, haciéndolo objeto de conocimiento, desmenuzarlo hasta entender su conformación interna. Es elaborar y sistematizar para luego redescubrir. Contar con un bagaje conceptual nos permite elaborar definiciones, lo que ayuda a explicar las cosas. Esta es una facultad que el docente debe entrenar como aspecto fundamental de su quehacer, ya que la experiencia es intransferible e individual. Esto quiere decir que no alcanza con compartir anecdóticamente lo que se ha vivido para transmitirlo, sino que se hace necesario ofrecer las herramientas para que el alumno pueda hacer su propia experiencia, para que pueda descubrir sus resortes expresivos y utilizarlos a voluntad. Para esta transmisión es recomendable contar con lo que se entiende por economía textual: El exceso de palabras sólo confunde, lejos de aclarar la idea, le resta nitidez y el núcleo conceptual se pierde: Del mismo modo que en la práctica una consigna se desdibuja cuando no es breve y clara, llevando en consecuencia a que el resultado buscado se dilate o no se alcance. Como se dijo anteriormente, la economía textual se entrena y el primer paso para ese entrenamiento es nutrirse conceptualmente para saber explicar, orientar, encausar y seleccionar, sin condicionar los tiempos individuales de quienes están construyendo su propia experiencia. * Profesora de teatro y actriz. 3