¿Es factible la paz en la Tierra? Por Ralph M. Lewis, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. La PAZ en la Tierra ha sido un clamor que se ha venido apagando a través de las cen turias. Generalmente se le ha relacionado como un estado o condición en la cual el hombre participa. Pero, ¿qué es realmente la paz para el individuo? ¿Cuál es su esencia o naturaleza? ¿Es la paz una entidad física o un estado mental? Personalmente, ¿vemos o sentimos esta cosa llamada paz? Simplemente, ¿cómo experimenta el individuo la paz? Si enfocamos el tema psicológicamente, encontramos que la paz tiene más una cualidad negativa, que una positiva. En otras palabras, llegamos a un mejor entendimiento de la paz, por el conocimiento de lo que no es ella. La tensión emocional, la ansiedad y la irritación, son aceptadas inmediatamente como estados opuestos a la paz. Por consiguiente, una palabra puede resumir la experiencia personal de la paz; específicamente, la imperturbabilidad. La paz, entonces, es la negación de aquello que perturba al hombre. Si esto es así, la paz es algo que no puede ser buscado en sí mismo. La paz es enteramente abstracta, es decir, subjetiva. Es la ausencia de lo indeseado. Consecuentemente, la paz sólo es un efecto. En otras palabras, sólo podemos experimentar la paz por los efectos que siguen a la remoción de la perturbación. En la antigua Grecia, varias escuelas de filosofía estaban sujetas al hedonismo. Para ellas el summum bonum, el más alto bien de la vida, era el placer. Aristipo, el fundador de la secta de los cirenaicos, una de las escuelas hedonistas, decía que "nada en sí es vergonzoso". Pensó que no hay placeres elevados o bajos. Todo placer exige una satisfacción personal. El ideal en la vida, de acuerdo al hedonismo, fue el llenar cada momento con placer. Algunos placeres, sin embargo, son evanescentes; mueren. Eventualmente, nos saciamos de ellos. Además, algunos placeres son precedidos primero por una irritación, antes de realizarse. Por ejemplo: debemos tener picazón antes de sentir el placer de rascarnos. La religión, lo primero que buscamos por las necesidades de la paz, establece reglas específicas para la realización de este estado. Pero en la mayoría de los casos, la religión sólo se relacionaba con el individuo, no con la sociedad en conjunto. Consideremos brevemente algunos de los conceptos y doctrinas que han sido expuestos para alcanzar la paz. Nirvana En el Siglo V A.C., Gautama Buda enseñó que el Nirvana es la realización última del hombre. En el lenguaje sánscrito, la palabra Nirvana significa "extinguido". En Bodha Gaya, en la India, Buda pronunció su primer sermón a sus discípulos. Dijo que nuestra total existencia consciente es candente. La vida sólo es una energía ardiente; ésta pasa a través de una combustión y de un cambio perfecto. Buda dijo, además, que si el hombre extinguiese o por lo menos controlara sus deseos candentes, tendría la experiencia del Nirvana. El hombre se elevaría entonces sobre las llamas tormentosas y después moraría por siempre en la paz eterna del Nirvana. Los estoicos de la antigua Grecia también concibieron la paz como un efecto negativo. Para ellos, la paz personal era la ausencia de deseos y pasiones perturbadores. Advirtieron que: "una emoción es una perturbación de la mente". Séneca, estadista romano y filósofo estoico, dijo: "estoy buscando encontrar lo que es bueno para el hombre, no para su barriga, puesto que el ganado vacuno y las ballenas tienen más grandes barrigas que la de él". En el judaísmo y la cristiandad, encontramos que las bendiciones de paz son relacionadas en términos de negación a las adversidades que el hombre experimenta. Se dicen principalmente para estar libres de la ansiedad, la preocupación, y de un presentimiento acerca del futuro. Una vez más, la paz carece de cualidad positiva propia, ya que deriva su identidad de la ausencia de particulares indeseables. Cuando el hombre comenzó a pensar en la sociedad y en el orden social, la paz obtuvo un nuevo significado: le fue dada una cualidad específica. En el Siglo IV A.C., No Ti, un chino confuciano, asignó una substancia positiva para la paz: dijo que toda contienda entre los hombres es debida a la falta del amor mutuo. Lo que se necesita es el amor, como una virtud recíproca universal. En este sentido, el amor fue declarado como el elemento principal de la paz. Como quiera que sea, las debilidades de este idealismo deben ser aparentes. Primero, el amor sólo es una de las emociones humanas. Además, no todos los hombres son capaces de amar el mismo objetivo o amarlo con la misma