toma de que Bélgica está dispuesta a aceptar la argumentación de López Bravo cuando éste dice que la España franquista de hoy ha experimentado ya grandes transformaciones y no es un Estado fascista. - Naturalmente, para un Estado del Occidente europeo es importante comprobar si un país que quiere ser admitido en el Mercado Común tiene un régimen fascista o no. Al parecer, los actuales miembros del Mercado Común se inclinan a negar a un régimen fascista toda capacidad de evolución, y en cambio muestran mayor comprensión frenté a un Estado policíaco y autoritario. Por ello, para el Gobierno español interesa convencer a dichos países de que los rasgos fascistas del régimen de Franco está definitivamente superados. - Los dos grandes del Mercado Común, Francia y la República Federal de Alemania, estuvieron muy pronto dispuestos a suponer que España había traspasado el límite entre un Estado fascista y un Estado autoritario. Ambos países tenían gran interés en llegar a esta convicción, que debía tranquilizar su conciencia o quizá más bien su opinión pública. Tanto Francia como la República Federal tienen grandes intereses económicos que defender en España, y ello les facilitó la toma de posición en la cuestión del ingreso de España en la Comunidad. En ambos países, aunque de forma más reservada en la República Federal, se impuso la opinión de que sería mejor acelerar el supuesto procese. de democratizacion en España por medio del ingreso en el Mercado Común, en ,ez de poner como condición previa para dicho ingreso la implantación de la democracia en España. - En cambio, los países más pequeños del Mercado Común no mostraron ninguna afición por esta teoría de la evolución por medio de la aproximación. Los intentos de mayor integración de España en el Mercado Común fracasaron una y otr? vez antes las reservas políticas de Bélgica, Luxemburgo y Holanda, que pudieron fundar en estas reservas su actitud frente a España tanto más decididamente cuanto sus iriter.eses económicos en la Península Ibérica apenas tenían importancia para ellos. Por esta razón tiene tanta importancia para el gobierno español la primera visita de'un ministro belga de Asuntos Exteriores después de la guerra civil, y por esta razón h~ calificado la prensa española a Pierre Harmel de gran amigo de España. Asf, pues, la estrategia de López Bravo parece ser acertada.- Pero precisamente en estos momentos, por así decirlo, pocos metros antes de la meta, la tenacidad del ministro españ9l de Asuntos Exteriores deberá superar una nueva prueba. Porque la amplinción del Mercado Común, de la que ya no cabe dudar, volverá a acumular el lastre · ideológico y político de la cuestión del ingreso de España en la Comunidad. Los cuatro países que han solicitado el ingreso son, tradicionalmente, buenos amigos de España y del pueblo español, pero precisamente por ello no son amigos del actual régimen español. La opinión pública de estos países, a la que sus gobiernos deben tener muy especialmente en cuenta, es abiertamente contraria al régimen de Franco, especialmente en Nc:>ruega y Dinamarca, pero ta.mbién en Gran Bretaña e Irlanda. - Estos problemas que la ampliación de la Comunidad supone para España no fueron tratados, sin embargo, en las recientes conversaciones de la delegación española ante la Comunidad en Bruselas con la Comisión Europea, que tuvieron lugar a principios de esta semana. La entrevista se celebró dentro del marco de las conversaciones que mantiene actualmente la Comisión Europea con los países mediterráneos que han firmado acuerdos preferenciales o de asociación con el Mercado Común, a fin de establecer un catálogo de los problemas que les crea la ampliación de la Comunidad. El jefe de la delegación española, Alberto Ullastres, señaló que dichos problemas son especialmente graves para España. Como ejemplo, citó el volumen de las exportaciones agrarias españolas a los cuatro futuros miembros del Mercado Común, que son del orden de los 220 millones de dólares al año y suponen por lo tanto un importante elemento de la balanza comercial y de pagos española.- El plano en que se llevan a cabo esas conversaciones no es el adecuado para el tratamiento de los problemas políticos que supone para España la ampliación de la Comunidad. Pero también seria falso, y perjudicaría la aproximación de España al Mercado Común, mantener la poHtica del avestruz practicada hasta ahora y seguir afirmando que la cuestión del ingreso de España en el Mercado Común tiene carácter puramente económico. Para la Comunidad ampliada, esta cuestión tendrá, más que nunca, carácter político. (... ) 6