toda la industria con prestaciones sociales. las menores La enferm edad profesional en la construcción es un capítulo más que invitaría a otro régimen distinto al de Franco a tom ar definitivam ente car­ tas en el asunto. Según A lberto Vila, m édido de empresa: „Raro es el obrero de la construcción que no ter­ mina su vida con una bronquitis cró­ nica o un cor-pulmonade, enferme­ dad esta última, fatal.“ La explotación del obrero de la cons­ trucció n se da por igual en las em­ presas privadas y en las del Estado, convertido a su vez en empresa par­ ticu la r capitalista de unos pocos. La situación del trab aja do r de Obras Públicas no es esencialm ente m ejor por lo que respecta a la seguridad del puesto de trabajo, sus co n d icio ­ nes laborales, seguridad en el traba­ jo y jubilación. A la vista de este panorama de las más indecentes prácticas capitalistas y de inoperancia de los sindicatos verticales, adquieren un especial sen­ tido las palabras del representante verticalista Santos Torres, cuando d i­ jo: „Y o creo, y además tengo la obli­ gación de decirlo, que en el S indica­ to sí existe representatividad.“ Su amo, el capitalista jerarca vertical, García del Ramal, puede estar satis­ fecho de su representante. Los sindicatos verticales: Instru­ mento inservible Según aumenta la actividad huelguís­ tica en España, siendo cada vez más enconados los choques entre el tra ­ bajo y el capital, con su secuela de „c o n flic to s laborales“ , acciones d i­ rectas contra em presarios explota­ dores, y, en réplica despiadada con­ tra la parte más débil, suspensiones de empleo y sueldo y despidos, los sindicatos verticales del régimen de Franco están siendo objeto de duras críticas desde dentro del propio sis­ tema. Para los empresarios españo­ les, el sindicalismo falangista tenía razón de ser mientras era una garan­ tía de sumisión de la clase trabaja­ dora. Pero conform e los trabajadores han ido perdiendo el m iedo al brutal apa­ rato represivo de la dictadura, plante­ 12 ando a pecho abierto sus reivindica­ ciones sociales y laborales, la torpe manera de proceder del estéril sind i­ calism o oficial agudiza los conflictos, intranquilizando al mismo tiem po a los em presarios que ya no se sienten tan protegidos, como cuando la policía del régimen asesinaba impunemente a los obreros más com bativos. Hoy, cualquier asesinato de obreros, como en Granada, en M adrid, en Barcelona, o en Vigo, intensifica el espíritu de lucha de los trabajadores, provocan­ do una ola de repulsa internacional negativa a los intereses m ultinacio­ nales de la actual casta empresarial. Los em presarios son conscientes por la experiencia cotidiana en sus fábricas de que el sindicalism o ve rti­ cal ya no es efectivo para im pedir las huelgas. Que, pese a su desamparo social y pese a las duras intervencio­ nes de la policía, el obrero está d is­ puesto a paralizar la producción en apoyo de sus reivindicaciones sala­ riales y de m ejores condiciones de trabajo. El em presario, pese al graví­ simo im pacto que supone para las modestas econom ías obreras, la sus­ pensión de empleo y sueldo, ve cada vez más reducidos los efectos de sus represalias ante el abnegado tesón con que el trabajador, con el valor de la desasperación, las afrenta. Y los secuestros de industriales por co­ mandos de la ETA ha dem ostrado al am presarío la inutilidad del te rro ris ­ mo oficial, que solam ente supone para él un aum ento del propio riesgo per­ sonal. Los empresarios españoles compren­ den que la política antisocial del ré­ gimen es un peligro para ellos mis­ mos, ya que dicha política es actual­ mente inoperante para garantizarles el poder sobre la clase trabajadora y les deja al descubierto para acciones directas de represalias contra ellos mismos. Periódicos calificados de liberales de derechas, es decir, de la burguesía menos cavernícola del régimen, como „In fo rm a cio n e s" de M adrid, atacan más o menos veladam ente el sistema sindical español. En general se es­ grim e el argum ento de que el siste­ ma solam ente deja abiertas dos a lter­ nativas: la falta de todo diálogo o el diálogo de las metralletas. En contra de los periódicos de las derechas „u ltra s “ , entre ellos el pseudosindicalista PUEBLO, se aboga por una desaparición del sindicato vertical y un sindicalism o en el sentido europeo, como instrum ento de negociación y equilibrio délas antagónicas partes sociales. Pero para ello no es suficiente con la reforma del sindicato falangista, mon­ tado solam ente como instrum ento de coacción de la clase obrera. Es pre­ ciso una poderosa organización sind i­ cal, cuya fuerza radique en una au­ téntica representatividad, d em ocráti­ camente conseguida. El inoperante aparato sindical del régimen crea un vacio que fom enta una radical postura revolucionaria de las organizaciones sindicales en la clandestinidad. Pero el régimen no puede renunciar a ninguno de sus pilares, por muy carcom idos que estén. El régimen está decidido a hundirse en todo su conjunto, pero no por partes. De ahí que siga aferrándose a su organiza­ ción sindical, aunque éste es incluso perjudicial para la clase que financia al régim en: los empresarios. El fracaso del sindicalism o vertical es un éxito de la clase obrera española en su tenaz lucha por la conquista de sus reivindicaciones, y promete con­ ducir muy pronto a un enfrentam iento del capital español contra un régimen que cada vez dem uestra más ser un lujo desproporcionado a las ventajas. Los empresarios de Pamplona, tras el secuestro de Huarte por la ETA, han sido los primeros en denunciar este lujo. Manuel Moral Retirada de pasa­ portes „El M inistro de la G obernación pien­ sa seguir ejerciendo las facultades que le confiere la legislación vigente de retirar los pasaportes y entiende que no tiene por qué ser derogada esta fa cu lta d ". Esa es la contestación del m inistro a otra pregunta. Debemos p artir de un dato curioso. Los ciudadanos franceses pueden entrar y salir de España sim plem ente con el docum ento de identidad, por un acuerdo entre los gobiernos de ambos países. Pero se acordó que los españoles no podrían hacerlo por razones de seguridad del Estado. Lo mismo se acordó, a princip ios de 1972, con los países del BENELUX (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), con el fin de fa c ilita r el turism o. Los espa­ ñoles no podem os sa lir de nuestro país sin pasaporte, y si lo tenemos, en cualquier mom ento nos lo puede retirar el m inistro. Somos ciudadanos de segunda categoría. EXPRES E S P A Ñ O L / A b r i l 1973