intensidad. Platón, en su diálogo La República, expuso un código de conducta humana para los miembros de la sociedad. Éste fue un desafío a los instintos humanos y a las costumbres establecidas. Mas fue deficiente para la imperturbabilidad que es necesaria para una paz total de la sociedad. En el famoso libro, La Ciudad de Dios, San Agustín, 354-430 A.D., proclamo "una sociedad espiritual de creyentes predestinados". En otras palabras, aquellos quienes eran creyentes del credo Cristiano, podrían de allí en adelante vivir en una sociedad teocrática, una sociedad divinamente organizada y reglamentada. Aquí había una cualidad positiva, pero también se dio un código de moral dogmático. Tal cosa no podría proveer la paz universal sobre la Tierra, debido simplemente a que todos los hombres no pueden someter su intelecto o fe a una sola interpretación moral. Es innecesario mencionar otros ejemplos de las utopías que han sido presentadas. Son representativas las de Sir Thomas More en el Siglo XVI y la de Carlos Marx en la decimonovena centuria. Sus doctrinas acerca de la paz sobre la Tierra no tuvieron la necesaria aceptación universal por parte del hombre. El hombre no es un ser escogido; no está más identificado con la naturaleza divina que cualquier otro ser consciente que pueda existir en otra parte del gran universo; no está más dotado divinamente que cualquier otro. La llama de la iluminación cósmica arde dentro de cada pecho humano. En algunos hombres, se aviva en una iluminación personal. En otros, nunca penetra la obscuridad de la mente. Decir que todos los hombres son iguales, es un concepto falso. No todos comparten la misma herencia biológica, ni tampoco comparten la misma influencia ambiental. Sin embargo, la insistencia sobre la supremacía de la raza o de los preceptos religiosos, son obstáculos para la paz. El Bien y el Mal El cosmos, la naturaleza, no es bueno ni malo, como piensan los humanos de él. Si fuera bueno, entonces podría estar separado y aparte de aquello llamado malo. Tal cosa puede implicar que lo Absoluto, el Cosmos, está dividido en contra de sí mismo. Estos términos, bien y mal, sólo son conceptos que se originan en los valores humanos. Lo que el hombre experimenta como tensión en la naturaleza no es algo que ha sido impuesto sobre él. Antes bien, es la función necesaria de la evolución y devolución del proceso natural. Morir no es un desorden; es un cambio en el fenómeno del organismo viviente. La satisfacción de los apetitos y pasiones corporales, no son suficientes para el ser, ni confieren a éste ninguna prominencia. Para obtener un sentido de prominencia, el ser recurre a sus raíces básicas de agresión (posesiones, poder y fama). En la cantidad de cosas o posesiones que el ser acumula, adquiere distinción. Resistiendo y suprimiendo la verdad del ego de otros, el yo personal afirma su poder. El poder exige un reconocimiento del ser. La fama es el impulso insaciable de la persona por la distinción y el reconocimiento. Es por estos impulsos que el hombre ha alterado lentamente su ambiente. Pero dichos instintos fundamentales y agresivos del ser, son crueles, inhumanos. Su principal motivación es la prominencia de la persona, del ego, del ser. Gradualmente, otro impulso del ser despertó en el hombre, el cual fue más sutil que el de la agresión e impulsos; era un sentido de afinidad, una atadura con el ser de otros. Fue una extensión compasiva de las emociones de uno hacia las de otros. Fue una comparación mental de los propios sentimientos bajo circunstancias similares. Fue el amanecer de la conciencia. Pragmáticamente, la conciencia es un sentimiento de culpabilidad. Juzgamos que ciertos actos y pensamientos son dañinos para el ser, y por ende tenemos un sentimiento de culpa si nosotros los causamos. La culpa degrada la condición del ser; disminuye su sentido de estimación personal. Así pues, la conciencia comenzó lentamente a tener una influencia restrictiva sobre los impulsos y agresiones del hombre. Desafortunadamente, este sentido de la moral, en la mayoría de los humanos, tiene mucho menos eficacia que los impulsos primitivos del ser. La paz sobre la Tierra, entonces, gira en torno a un conflicto básico entre dos aspectos claves del ser. Por una parte, es la compulsión personal del ego. Por la otra, es un sentido de rectitud, justicia y probidad, que incluye el bienestar de otros. No puede haber paz sobre la Tierra, donde las posesiones, el poder y la fama del individuo siguen siendo derechos ilimitados. La paz comienza con actos de eliminación, no sólo con la adquisición y la exposición de idealismos poéticos.