Año Nuevo, Camino Nuevo 3.- La inseguridad: No sabemos lo que nos espera “Y mandaron al pueblo diciendo: Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas y sacerdotes que la llevan, vosotros sabréis de vuestro lugar, y marcharéis en pos de ella” -Josué 3:3 Introducción Hemos llegado a éste último domingo del año viejo que da paso a un sinfín de senderos nuevos. Las palabras del texto que hemos leído, fueron las instrucciones dadas a los Israelitas cuando miraban hacia la tierra prometida: Canaán. A dondequiera que les guiara el arca del pacto deberían seguir, aunque no hubieran pasado por allí antes. 1.- La experiencia ganada: Ya lo hemos experimentado Sin duda ninguna todos hemos tenido experiencias a lo largo del año que ya termina. La mayor parte no estaban en nuestros planes. Muchas nos trajeron verdaderas sorpresas muy agradables, mientras que otras provocaron un impacto desagradable y negativo en nuestras vidas. Sin embargo y a pesar de todo, si miramos con un poco de objetividad, nos daremos cuenta que en todo momento la mano de Dios estuvo con nosotros y con toda seguridad podremos decir que “todas las cosas ayudaron a bien”. 2.- La duda: No hemos pasado por ese camino antes Esto siempre sucede cuando nos enfrentamos con el comienzo de un año nuevo. Aunque sus experiencias puedan ser similares a las que ya fueron experimentadas en años anteriores, el orden y combinación de los eventos que enfrentamos son totalmente desconocidos. Un año nuevo representa una aventura nueva. Para algunos habrá un nuevo nacimiento y podrán decir: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (1 Corintios 5:17). Para otros habrá nuevas circunstancias en la escuela, el trabajo, el matrimonio, las relaciones sociales, etc. Aún para otros habrá tristeza, enfermedades serias y hasta el enfrentamiento con la muerte. 4.- Lo que necesitamos: Un guía adecuado Para enfrentarnos al año nuevo con sus problemas y sus retos. Necesitamos a alguien en quien podamos depender, alguien en quien podamos confiar nuestras vidas. Esto es cierto no sólo para los individuos, pero también para las naciones. Desgraciadamente la mayoría de las personas están cegadas por las cosas del mundo y no acaban de entender que no hay nada ni nadie que podamos encontrar aquí en la tierra que pueda servirnos de guía. Solamente hay un camino: Jesús. El dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí”. Conclusión Concluyendo, podemos reducir estos pensamientos a la más mínima expresión contestando la pregunta: ¿Caminaremos con Dios o le daremos la espalda? Dios conoce el camino, por lo tanto, caminaremos con El. Mantendremos nuestra mirada fija en El y nuestros corazones receptivos a sus mandatos a fin de que podamos oírle cuando nos habla. Recordad que Cristo nos espera con los brazos abiertos. - MM 9 diciembre 2009