Francisco José Rozada Martínez HÁBITOS Y COSTUMBRES Estamos casi en cabeza de los países más ruidosos del mundo, un récord que ostentamos y mantenemos sin desmayo. Es típicamente español gritar en vez de hablar, mientras solemos perder los papeles entre exclamaciones y alaridos. Obsérvese una mayoría de bares españoles (otro de nuestros récords mundiales, dado que tenemos uno casi por cada 100 habitantes); el televisor -a veces más de unovomitará sobre los parroquianos el programa más popular que se emita en ese momento en cualquiera de sus cadenas, aunque generalmente suele ser la misma -la de la basura garantizada durante muchas horas de cada jornada-. Los clientes charlan, ríen, discuten y el tono de voz se eleva cada vez más. Algunos camareros gritan desde las mesas a quienes están en la barra, solicitando que vayan preparando lo que les acaba de solicitar el cliente. Unos críos corren de una lado a otro mientras sus madres -como si no los conociesensiguen de tertulia o, en todo caso, justifican sus correrían y chances porque -dicen- no pueden con ellos, de modo que dudan de si deben acudir a un psicólogo para que les dé algunas pautas de comportamiento (para sus hijos, claro… no para ellas). Pueden ser las mismas que -con sus parejas- están sentadas en el parque o paseando mientras comen pipas sin descanso y, por supuesto, escupiendo la cáscara de las mismas; a veces bajo el banco de descanso queda una auténtica alfombra de desechos, como si de una granizada a destiempo se tratase. Todo un ejemplo a seguir por sus vástagos -y los de los demás-. Así, también, el suelo del bar se muestra lleno de papeles y desperdicios de todo tipo, que hasta no pocos camareros los arrojan como cosa normal. Visto por un cliente de otro país el espectáculo es deprimente y tercermundista. Entretanto, las máquinas tragaperras echan humo y -de cuando en vez- “cantan” por si alguno no las había visto o ubicado en el local; están hambrientas de monedas y ellas cumplen su misión de mover a la ludopatía a quien se deje embaucar. Observe al señor -o señoraque lleva media hora introduciendo monedas y no se da por vencido ¡quién lo diría! ¡Si está tan enganchado como otros a la nicotina, la cocaína o el alcohol! En aquella otra mesa juegan al dominó y alguno azota con fuerza las fichas sobre la mesa como si en ello le fuese la vida. Cuidado si va a los aseos en época de mucha clientela, no vaya a ser que el encargado de mantenerlos limpios no cumpla su cometido como debiera; puede que no encuentre jabón en los mismos, o papel, Cronista oficial de Parres Francisco José Rozada Martínez o que la luz se apague apenas lleve dentro un par de minutos -a veces, menos-. ¿No parece todo esto un sainete hortera de corral de comedias? Juzgue usted mismo si estos casos son una excepción, si son situaciones frecuentes o si son ocurrencias de quien escribe en esta tribuna de papel. Parece una película de terror, una merienda de locos o un botellón carnavalesco. Y -hasta hace cuatro días, como quien dice- todos los clientes estaban envueltos en las humaredas producidas por el tabaco. Algo es algo, vamos mejorando, ahora -al menos- se puede respirar. ¿No decían que miles de puestos de trabajo peligraban con la ley antitabaco porque muchos bares, restaurantes y similares tendrían que cerrar sus puertas? Lo mismo que afirmaban cuando en una localidad se decidía hacer una variante para que el tráfico no pasase por el centro de la misma, o dicen ahora con la nueva regulación de terrazas de hostelería, las cuales han invadido los espacios públicos de tantas ciudades y los han convertido en acotaciones de lucro privado. Hábitos y costumbres de un extraño país en que las trampas están a la orden del día y los fraudes son generalizados, puesto que la conciencia fiscal es muy débil y -además- se alimenta con los múltiples casos de una mala administración del dinero público, con una inspección muy escasa. Un país de pícaros, como piensan tantos dentro y fuera de España. En Reino Unido, Grecia e Irlanda se han suprimido municipios y -en Italia- hasta provincias. Aquí, entretanto, el sector público sigue creciendo sin que nadie se atreva a meter mano en los múltiples chiringuitos públicos que -en muchos casosson puros aparcamientos para amiguetes y enchufados de todo pelaje. Mientras, las comunidades autónomas tienen en nómina 1.300.000 empleados públicos, de los cuales casi 300.000 son personal interino o cargos de confianza. Tenemos más de 8.000 alcaldes, de forma que no hay ningún otro país en Europa con tantos presidentes de ayuntamiento y ediles por habitante. Ahí sigue el inútil Senado, al que con razón se le conoce como el “cementerio de los elefantes”; todos prometen –especialmente, en campaña electoral- convertirlo en Cámara territorial o, directamente, eliminarlo, pero cuando alcanzan el poder se olvidan de ése y de tantos otros temas…hasta la siguiente campaña. Sobre la racionalización de horarios y los continuos “puentes” festivos sigue siendo España un caso singular y atípico entre los 28 países de la Unión Europea. Cronista oficial de Parres Francisco José Rozada Martínez Extraño país éste, sí, con quince funcionarios por cada cien habitantes, mientras en USA hay sólo dos. El dinero negro de la economía sumergida española llega a casi 250.000 millones de euros al año, un 23% de la economía nacional. Hablan de leyes de transparencia que -al final- nadie cumple. Pregunte usted por el dinero público que absorben sindicatos, patronales y partidos políticos; sólo el 10% de sus ingresos provienen de sus afiliados. Dicen que todo se resolverá en pocos años, pero la indignación generalizada está acabando con la paciencia de aquellos a quienes les gustaría una España menos zafia, chabacana, corrupta y envilecida. Francisco José Rozada Martínez Arriondas, 6 de diciembre de 2015 Cronista oficial de Parres